Nada tiene que ver esta dinámica perversa con una conspiración universal. El Madrid se ha vuelto impaciente y nervioso, preso de constantes insatisfacciones. Siempre fue el más estable y sereno de los clubes españoles, cualidades que le permitieron tomar una considerable ventaja sobre sus rivales. Los viejos aficionados no olvidan los mediocres años del Barça entre 1960 y 1990, consumido por los mismos defectos que ahora se aprecian en el Madrid. Era un equipo sin identidad, más preparado para lamentarse que para competir. Su autocompasión le hizo débil, le apartó de la realidad, le alejó del Madrid.
Ahora se habla del profundo efecto que tuvo Cruyff en el Barça, y siempre se refiere el cambio a cuestiones futbolísticas. Es indudable su contribución en este aspecto, pero hubo otro impacto de igual o mayor calibre: el abandono del victimismo como motor de la historia. Más que eso, Cruyff comenzó a trasladar al Madrid el problema que tanto daño hizo al Barça. Dos décadas después, el resultado se aprecia en el clima casi paranoico que se ha instalado alrededor del Real Madrid.
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El enesimo zas...y esto continua