Con tu mirada nítida y guerrera,
soslayando las fauces del olvido,
retornas a cumplir tu cometido,
al templo colosal que te venera.
Humilde corazón, alma torera.
jamás en la batalla te has rendido,
ni el látigo del tiempo te ha vencido,
y de matar tu fe no hay ya manera.
Leyenda viva, ganador sediento,
no existe nadie con afín mesura,
ni símil ejemplar de sufrimiento.
Cual Ave Fénix se alza tu figura,
de fuego blanco y casto sentimiento,
grandioso caballero en tu finura.