Ensuciar al Tata y mentir en el intento
Por Rubén Uría | Rubén Uría – Hace 6 horas
En trance, casi poseído por la posesión, el pesimismo atávico culé ha visto peligrar su denominación de origen y ha abierto un debate sobre la filosofía de juego del club. Un debate que, en lo futbolístico, tiene altura. Pero que, espoleado por la caverna (que lleva años deseando que el Barça se despeñe) y amplificado por el entorno (aún más nocivo que la caverna), ha derivado en un debate cainita, pernicioso y revanchista. Es más, ha acabado siendo un debate autodestructivo. Un año después de que al Barça se le afease su falta de pegada, su nulo instinto asesino y su excesiva retórica en posesiones sin profundidad, el debate pegó un giro brutal hasta redefinirse en una nueva clave. En presuntas esencias que, por lo visto, se estaban corrompiendo. Y ese origen, dicen, tuvo lugar en Vallecas. Ante un equipo, a caballo entre lo valiente y lo suicida, que instó al Barça a buscar pelotas al espacio para ganar al contragolpe. Ese signo de inteligencia para leer un partido, algo puntual que no continuo, fue interpretado como alta traición a los principios (¿?).
Como un juicio sumarísimo, con culpables con nombres y apellidos, sobre el estilo del Barcelona que, según ellos, ha mutado en un engendro irreconocible. Primero se le reprochaba al Barça su falta de pegada, ahora su exceso de contundencia; antes era demasiado barroco y ahora era demasiado rústico. La realidad, que siempre va más allá de las opiniones, acabó imponiéndose después de que el Barça, fiel a su estilo, arrollase a la Real en una primera parte estupenda. Con posesión y profundidad, el público del Camp Nou se deshizo en aplausos. El debate se fue por el sumidero y el socio se marchó encantado. Su Barça, que lejos de traicionar su estilo, siguió sacándole brillo.
A la espera de encontrar la excelencia en el juego, este Barça la disfruta en el marcador. Hablan los números: ha igualado el mejor arranque de Liga de toda su historia, firmando un pleno de 6 de 6, con una diferencia de +17, es líder y tiene una Supercopa en el zurrón. No está nada mal para Martino, que recibió un equipo deprimido (después de la paliza ante el Bayern, parecía que el equipo tenía que pedir perdón por ganar la Liga) y que sigue siendo víctima de una campaña de desprestigio brutal, amparada por el desconocimiento atroz de gran parte de la profesión periodística de este país. También los hay que disfrutan machacando al Tata porque, de ese modo, abofetean al presidente, Sandro Rosell.
Al Tata, al que cada día tratan como al Tato, le espera una tarea ingrata. Tendrá que tirar los dados. Si saca cualquier número que no sea seis, será culpable. Y si saca seis, le obligarán a volver a tirar el dado. Martino ya sabe qué escenario ocupa: si el equipo es un rodillo, gana y juega bien, será autogestión del vestuario. Si no carbura, si se atasca y pierde un par de partidos, le pondrán a parir. Y si un día, como en Vallecas, encuentra otras fórmulas, legítimas, para conseguir la victoria, le acusarán de patear el libro de estilo. El entrenador del Barcelona, que no se ofreció para el cargo, sino que le llamaron para ocuparlo, ya sabe qué tierra pisa. Algunos se han pasado una semana diciendo que el Tata falta al respeto al estilo de juego del Barça, pero la verdad es que al que se le ha faltado al respeto, desde que aterrizó, es al Tata.
Los suministradores de estramonio, esos gallos que cacarean encima de una montaña de estiércol, no perdieron ni un solo instante en laminar la goleada del Barça ante la Real, ignorando sus números de récord. En su lugar, alimentaron un supuesto cabreo monumental de Messi con su entrenador por cambiarle a pocos minutos para el final del partido. Exclusiva. Escándalo. No deja de ser curioso que ahora, los que destacan el enfado de Messi con Martino, sean los mismos que, durante meses, han defendido una teoría miserable, que Martino era el entrenador del Barça por imposición de Messi. Si el argentino era el pequeño dictador que había puesto el técnico que a él le daba la gana ¿cómo es posible que Martino, que según ellos es un hombre de paja, al que han puesto ahí los Messi, se haya atrevido a cambiar al que manda en el club? Para eso no tienen respuesta. Nunca la tendrán. Seguirán ensuciando al Tata y mentirán en el intento.
