"Campeón contra todos
Por Jesús Alcaide
El Real Madrid es campeón de Liga, ha marcado 112 goles y ha maravillado a quien tiene que maravillar. A su afición, la más numerosa del país, la más convencida de que su club está en buenas manos y en la ruta correcta. Ha vuelto a la élite europea tras años de tinieblas en los que incluso dejó de ser cabeza de serie en la Champions, y, lo que es más importante, ha roto la dinámica ganadora del mejor Barcelona de la historia, un equipo que, sin la tenaz oposición de un club bien gestionado, bien entrenado y plagado de grandes jugadores fichados gracias a una eficiente administración de recursos, habría convertido la Liga española en un cortijo. Mejor dicho, en una masía en la que 19 súbditos habrían tenido que rendir pleitesía a un club protegido por el coro mediático más alejado de la realidad que jamás se haya visto en torno al deporte profesional.
Una vez más, el Madrid dio ejemplo de fútbol y hombría. Cada vez que ha sufrido un tropiezo (escasos este año), ha reaccionado como un solo hombre, como un campeón. Le hizo un 2-6 al Sevilla después de perder 1-3 con el Barça. Y tras la eliminación por penaltis en la Champions, le cayeron otros tres al mismo Sevilla. Desde aquella derrota ante los azulgrana, el balance en la Liga es de 17 victorias y tres empates con record goleador incluido.
Efectivamente, a un equipo con esta capacidad, estos números y una insultante variedad de registros de juego, se le ha martirizado con críticas despiadadas porque la prensa deportiva en este país se siente cada vez más alejada del centro de decisión en el mejor equipo del siglo XX y aspirante a serlo en el XXI. Mientras se realizan programas o se escriben soflamas incendiarias contra el equipo, entrenador y dirigentes, el madridismo se felicita por la competitivad y la eficacia de un grupo inasequible al desaliento, blindado ante unos medios entregados descaradamente al gran rival azulgrana y desesperados ante la constatación de que están definitivamente divorciados de la realidad. El madridista de a pie se extraña de la crítica constante por parte de unos medios que, por ejemplo, callaron ante las presuntas irregularidades de los anteriores gestores del club.
Por ahí se acaba perdiendo la escasa credibilidad de los eruditos a la violeta, algunos de los cuales, pretenden colocar a Míchel como entrenador del Real Madrid. Con todos los respetos al que fue espectacular volante derecho del Madrid, no procede.
El coro mediático seguirá ladrando porque se le ha acabado el derecho de veto a la agenda del Madrid. Entretanto, el equipo enfila Cibeles. Ante el Sevilla, Cristiano, el Mozart del fútbol, marcó su gol 43, Benzema engordó su estadística y se adornó con sus habituales genialidades y el equipo mantuvo el tono, pese a que se partió en exceso durante una primera parte en la que el Sevilla encontró espacios para sus contras. Se echó el falta la solvencia de Khedira para estrechar la ruta del rival. El partido fue un intercambio de golpes en el que ganó el mejor, pese a que Mateu se comió dos claros penaltis en el área sevillista. Eso sí, acertó al anular el gol de Negredo que habría sido el 0-1 por falta previa a Pepe. Por cierto, hubo fuera de juego previo. Pero ya todo esto es anecdótico. El Bernabéu comenzó a cantar el alirón. Los del señorío pueden mirar hacia otro lado y seguir estrellándose contra el muro de su impotencia. Nadie les va a escuchar."
Por Jesús Alcaide
El Real Madrid es campeón de Liga, ha marcado 112 goles y ha maravillado a quien tiene que maravillar. A su afición, la más numerosa del país, la más convencida de que su club está en buenas manos y en la ruta correcta. Ha vuelto a la élite europea tras años de tinieblas en los que incluso dejó de ser cabeza de serie en la Champions, y, lo que es más importante, ha roto la dinámica ganadora del mejor Barcelona de la historia, un equipo que, sin la tenaz oposición de un club bien gestionado, bien entrenado y plagado de grandes jugadores fichados gracias a una eficiente administración de recursos, habría convertido la Liga española en un cortijo. Mejor dicho, en una masía en la que 19 súbditos habrían tenido que rendir pleitesía a un club protegido por el coro mediático más alejado de la realidad que jamás se haya visto en torno al deporte profesional.
Una vez más, el Madrid dio ejemplo de fútbol y hombría. Cada vez que ha sufrido un tropiezo (escasos este año), ha reaccionado como un solo hombre, como un campeón. Le hizo un 2-6 al Sevilla después de perder 1-3 con el Barça. Y tras la eliminación por penaltis en la Champions, le cayeron otros tres al mismo Sevilla. Desde aquella derrota ante los azulgrana, el balance en la Liga es de 17 victorias y tres empates con record goleador incluido.
Efectivamente, a un equipo con esta capacidad, estos números y una insultante variedad de registros de juego, se le ha martirizado con críticas despiadadas porque la prensa deportiva en este país se siente cada vez más alejada del centro de decisión en el mejor equipo del siglo XX y aspirante a serlo en el XXI. Mientras se realizan programas o se escriben soflamas incendiarias contra el equipo, entrenador y dirigentes, el madridismo se felicita por la competitivad y la eficacia de un grupo inasequible al desaliento, blindado ante unos medios entregados descaradamente al gran rival azulgrana y desesperados ante la constatación de que están definitivamente divorciados de la realidad. El madridista de a pie se extraña de la crítica constante por parte de unos medios que, por ejemplo, callaron ante las presuntas irregularidades de los anteriores gestores del club.
Por ahí se acaba perdiendo la escasa credibilidad de los eruditos a la violeta, algunos de los cuales, pretenden colocar a Míchel como entrenador del Real Madrid. Con todos los respetos al que fue espectacular volante derecho del Madrid, no procede.
El coro mediático seguirá ladrando porque se le ha acabado el derecho de veto a la agenda del Madrid. Entretanto, el equipo enfila Cibeles. Ante el Sevilla, Cristiano, el Mozart del fútbol, marcó su gol 43, Benzema engordó su estadística y se adornó con sus habituales genialidades y el equipo mantuvo el tono, pese a que se partió en exceso durante una primera parte en la que el Sevilla encontró espacios para sus contras. Se echó el falta la solvencia de Khedira para estrechar la ruta del rival. El partido fue un intercambio de golpes en el que ganó el mejor, pese a que Mateu se comió dos claros penaltis en el área sevillista. Eso sí, acertó al anular el gol de Negredo que habría sido el 0-1 por falta previa a Pepe. Por cierto, hubo fuera de juego previo. Pero ya todo esto es anecdótico. El Bernabéu comenzó a cantar el alirón. Los del señorío pueden mirar hacia otro lado y seguir estrellándose contra el muro de su impotencia. Nadie les va a escuchar."