El Sport publica en su web algunas páginas del libro de Laporta que sale mañana: http://sport.es/default.asp?idpublicacio_PK=44&idioma=CAS&idnoticia_PK=699685&idseccio_PK=803
ETO’O Y SANDRO
(…) Empezamos la nueva temporada con más ilusión que nunca. Incorporamos al equipo jugadores de gran valor como Deco y Eto’o. El camerunés era una prioridad desde finales de la temporada anterior, y desde el primer día el vicepresidente deportivo, Sandro Rosell, se opuso compulsivamente, boicoteando todas nuestras decisiones.
Durante las negociaciones para fichar a Eto’o, Sandro decía que no lo hiciéramos porque Samuel pertenecía en parte al Mallorca y en parte al Madrid, cuyo presidente se enfadaría con nosotros si fichábamos al delantero. Nunca entendió que el Barça no tiene que pedir permiso a nadie, y menos al Real Madrid, cuando se toman decisiones.
En una reunión en Mallorca con Mateu Alemany, presidente del Mallorca, Florentino Pérez, Sandro Rosell y un servidor, me encontré que estaba solo ante aquellas complicadas negociaciones. Mi vicepresidente deportivo parecía estar más de su parte que de la nuestra.
Sandro insistía en que Florentino, a quien de una manera excesivamente cordial siempre se refería como el presi, nos destrozaría. Afortunadamente, no le hice caso y después de hablar con el nuevo presidente del Mallorca, Vicenç Grandes, y a menudo con Eto’o, que estaba ilusionado y decidido a venir al Barça, pudimos fichar a uno de los mejores goleadores de la historia del Club.
A Sandro, además de que no quería decepcionar a su querido amigo Florentino Pérez, también le debía pesar que Eto’o fuera uno de los estandartes de una marca deportiva que no era la empresa con la que él había trabajado durante los años anteriores. Y, volviendo a los celos, él se quería perpetuar como el hombre que trajo a Ronaldinho al Barça, intervención que agradecí siempre y en público. No podía haber otras estrellas en el vestuario que las que él había gestionado.
En fin, advertí muchas veces a Sandro que no estábamos en el Barça para colgarnos medallas individuales, ya que nuestra filosofía era de equipo, y que no debía primar sus intereses personales y comerciales sobre los generales de la identidad; pero con el caso Eto’o y otros que he citado, la relación se fue torciendo hasta convertirse en desagradable, y al final la pataleta de los directivos que he apuntado acabó como acabó. (…)
ETO’O Y SANDRO
(…) Empezamos la nueva temporada con más ilusión que nunca. Incorporamos al equipo jugadores de gran valor como Deco y Eto’o. El camerunés era una prioridad desde finales de la temporada anterior, y desde el primer día el vicepresidente deportivo, Sandro Rosell, se opuso compulsivamente, boicoteando todas nuestras decisiones.
Durante las negociaciones para fichar a Eto’o, Sandro decía que no lo hiciéramos porque Samuel pertenecía en parte al Mallorca y en parte al Madrid, cuyo presidente se enfadaría con nosotros si fichábamos al delantero. Nunca entendió que el Barça no tiene que pedir permiso a nadie, y menos al Real Madrid, cuando se toman decisiones.
En una reunión en Mallorca con Mateu Alemany, presidente del Mallorca, Florentino Pérez, Sandro Rosell y un servidor, me encontré que estaba solo ante aquellas complicadas negociaciones. Mi vicepresidente deportivo parecía estar más de su parte que de la nuestra.
Sandro insistía en que Florentino, a quien de una manera excesivamente cordial siempre se refería como el presi, nos destrozaría. Afortunadamente, no le hice caso y después de hablar con el nuevo presidente del Mallorca, Vicenç Grandes, y a menudo con Eto’o, que estaba ilusionado y decidido a venir al Barça, pudimos fichar a uno de los mejores goleadores de la historia del Club.
A Sandro, además de que no quería decepcionar a su querido amigo Florentino Pérez, también le debía pesar que Eto’o fuera uno de los estandartes de una marca deportiva que no era la empresa con la que él había trabajado durante los años anteriores. Y, volviendo a los celos, él se quería perpetuar como el hombre que trajo a Ronaldinho al Barça, intervención que agradecí siempre y en público. No podía haber otras estrellas en el vestuario que las que él había gestionado.
En fin, advertí muchas veces a Sandro que no estábamos en el Barça para colgarnos medallas individuales, ya que nuestra filosofía era de equipo, y que no debía primar sus intereses personales y comerciales sobre los generales de la identidad; pero con el caso Eto’o y otros que he citado, la relación se fue torciendo hasta convertirse en desagradable, y al final la pataleta de los directivos que he apuntado acabó como acabó. (…)