http://www.elpais.com/articulo/deportes/240/millones/despues/brilla/Raul/elpepidep/20091023elpepidep_1/Tes
240 millones después, brilla Raúl
Los asistentes al palco del Bernabéu palparon la tensión que emanaba de Florentino Pérez mientras el Milan remontaba el partido del miércoles (2-3). Los invitados de honor no evitaron pensar en los 240 millones de euros que ha invertido el presidente del Madrid en contratar grandes figuras el verano pasado. Tampoco desatendieron a la clase de juego psicológico que practican los dirigentes que mueven los hilos del negocio del fútbol. A la izquierda de Florentino se acomodó Adriano Galliani, el director general del Milan, el hombre que le vendió a Kaká por 65 millones de euros. A la derecha se sentó Michel Platini, el presidente de la UEFA, que le ha reprochado la "indecencia" de precios tan altos como el del fichaje de Kaká. Y en el campo, ante todos, estaba el propio Kaká, jugando como un futbolista del montón. Traicionando su cotización y, sobre todo, hiriendo el orgullo de su presidente.
Lo que más avergonzó a Florentino Pérez, sin embargo, no fue el fracaso de Kaká. Tampoco fue uno de los goles de Pato. Según los testigos, lo que inflamó al presidente fue uno de los goles del Madrid. Fue ver a Raúl tirar un córner porque, al parecer, ninguno de sus compañeros tuvo ganas de hacerlo. El bochorno alcanzó su cénit cuando Drenthe, a quien los agentes de Ramón Calderón -los que le ficharon- llamaban, socarrones, Accidrenthe, remató el córner y marcó.
Diez partidos después del inicio de la temporada, la inversión en fichajes del Madrid, una de las mayores de la historia del fútbol, contrasta con una realidad difícil de comprender. Kaká juega cada día peor y sus compañeros van por el mismo camino. Ramos, Lass, Xabi, Benzema o Granero, futbolistas llamados a tener un papel fundamental, rinden por debajo de su nivel. Si el fútbol es un deporte de equipo en el que la estructura determina el aprovechamiento de las partes, el Madrid confirma la regla. Los jugadores no reconocen el esquema en el que funcionan. Se muestran incómodos. Dispersos. Sólo Raúl parece orientarse en el desorden. Tal vez, porque es el que menos necesita el balón para destacarse.
Raúl es un futbolista sobre el que pesaba una orden de jubilación gradual. Cuando trazaron los planes, el verano pasado, tanto Florentino Pérez como los técnicos acordaron que el capitán seguiría siendo una referencia moral, pero con menos poder ejecutivo. Más forma mentis que forma corporis. Se suponía que Raúl no entraría en el equipo titular y que Benzema ocuparía su lugar. No fue así. Desde hace días, en el club señalan a Pellegrini, el entrenador, y le acusan de romper el acuerdo. Hay dirigentes en el Madrid que observan la derrota ante el Milan como un fracaso en el que Pellegrini no tuvo una responsabilidad directa. Pero creen que el mal funcionamiento del equipo es el resultado de una política de rotaciones equivocada. Florentino está convencido de que Pellegrini instauró las rotaciones sobre todo para evitar que Raúl se sintiera herido ante su suplencia. El entrenador hizo que todos pasaran por el banquillo y descuidó el funcionamiento del equipo. Los trató a todos por igual y había jugadores que necesitaban un tratamiento especial para adaptarse. La consecuencia se vio ante el Milan: los nuevos se perdieron y Raúl siguió igual que siempre.
Kaká ha jugado en tres posiciones distintas, a veces como enganche, en unas ocasiones como extremo y en otras como rematador. Benzema unos partidos opera como punta y otros como segunda punta. Guti ha jugado como interior y como media punta. Lass ha ejercido de pivote y de ocho. A Granero le han pedido que conecte con todos. Pero es difícil conectar cuando cada día las piezas son distintas. Según han cambiado los ejecutantes, el esquema también se ha modificado. Del 4-4-2 se ha pasado al 4-2-4 y al 4-3-3.
En plena ola de estupor madridista, dicen que Florentino Pérez mantiene la moral. El presidente es optimista por naturaleza. A sus amigos les dice: "Con Zidane tardamos tres meses en arrancar".
A la espera de que el motor se ponga en marcha, Alfredo di Stéfano, el presidente de honor, ve los partidos al día siguiente. Su médico le ha prohibido exponerse a emociones desagradables.
