En las últimas elecciones generales, hace sólo 10 meses, acudimos a las urnas más de 24 millones de españoles. Hoy, en
un nuevo fracaso de movilización, la extrema izquierda ha querido deslegitimar un sistema democrático que deja en evidencia su insignificancia.
Lo que se anunciaba como una agresión directa al Parlamento, intentando cercarlo, ha acabado como no podía ser de otra forma y como siempre acaban todas las movilizaciones de la ultraizquierda casposa y liberticida: dando rienda suelta a
la violencia de unos totalitarios para los que el fin justifica los medios. ¿El resultado?
36 detenidos y más de 50 heridos.
Que esa ultraizquierda ruidosa pero insignificante se autotitule “el pueblo” es de risa. Que digan que los diputados de un Parlamento democrático no les representan no es extraño, pero sí afortunado:
es digno de celebrar que los totalitarios no se sientan representados en el Congreso. Pero que esa ultraizquierda se autotitule como “el pueblo” y pretenda deslegitimar las instituciones democráticas para cercarlas y secuestrarlas y subvertir nuestro Estado de Derecho ya es cosa seria y que no puede salirles gratis a los promotores de esta algarada.
Quienes precisamente no nos representan a los españoles son los ultras violentos que promueven estas protestas. No sólo no nos representan, sino que pretenden suplantarnos, poniendo en el lugar de la soberanía nacional a asambleas callejeras formadas por individuos a los que nadie ha elegido en las urnas, que sólo se representan a sí mismos y que son los que mueven estos intentos de quebrantar nuestro marco de convivencia democrático. ¡Ya está bien!
Es intolerable que se permita a esos antidemócratas ocupar las calles, perturbar el orden y acosar a los diputados. Espero que la Delegada del Gobierno en Madrid haya tomado buena nota para no autorizar más marchas como las de hoy, pues
algunas fueron autorizadas por Cristina Cifuentes, a pesar de que resultava evidente -a la luz de los precedentes del 15M y de los disturbios procados por la ultraizquierda durante la JMJ- como iba a acabar la cosa.