Como curioso es que el Barcelona era un páramo desierto tras el 4-0 ante el Bayern. Imposible remontar. Los jugadores y la afición hablando de la próxima temporada y los culés aferrándose a una Liga precocinada allá por el mes de noviembre y que dieron por amortizada mientras comíamos las uvas de Nochevieja. Balas de paja recorriendo una ciudad condal vacía, la Generalitat advirtiendo para que nadie saliera de sus casas, toque de queda... ¿Había algo peor para los culés?... Por supuesto que sí: el Real Madrid podía clasificarse para la final de Champions e incluso ganarla. Terror en el hipermercado de Sandro Rosell. Horror en el ultramarinos de Leo Messi.
Pero he aquí que tan sólo veinticuatro horas más tarde el Real Madrid le dio uno de los grandes alegrones de sus vidas a los culés perdiendo por 4-1 ante el Borussia. La reacción del madridismo fue, sin embargo, radicalmente opuesta a la azulgrana. Nada más acabar el partido la capital de España empezó a bullir excitada, recuperando en cierto modo aquella alucinante movida ochentera que la convirtió en una ciudad universalmente famosa. Casi nadie vio un escollo insalvable en la paliza futbolística recibida tan sólo un minuto antes, más bien al contrario. Para los madridistas suponía un reto divertido y apasionante y enseguida se empezó a hablar de remontada histórica, de Juanito, de la Décima, de Santillana, del Anderlecht...
Por eso yo, aunque creo que Mou es un cagón que nos ha conducido a esto, creo en la remontada.