Se lo dejé en bandeja y ni aun así fueron capaces de acercarse a mí, están perdidos. Reconozco que jamás pensé que me iban a dejar llegar tan lejos, creía que eran más inteligentes. Todo lo que tenían que saber lo tenían delante de su cara, en la carta, en los asesinatos, pero ni aún presentándome en sus casas con los trofeos de mis víctimas en una bolsa serían capaces de sospechar de mí. Están mas preocupados de culparse entre ellos y de arrestar a gente inocente que de estudiar la pista que les dejé en esa carta. Debo reconocer que estoy defraudado, mi obra sería mucho más completa si los perros que me persiguen hubiesen estado a la altura, y hasta el momento, ni un niño lo habría hecho peor.
Y como estaba defraudado lo pagué con mi siguiente víctima, un joven al que sorprendí en circustancias similares a mi primera víctima. Llovía mucho y esa zona del parque estaba realmente oscura, la situación perfecta. Pero en este caso no le drogué, la rabia que tenía por la sensación de estar siendo perseguido por una panda de incompetentes me llevó a usar otros métodos menos ortodoxos. Con un martillo le golpeé con todas mis fuerzas en la cabeza.
El pobre desgraciado cayó inconsciente al suelo. Como en esta ocasión mi obra requería de más tiempo, le arrastré rápidamente hacia mi furgoneta y una vez dentro me puse manos a la obra. Primero le quité los ojos, luego le corté las manos y los pies y como necesitaba cortarle un séptimo miembro, le corté la nariz. Una vez terminé, llevé el cuerpo hasta las afueras de la ciudad y lo tiré en medio del campo.
A partir de ahora haré eso con todos los cuerpos hasta que me atrapen, la incompetencia se paga, si no me dan el placer de estar a mi altura, me pondré yo a la suya. Nada de sutilezas, nada de dejar los cuerpos a la vista, a partir de ahora tendrán que buscar los cuerpos días y días. Les dí la oportunidad de cazarme y la han desperdiciado, ahora que se atengan a las consecuencias. De momento,
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- Iniesta