240 millones después, brilla Raúl
Los asistentes al palco del Bernabéu palparon la tensión que emanaba de Florentino Pérez mientras el Milan remontaba el partido del miércoles (2-3). Los invitados de honor no evitaron pensar en los 240 millones de euros que ha invertido el presidente del Madrid en contratar grandes figuras el verano pasado. Tampoco desatendieron a la clase de juego psicológico que practican los dirigentes que mueven los hilos del negocio del fútbol. A la izquierda de Florentino se acomodó Adriano Galliani, el director general del Milan, el hombre que le vendió a Kaká por 65 millones de euros. A la derecha se sentó Michel Platini, el presidente de la UEFA, que le ha reprochado la "indecencia" de precios tan altos como el del fichaje de Kaká. Y en el campo, ante todos, estaba el propio Kaká, jugando como un futbolista del montón. Traicionando su cotización y, sobre todo, hiriendo el orgullo de su presidente.
Lo que más avergonzó a Florentino Pérez, sin embargo, no fue el fracaso de Kaká. Tampoco fue uno de los goles de Pato. Según los testigos, lo que inflamó al presidente fue uno de los goles del Madrid. Fue ver a Raúl tirar un córner porque, al parecer, ninguno de sus compañeros tuvo ganas de hacerlo. El bochorno alcanzó su cénit cuando Drenthe, a quien los agentes de Ramón Calderón -los que le ficharon- llamaban, socarrones, Accidrenthe, remató el córner y marcó.
Diez partidos después del inicio de la temporada, la inversión en fichajes del Madrid, una de las mayores de la historia del fútbol, contrasta con una realidad difícil de comprender. Kaká juega cada día peor y sus compañeros van por el mismo camino. Ramos, Lass, Xabi, Benzema o Granero, futbolistas llamados a tener un papel fundamental, rinden por debajo de su nivel. Si el fútbol es un deporte de equipo en el que la estructura determina el aprovechamiento de las partes, el Madrid confirma la regla. Los jugadores no reconocen el esquema en el que funcionan. Se muestran incómodos. Dispersos. Sólo Raúl parece orientarse en el desorden. Tal vez, porque es el que menos necesita el balón para destacarse.
Raúl es un futbolista sobre el que pesaba una orden de jubilación gradual. Cuando trazaron los planes, el verano pasado, tanto Florentino Pérez como los técnicos acordaron que el capitán seguiría siendo una referencia moral, pero con menos poder ejecutivo. Más forma mentis que forma corporis. Se suponía que Raúl no entraría en el equipo titular y que Benzema ocuparía su lugar. No fue así. Desde hace días, en el club señalan a Pellegrini, el entrenador, y le acusan de romper el acuerdo. Hay dirigentes en el Madrid que observan la derrota ante el Milan como un fracaso en el que Pellegrini no tuvo una responsabilidad directa. Pero creen que el mal funcionamiento del equipo es el resultado de una política de rotaciones equivocada. Florentino está convencido de que Pellegrini instauró las rotaciones sobre todo para evitar que Raúl se sintiera herido ante su suplencia. El entrenador hizo que todos pasaran por el banquillo y descuidó el funcionamiento del equipo. Los trató a todos por igual y había jugadores que necesitaban un tratamiento especial para adaptarse. La consecuencia se vio ante el Milan: los nuevos se perdieron y Raúl siguió igual que siempre.
Kaká ha jugado en tres posiciones distintas, a veces como enganche, en unas ocasiones como extremo y en otras como rematador. Benzema unos partidos opera como punta y otros como segunda punta. Guti ha jugado como interior y como media punta. Lass ha ejercido de pivote y de ocho. A Granero le han pedido que conecte con todos. Pero es difícil conectar cuando cada día las piezas son distintas. Según han cambiado los ejecutantes, el esquema también se ha modificado. Del 4-4-2 se ha pasado al 4-2-4 y al 4-3-3.
En plena ola de estupor madridista, dicen que Florentino Pérez mantiene la moral. El presidente es optimista por naturaleza. A sus amigos les dice: "Con Zidane tardamos tres meses en arrancar".
A la espera de que el motor se ponga en marcha, Alfredo di Stéfano, el presidente de honor, ve los partidos al día siguiente. Su médico le ha prohibido exponerse a emociones desagradables.