Primero el Barça, porque jugó antes, está delante y juega mejor. Me asombró la marimorena que se armó con la expulsión de Piqué: están mal acostumbrados. Piqué es un buen tipo, pero se le fue la cabeza. Esas cosas pasan y lo que toca entonces es la expulsión. Al Barça le alteró tanto que pudo costarle un partido que le ganó Messi. A éste se le había ido la cabeza el sábado anterior, cuando aquella patada de desahogo por detrás a Diego Castro, así que en puridad no debería haber estado ayer. Estuvo por la indulgencia del villarato. Esa indulgencia que echó en falta el coro indignado de barcelonistas en el caso de Piqué.
Entre eso y la expulsión final de Márquez, me figuro que esta semana me preguntará mucha gente por el villarato, así que vaya por delante que me parecen bien las dos, que Messi no debió jugar, que el primer gol es anulable, porque Ibrahimovic está adelantado y el balón pasa junto a él, y que Abidal le hace penalti a Pedro Ríos. Eso es lo que vi ayer. Si el Camp Nou se enfadó tanto entiendo que es porque la palabra villarato empieza a mortificar. Por cierto: si la palabra ha cuajado como ha cuajado, es porque tiene fundamento. Las palabras echadas al aire, sin base que las sustente, no arraigan, caen y se evanescen.
Y luego el Madrid. Un partido más o menos de trámite, uno más ganado en el Bernabéu. Encarrilado pronto, embellecido al final con un golazo de Higuaín, que me sigue pareciendo el mejor delantero que tiene el Madrid, sin que con ello quiera yo hacer aquí de menos las posibilidades de Benzema ni los esfuerzos de Raúl, cuyos cabezazos ayer, varios y buenos, fueron neutralizados por Kameni. Los cinco puntos, cuatro de los cuales se explican vía Villarato-El Molinón, siguen ahí. Y ahora tenemos semana de comités. ¿Faltarán Piqué y Márquez en el Calderón, además de Alves? Permanezcan atentos.
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