Durante una semana trabajamos día y noche en la presentación del juego Kroll, que habíamos desarrollado en una semana para el iPhone y que iba a mostrar por primera vez al mundo en la conferencia de desarrolladores de 2008. La preparación fue realmente exhaustiva. Cuando el trabajo estaba ya validado por sus colaboradores tuvimos una reunión con los ejecutivos de Apple. Con los máximos colaboradores de Jobs: Phil Schiller, Scott Forstall... Finalmente nos convocaron de nuevo en el pequeño teatro que hay en la sede de Apple para preparar mi aparición estelar. Allí estaba Steve Jobs y su equipo, en primera fila, dándome las últimas instrucciones. Recuerdo que nadie había hablado todavía de precios, aunque yo había pensado poner a la venta Kroll por unos 15 euros. Cuando lo propuse, Jobs negó con la cabeza. La cifra debe ser de un dígito, dijo. Y así fue: la mayoría de juegos en iTunes teminaron vendiéndose a 9 dólares. La decisión convirtió a Apple y a su tienda iTunes en un escaparate donde han florecido medio millón de títulos más. No solo eso. La compañía, con Jobs al frente, había conseguido que las herramientas para desarrollar juegos, la tienda para venderlos y la interacción con el usuario final tuviera una unidad. Esta filosofía de cuidar el más mínimo detalle es, sin duda, la clave de su éxito mundial.
Ese día de junio de 2008 todo fue realmente deprisa. Fue tan intenso, que no fui capaz de analizar lo que estaba viviendo. Hasta que terminó mi presentación y el mago Jobs regresó al auditorio para terminar la keynote. Entonces me di cuenta de su poder. En solo una hora había sido capaz de conseguir que un teléfono móvil, con funcionalidades que ya existían en otros, se convirtiera en una necesidad. Esa es la grandeza del Leonardo da Vinci de la era digital. Durante una semana, recuerdo también, la centralita telefónica de Digital Legends se bloqueó.