Raúl González Blanco, un dorsal, un dueño (Por Alex Barbero)
Mediada la segunda parte, el Santiago Bernabéu entra en éxtasis. Los aficionados empiezan a aplaudir y a vitorear sin aparente causa. El espectador que ve el partido por el televisor no entiende a primera vista el porque del cénit merengue, pero el aficionado que está viviendo esa sensación en persona sí. Raúl ha salido a calentar. Este homenaje se lleva repitiendo durante toda la temporada.
Todos sabemos que Raúl no está viviendo su mejor etapa y que tal vez estamos más cerca de lo que queremos de ver terminar uno de los ciclos legendarios que pasarán a la historia. La afición de verdad, esa que tiene grabado a fuego en el corazón la bandera y los valores del Real Madrid, manifiesta su apoyo incondicional al jugador más importante que ha dado la escuadra madrileña.
Gente sin sentimiento que aparenta ser merengue pero no sólo crítica sino que insulta al capitán, como es el caso de algunos aficionados o periodistas, ansían ya la marcha de Raúl. No tendrán que esperar mucho, aunque la huella que ha dejado es imborrable. Habrá un antes y un después gracias al 7.
Pero el homenaje a este señor no debe quedar ahí. Yo apuesto por algo que se suele hacer con las leyendas en la NBA y es retirar el dorsal. Ese 7 que ha llevado con rebeldía y maestría Juanito, que heredó El Buitre para convertirse en el emblema de una generación, y que recogió Raúl con sólo 17 años y que sin duda ha dado más rendimiento que nadie.
En una época en la que el marketing hace usar el número de la elástica en forma de negocio, el 7 del Madrid puede acabar en malas manos. En Chicago sería blasfemia pensar que alguien se podría poner el 23 sin ser Jordan, en Boston se tirarían de los pelos si alguien osa usar el 35 de Larry Bird. Un perfecto homenaje a sus leyendas.
En el mundo del fútbol también se hace aunque con poquísima frecuencia y normalmente a título póstumo. Pero hay que dar un paso más y sería un precioso detalle por parte de un club con tanto señorío y nobleza como el Real Madrid el colgar esa camiseta como si de un trofeo se tratase. Que nadie use más el 7, a pesar de las demandas publicitarias que pudieran llegar a los despachos para que ese dorsal acabase en otra espalda y colocado detrás de las iniciales de algún personaje.
Mi explicación ante esto es sencilla, Raúl ha ido superando una y mil veces todos los desafíos que se le han impuesto. La gente era escéptica sobre si podría suceder a su mentor, Emilio Butragueño, pero como buen discípulo, le igualó y superó. Con 17 años ya era indiscutible, a los 18 fue incluido en las listas de aptos para ganar el balón de oro y a los 21 consiguió el pichichi. Precisamente un año menos de los que tiene Messi y la misma edad que aparece en el DNI de Benzema.
Pero no quedó ahí. Ha sido perseverante y como hiciera en el Camp Nou, ha callado a críticas cientos de veces. Es el jugador con más partidos y más goles en la Casa Blanca. Además es el máximo artillero de la Champions League y de la Selección Española. Un futbolista que ha sido la pesadilla de porteros y defensas.
A pesar de todo lo que se ha volcado sobre Raúl, este siempre ha mantenido la compostura, nunca se ha metido en broncas y ha intentado reivindicarse en donde lo debe hacer un jugador, en el terreno de juego. Raro ha sido el día que Raúl no ha dado alegrías a los aficionados, por lo que se merece más que respeto. Es cierto que contra la edad es difícil luchar, pero la carrera del madrileño ha sido intachable.
También creo que sus logros no se quedarán solo como jugador, sino que si decide algún día formar parte del cuerpo técnico del equipo de su vida, Raúl logrará otros éxitos ya que creo firmemente que va a ser igual de inteligente dirigiendo que jugando.
A los entrenamientos llega el primero y se va el último y ha captado a la perfección lo que cada entrenador pretendía. Un capitán modélico, un jugador ejemplar, un trabajador nato. No le hacen falta psicólogos, ni fama, ni prensa a su alrededor para salir cada domingo motivado, dispuesto a darlo todo a favor de la victoria de su equipo.
Nadie ha encajado tan bien los valores de este club centenario. Es la viva imagen del madridismo y se merece pasar a la historia con más honores que nadie. Por ello a parte de tener que ser considerado uno de los mejores jugadores de la historia por méritos propios, debe recibir el mayor homenaje que se le puede dar a un jugador del Madrid y ese en estos momentos es conservar el dorsal.
En un futuro no sería descabellado proponer cambiar el nombre del estadio, pero por el momento el no permitir que nadie excepto él lleve el 7 sería un ejemplo y una recompensa magnífica. Un gesto de agradecimiento por todo lo que le debemos, por habernos llevado en volandas tantas veces, por haberle criticado y querido prejubilar, por no valorar todo lo que ha hecho… Por mil motivos más. Así, Raúl González Blanco, el 7 eterno del Madrid, recibiría lo que se merece.
