Alfons Godall, vicepresidente del Barcelona y candidato oficialista a relevar a Joan Laporta al frente del club, ha explicado esta semana en su Facebook los motivos por los que le desagrada la Fórmula 1 actual. Podía haber hablado de las nuevas normas, de la ausencia de los repostajes, de la falta de adelantamientos, de los equipos modestos o del diseño de los circuitos. Motivos de disgusto hay para los críticos como de aplauso para los fanáticos, con una temporada amaneciendo con múltiples rostros, casi todos interesantes. Sin embargo, el aspirante a la presidencia resumió todos sus recelos en que no le gustan "los pilotillos madridistas ni periquitos". Vaya por dios.
Quizá no habría que prestar demasiado atención a las pasiones íntimas del directivo azulgrana, más allá de sus opiniones estrictamente futbolísticas, por las que los socios del Barça le darán su apoyo o no, pero el comentario ha dolido a Jaime Alguersuari. El piloto de Toro Rosso se ha dado por aludido y ha respondido con celeridad al pellizco de Godall. Le ha reprendido con una elegante carta en la que aplaude los éxitos del Barcelona, a pesar de reconocerse aficionado del Espanyol. Habla del respeto que le causa una institución de la que su padre es socio y de la admiración hacia Guardiola y sus fabulosos futbolistas.
El tufillo de las palabras del aspirante, en la línea laportiana de los últimos tiempos, han hecho que Alguersuari recuerde, además, su fidelidad a la simbología catalana, como si el hecho de ser seguidor del equipo contrario al oficial de la ciudad le ubicara en la acera de los sospechosos a la causa. Una matización seguramente innecesaria, pero que ha servido para que el piloto declare su "orgullo" por portar la bandera española y la catalana en el mono, sin ningún tipo de pudor. Pero, claro, seguramente la declaración de tal pluralidad nacional habrá terminado de enervar al señor Godall, que en su lema electoral recuerda su intención de liderar un proyecto "comprometido con el país" continuando así por la línea mesiánica de su actual jefe, encantado con la rumbosa mezcla del balón y la política.
No sabemos si salvará Godall en su particular Fórmula 1 a Pedro de la Rosa, barcelonista, sí, pero también cómodo a la hora de viajar con la bandera española. Una pena, quizá piense el señor candidato, que los dos pilotos barceloneses en la competición automovilística más importante del mundo afirmen sin complejos que se sienten catalanes y españoles. Alguersuari porta ambas enseñas, quiere que le llamen Jaime, pero no se enfada si le dicen Jaume, dio su primera rueda de prensa en la Fórmula 1 en catalán y responde en esa lengua cuando los compañeros de la prensa lo requieren. Un ejemplo de naturalidad y de cívica alternancia en un espectáculo global en inglés que no entiende de acentos ni codazos regionales.
Fernando Alonso es del Madrid y no lo oculta, como Jaime Alguersuari del Espanyol, pero lo llevan con prudencia, en la intimidad o en declaraciones moderadas, sin querer herir sensibilidades, porque no están para eso. Les sirve el fútbol de escape en las noches de hotel y de conversación de ascensor con los conocidos en los ratos muertos del circuito. Lo suyo es pilotar y no lo hacen con la camiseta de su club de fútbol bajo el mono ni con el himno en el móvil. No imitan al motorista Jorge Lorenzo, quien homenajeó al gran Barça del pasado año colocando en su Yamaha una docena de escudos azulgranas. Es impensable semejante customización en la Fórmula 1, pero ¿se imaginan que hiciera Alonso algo parecido? Uffff... Menuda provocación, señor Godall.[strike]
Quizá no habría que prestar demasiado atención a las pasiones íntimas del directivo azulgrana, más allá de sus opiniones estrictamente futbolísticas, por las que los socios del Barça le darán su apoyo o no, pero el comentario ha dolido a Jaime Alguersuari. El piloto de Toro Rosso se ha dado por aludido y ha respondido con celeridad al pellizco de Godall. Le ha reprendido con una elegante carta en la que aplaude los éxitos del Barcelona, a pesar de reconocerse aficionado del Espanyol. Habla del respeto que le causa una institución de la que su padre es socio y de la admiración hacia Guardiola y sus fabulosos futbolistas.
El tufillo de las palabras del aspirante, en la línea laportiana de los últimos tiempos, han hecho que Alguersuari recuerde, además, su fidelidad a la simbología catalana, como si el hecho de ser seguidor del equipo contrario al oficial de la ciudad le ubicara en la acera de los sospechosos a la causa. Una matización seguramente innecesaria, pero que ha servido para que el piloto declare su "orgullo" por portar la bandera española y la catalana en el mono, sin ningún tipo de pudor. Pero, claro, seguramente la declaración de tal pluralidad nacional habrá terminado de enervar al señor Godall, que en su lema electoral recuerda su intención de liderar un proyecto "comprometido con el país" continuando así por la línea mesiánica de su actual jefe, encantado con la rumbosa mezcla del balón y la política.
No sabemos si salvará Godall en su particular Fórmula 1 a Pedro de la Rosa, barcelonista, sí, pero también cómodo a la hora de viajar con la bandera española. Una pena, quizá piense el señor candidato, que los dos pilotos barceloneses en la competición automovilística más importante del mundo afirmen sin complejos que se sienten catalanes y españoles. Alguersuari porta ambas enseñas, quiere que le llamen Jaime, pero no se enfada si le dicen Jaume, dio su primera rueda de prensa en la Fórmula 1 en catalán y responde en esa lengua cuando los compañeros de la prensa lo requieren. Un ejemplo de naturalidad y de cívica alternancia en un espectáculo global en inglés que no entiende de acentos ni codazos regionales.
Fernando Alonso es del Madrid y no lo oculta, como Jaime Alguersuari del Espanyol, pero lo llevan con prudencia, en la intimidad o en declaraciones moderadas, sin querer herir sensibilidades, porque no están para eso. Les sirve el fútbol de escape en las noches de hotel y de conversación de ascensor con los conocidos en los ratos muertos del circuito. Lo suyo es pilotar y no lo hacen con la camiseta de su club de fútbol bajo el mono ni con el himno en el móvil. No imitan al motorista Jorge Lorenzo, quien homenajeó al gran Barça del pasado año colocando en su Yamaha una docena de escudos azulgranas. Es impensable semejante customización en la Fórmula 1, pero ¿se imaginan que hiciera Alonso algo parecido? Uffff... Menuda provocación, señor Godall.[strike]