Observo que los independentistas hablan de instaurar una "República catalana" como si el sistema republicano fuese el nec plus ultra, casi una divinidad que solucionaría todos los problemas. Habría que recordarles a los independentistas que fue la República francesa quien ha prohibido y persecutado los dialectos y lenguas regionales en el territorio francés, en nombre de la unidad, del progreso y de la igualdad... Y es muy probable que una hipotética "República catalana" persecute todo signo de cultura castellana.
La persecución de las culturas minoritarias en nombre del progreso fue algo generalizado en Europa a partir del siglo XVIII, y no algo exclusivo al régimen franquista que llegó mucho más tarde. En España, el escaso desarrollo del capitalismo durante los siglos XVIII y XIX, seguramente propició que las culturas regionales se preservaran mejor que en Francia.
Para explicar porque esos idiomas y costumbres fueron persecutados hay que recordar ciertos hechos históricos. La diabolización del "extranjero", del "infiel", del "bárbaro" y de todo lo desconocido en general, es decir la neurosis fóbica característica de las viejas civilizaciones agricolas-imperiales de la Edad media, no podía ser admitida por la nueva clase de comerciantes y de banqueros cosmopolitas cuya actividad reposaba sobre el comercio con el exterior. La inaceptable libertad de lo viviente que el antiguo orden feodal había rechazado fuera de sus fronteras, combatido con sus ejércitos y curas, esa libertad de lo viviente tuvo que ser reintegrada por la nueva civilización mercantil pero como un intruso desaliñado, insoportable y sucio que había que controlar, encerrar, prohibir de expresión. El demonio había vuelto a casa y es ahí donde debía ser combatido. Así aparece la neurosis obsesional, otro tipo de locura diferente de la que caracterizaba la época medieval. La neurosis obsesional se caracteriza por el sentimiento de vergüenza hacia uno mismo, la ansia de acumular, la manía del orden, la higiene escrupulosa, el moralismo estrecho, rigidez, introspección enfermiza. Esos son los rasgos de la nueva civilización mercantil plenamente establecida en el siglo XVII.
La nueva civilización mercantil se preocupó desde su inicio de organizar y unificar su mundo según unos esquemas rígidos. En Francia, las costumbres regionales fueron combatidas y suprimidas. Los dialectos vernaculares fueron perseguidos y prohibidos, para ser sustituidos por un idioma oficial único. Contrariamente a lo que muchos piensan, dicha uniformización no solo tenía como fin el facilitar el tránsito de mercancias. Se puede observar dicha uniformización independientemente de ventajas mercantiles : se promulgan leyes sobre la ortografía y la sintaxis, la arquitectura medieval es considerada como detestable e incompatible con el "buen gusto", es sustituida por un orden arquitectural geométrico. La simetría del alejandrino se impone en la poesía mientras que las invenciones verbales de Rabelais son rechazadas.
La apología del orden y de la medida se extiende a todas las ramas de la cultura. La ciencia no solo acumuló un sinfín de observaciones sobre vegetales y animales exóticos, también los ordenó, bajo los nombres de "botánica" y "zoología", con criterios que los pueblos primitivos hubiesen considerado sin ningún valor práctico. La sociedad mercantil acumuló sus muestras en batimentos de estilo "neoclásicos" rodeados por inverosímiles jardines geométricos llamados "à la française". Ese odio hacia la exuberancia, la fantasía, el movimiento viviente, ese gusto obsesional por el orden, por la unificación, por la simetría y por la medida han caracterizado esta civilización al igual que su pasión por la acumulación de riquezas.
El historiador Marc Bloch señala la indiferencia del hombre medieval hacia el tiempo, su poco gusto por la exactitud y por las cifras. A pesar de su alto nivel de inteligencia, la ciencia medieval no se interesaba por la naturaleza porque según la mentalidad medieval "no parecía merecer que se ocuparán demasiado de ella". En cambio, la civilización mercantil e industrial aportó con ella unas preocupaciones muy distintas.
Entre los cambios fundamentales que aparecidos con la nueva sociedad mercantil, está la generalización de una pasión que antes era muy rara : la de la acumulación de riquezas. Mientras que las clases dominantes de la época medieval despilfarraban generosamente el usufructo de sus bienes en fiestas, banquetes y gastos suntuarios, la nueva clase de comerciantes acumula ese usufructo y lo invierte para producir más. Y esa acumulación sirve para edificar, consolidar y universalizar un mundo completamente distinto al medieval. Mientras las clases dirigentes medievales pretendían proteger al grupo contra el demonio y sus representaciones, la nueva clase de comerciantes pretende construir una sociedad protegida de un enemigo igual de polimorfo pero interior : el desorden, la enfermedad, la suciedad, la ignorancia, incluso la muerte. La nueva divinidad protectora ya no está en el cielo sino en las reservas monetarias. El castillo fortificado y el templo son sustituidos por los bancos internacionales y las bolsas de trabajo.
Esa pasión por la acumulación de bienes se manifiesta también en el amontonamiento de objetos de arte, en la construcción de bibliotecas cada vez más gigantescas, de parques zoológicos privados o públicos, de museos, en colecciones de armas anticuadas y de sellos. La nueva sociedad educa la gente para que no gaste su dinero de forma irreflexiva. Se promueve el ahorro para que algún día uno pueda comprarse una casita, una escoba, un diccionario o libros edificantes para así protegerse de la ignorancia, del polvo y de la intemperie.
De veces, un banquero rico se arruina en una sola noche debido a una crisis de prodigalidad inaudita con una bailadora de cabaret. Y más a menudo aún, que los obreros se gasten toda su paga en una noche en el bar. Pero esas conductas confirman la naturaleza obsesiva y compulsiva del movimiento general de acumulación-retención que caracteriza la nueva sociedad mercantil-industrial.
Si les interesa esta explicación histórica, les ruego se procuren el libro de Michel Bounan, "La loca historia del mundo".