Mediada la segunda parte, el Santiago Bernabéu entra en éxtasis. Los aficionados empiezan a aplaudir y a vitorear sin aparente causa. El espectador que ve el partido por el televisor no entiende a primera vista el porque del cénit merengue, pero el aficionado que está viviendo esa sensación en persona sí. Raúl ha salido a calentar. Este homenaje se lleva repitiendo durante toda la temporada.
Todos sabemos que Raúl no está viviendo su mejor etapa y que tal vez estamos más cerca de lo que queremos de ver terminar uno de los ciclos legendarios que pasarán a la historia. La afición de verdad, esa que tiene grabado a fuego en el corazón la bandera y los valores del Real Madrid, manifiesta su apoyo incondicional al jugador más importante que ha dado la escuadra madrileña.
Gente sin sentimiento que aparenta ser merengue pero no sólo crítica sino que insulta al capitán, como es el caso de algunos aficionados o periodistas, ansían ya la marcha de Raúl. No tendrán que esperar mucho, aunque la huella que ha dejado es imborrable. Habrá un antes y un después gracias al 7.
Pero el homenaje a este señor no debe quedar ahí. Yo apuesto por algo que se suele hacer con las leyendas en la NBA y es retirar el dorsal. Ese 7 que ha llevado con rebeldía y maestría Juanito, que heredó El Buitre para convertirse en el emblema de una generación, y que recogió Raúl con sólo 17 años y que sin duda ha dado más rendimiento que nadie.
En una época en la que el marketing hace usar el número de la elástica en forma de negocio, el 7 del Madrid puede acabar en malas manos. En Chicago sería blasfemia pensar que alguien se podría poner el 23 sin ser Jordan, en Boston se tirarían de los pelos si alguien osa usar el 35 de Larry Bird. Un perfecto homenaje a sus leyendas.
En el mundo del fútbol también se hace aunque con poquísima frecuencia y normalmente a título póstumo. Pero hay que dar un paso más y sería un precioso detalle por parte de un club con tanto señorío y nobleza como el Real Madrid el colgar esa camiseta como si de un trofeo se tratase. Que nadie use más el 7, a pesar de las demandas publicitarias que pudieran llegar a los despachos para que ese dorsal acabase en otra espalda y colocado detrás de las iniciales de algún personaje.
Mi explicación ante esto es sencilla, Raúl ha ido superando una y mil veces todos los desafíos que se le han impuesto. La gente era escéptica sobre si podría suceder a su mentor, Emilio Butragueño, pero como buen discípulo, le igualó y superó. Con 17 años ya era indiscutible, a los 18 fue incluido en las listas de aptos para ganar el balón de oro y a los 21 consiguió el pichichi. Precisamente un año menos de los que tiene Messi y la misma edad que aparece en el DNI de Benzema.
Pero no quedó ahí. Ha sido perseverante y como hiciera en el Camp Nou, ha callado a críticas cientos de veces. Es el jugador con más partidos y más goles en la Casa Blanca. Además es el máximo artillero de la Champions League y de la Selección Española. Un futbolista que ha sido la pesadilla de porteros y defensas.
A pesar de todo lo que se ha volcado sobre Raúl, este siempre ha mantenido la compostura, nunca se ha metido en broncas y ha intentado reivindicarse en donde lo debe hacer un jugador, en el terreno de juego. Raro ha sido el día que Raúl no ha dado alegrías a los aficionados, por lo que se merece más que respeto. Es cierto que contra la edad es difícil luchar, pero la carrera del madrileño ha sido intachable.
También creo que sus logros no se quedarán solo como jugador, sino que si decide algún día formar parte del cuerpo técnico del equipo de su vida, Raúl logrará otros éxitos ya que creo firmemente que va a ser igual de inteligente dirigiendo que jugando.
A los entrenamientos llega el primero y se va el último y ha captado a la perfección lo que cada entrenador pretendía. Un capitán modélico, un jugador ejemplar, un trabajador nato. No le hacen falta psicólogos, ni fama, ni prensa a su alrededor para salir cada domingo motivado, dispuesto a darlo todo a favor de la victoria de su equipo.
Nadie ha encajado tan bien los valores de este club centenario. Es la viva imagen del madridismo y se merece pasar a la historia con más honores que nadie. Por ello a parte de tener que ser considerado uno de los mejores jugadores de la historia por méritos propios, debe recibir el mayor homenaje que se le puede dar a un jugador del Madrid y ese en estos momentos es conservar el dorsal.
En un futuro no sería descabellado proponer cambiar el nombre del estadio, pero por el momento el no permitir que nadie excepto él lleve el 7 sería un ejemplo y una recompensa magnífica. Un gesto de agradecimiento por todo lo que le debemos, por habernos llevado en volandas tantas veces, por haberle criticado y querido prejubilar, por no valorar todo lo que ha hecho… Por mil motivos más. Así, Raúl González Blanco, el 7 eterno del Madrid, recibiría lo que se merece.