Rubén Uría / Eurosport
Por Rubén Uría | Rubén Uría – Hace 6 horas
En trance, casi poseído por la posesión, el pesimismo atávico culé ha visto peligrar su denominación de origen y ha abierto un debate sobre la filosofía de juego del club. Un debate que, en lo futbolístico, tiene altura. Pero que, espoleado por la caverna (que lleva años deseando que el Barça se despeñe) y amplificado por el entorno (aún más nocivo que la caverna), ha derivado en un debate cainita, pernicioso y revanchista. Es más, ha acabado siendo un debate autodestructivo. Un año después de que al Barça se le afease su falta de pegada, su nulo instinto asesino y su excesiva retórica en posesiones sin profundidad, el debate pegó un giro brutal hasta redefinirse en una nueva clave. En presuntas esencias que, por lo visto, se estaban corrompiendo. Y ese origen, dicen, tuvo lugar en Vallecas. Ante un equipo, a caballo entre lo valiente y lo suicida, que instó al Barça a buscar pelotas al espacio para ganar al contragolpe. Ese signo de inteligencia para leer un partido, algo puntual que no continuo, fue interpretado como alta traición a los principios (¿?).
Como un juicio sumarísimo, con culpables con nombres y apellidos, sobre el estilo del Barcelona que, según ellos, ha mutado en un engendro irreconocible. Primero se le reprochaba al Barça su falta de pegada, ahora su exceso de contundencia; antes era demasiado barroco y ahora era demasiado rústico. La realidad, que siempre va más allá de las opiniones, acabó imponiéndose después de que el Barça, fiel a su estilo, arrollase a la Real en una primera parte estupenda. Con posesión y profundidad, el público del Camp Nou se deshizo en aplausos. El debate se fue por el sumidero y el socio se marchó encantado. Su Barça, que lejos de traicionar su estilo, siguió sacándole brillo.
A la espera de encontrar la excelencia en el juego, este Barça la disfruta en el marcador. Hablan los números: ha igualado el mejor arranque de Liga de toda su historia, firmando un pleno de 6 de 6, con una diferencia de +17, es líder y tiene una Supercopa en el zurrón. No está nada mal para Martino, que recibió un equipo deprimido (después de la paliza ante el Bayern, parecía que el equipo tenía que pedir perdón por ganar la Liga) y que sigue siendo víctima de una campaña de desprestigio brutal, amparada por el desconocimiento atroz de gran parte de la profesión periodística de este país. También los hay que disfrutan machacando al Tata porque, de ese modo, abofetean al presidente, Sandro Rosell.
Al Tata, al que cada día tratan como al Tato, le espera una tarea ingrata. Tendrá que tirar los dados. Si saca cualquier número que no sea seis, será culpable. Y si saca seis, le obligarán a volver a tirar el dado. Martino ya sabe qué escenario ocupa: si el equipo es un rodillo, gana y juega bien, será autogestión del vestuario. Si no carbura, si se atasca y pierde un par de partidos, le pondrán a parir. Y si un día, como en Vallecas, encuentra otras fórmulas, legítimas, para conseguir la victoria, le acusarán de patear el libro de estilo. El entrenador del Barcelona, que no se ofreció para el cargo, sino que le llamaron para ocuparlo, ya sabe qué tierra pisa. Algunos se han pasado una semana diciendo que el Tata falta al respeto al estilo de juego del Barça, pero la verdad es que al que se le ha faltado al respeto, desde que aterrizó, es al Tata.
Los suministradores de estramonio, esos gallos que cacarean encima de una montaña de estiércol, no perdieron ni un solo instante en laminar la goleada del Barça ante la Real, ignorando sus números de récord. En su lugar, alimentaron un supuesto cabreo monumental de Messi con su entrenador por cambiarle a pocos minutos para el final del partido. Exclusiva. Escándalo. No deja de ser curioso que ahora, los que destacan el enfado de Messi con Martino, sean los mismos que, durante meses, han defendido una teoría miserable, que Martino era el entrenador del Barça por imposición de Messi. Si el argentino era el pequeño dictador que había puesto el técnico que a él le daba la gana ¿cómo es posible que Martino, que según ellos es un hombre de paja, al que han puesto ahí los Messi, se haya atrevido a cambiar al que manda en el club? Para eso no tienen respuesta. Nunca la tendrán. Seguirán ensuciando al Tata y mentirán en el intento.
Rubén Uría / Eurosport