El último partido, contra el Granada, fue una de las muchas gotas que ha colmado el vaso. Solo vi la primera parte, apagué la tele y me puse a ver "Como conocí a vuestra madre" en el portátil. Al terminar el partido, vi el marcado 1-0 y ni me molesté, ni me enfadé y esto es mal síntoma, suele indicar que o bien te da lo mismo o has perdido la fe, la motivación o como queramos llamarlo. Me preparé la cena, un bocata vamos y pensé "Nos hemos convertido en el club de segunda fila".
Ya sé que esto puede parecer exagerado y a buen seguro que lo sea, no niego ser un poco tremendista pero lo cierto es que veo a este club sin rumbo, a la deriva. No estoy hablando ya ni del entrenador, porque este hombrecillo iracundo no deja de ser la manifestación de una política guiada por urgencia, la prisa y por supuesto la improvisación; estoy hablando más bien de la mofa continuada, de las elecciones amañadas, porterías que se caen en Copa de Europa, de los cotilleos, de la prensa, de los fichajes fallidos, del no saber a qué se juega y en general de todas aquellas cosas que ocurren cuando ni se sabe lo que se quiere y mucho menos cómo conseguirlo.
El Madrid es un club histórico pero a día de hoy, me atrevería a decir que en los último 15 años, ha dejado de ser grande. Se ha vuelto una entidad anquilosada en el pasado, casposa y llena de jirones por todas partes. Y lo más triste de todo esto es que no veo solución.
Y no la veo, porque el entorno que controla este club es el cáncer. Mendoza que arruinó el club dio paso a Lorenzo Sanz, alias "el timbas" para pasar a Florentino, que dejó el club en la estacada para intentar poner a un títere llamado Fernando Martín en unas bochornosas elecciones que dieron al ínclito Calderón como uno de los presidentes más fantoches de la historia de la Liga. Y finalmente otra vez Florentino Pérez.
Mucha gente opina que este señor es "lo mejor que le puede pasar al Real Madrid" y lo lamentable es que puede que tengan razón; si el constructor con cara de cura se va es probable que volviesen las turbulencias políticas para terminar con otro señor sediento de poder, fama y fortuna en la poltrona. Aunque esto no deja de ser una entelequia, pues el señor Pérez y la propia política interna del club convierten a la entidad en un cortijo reservado a unos pocos que, como suele pasar, se repartirán el pastel una vez depuesto el Emperador.
Todo esto es lo que me repugna. Me llena de frustración observar que este club, que ha marcado la historia del siglo XX es incapaz de tener los recursos propios para poder regenerarse y evolucionar; no puede autogestionarse, necesitando de una figura presidencialista para dar tumbos tras tumbos y arañar, con suerte, algún título de vez en cuando.
Y todo esto, sumado a los escándalos, los ridículos, ser el epicentro de huracanes te va desencantando poco a poco hasta el punto de preguntarte qué necesidad tienes de ver a un grupo de multimillonarios jugando con una pelota que encima debe ser "cuadrada" por lo que demuestran en el campo.