por Tritranquil Vie Feb 15, 2013 11:46 pm
Para ti la pelota. Es lo que dijo Ferguson a Mourinho, y es lo que cada vez hacen más equipos que se enfrentan al Madrid. No importa cómo jueguen el resto de los partidos, porque han aprendido que donde el conjunto blanco es mortal es al espacio, en velocidad, a la contra. Si no encuentra por donde correr, puede convertirse en uno más. El Manchester es un equipo ofensivo, pero al prágmatico Ferguson poco le importan las formas. Es un poder fáctico en la Premier que está por encima del bien y del mal. Maneja numerosos jugadores y había compuesto, antes del Bernabéu, 37 alineaciones distintas en lo que va de temporada en todas las competiciones. Que el Madrid aprenda la lección para Old Trafford.
Después del choque en el Bernabéu, Mourinho apeló al orgullo del rival, al cuestionar el planteamiento de su homólogo y apelar a idiosincrasia británica en la vuelta, delante de sus aficionados. Me temo que eso es un brindis al sol para sir Ferguson, aunque sea con uno de los caldos más caros de su bodega. La última vez que eliminó al Barcelona de la Champions, el postrero año de Rijkaard, se parapetó en el Camp Nou de la misma forma que en Old Trafford, donde hizo valer un extraordinario tanto de Paul Scholes, un centrocampista de magisterio. Atentos, pues, al precedente.
Con posterioridad, el Manchester ha recibido dos tremendos correctivos en sendas finales contra los azulgrana, frente a los que Ferguson ha sido incapaz de encontrar antídotos. Todos saben cómo juega el Barcelona, pero su versatilidad y cantidad de soluciones son muy difíciles de combatir. La manta, ya se sabe, no cubre los pies y la cabeza. Además, el Barcelona ha procurado añadir variables cada temporada, con mayor o menor éxito, y en ese sentido se inscriben el paso de Ibrahimovic, un gigante, o la llegada de Cesc, con el mismo código genético que Xavi o Iniesta, pero además la verticalidad 'made in Premier'.
Algo parecido sucede por parte de los adversarios contra el Madrid. La diferencia es que el equipo de Mourinho es exactamente el mismo que el del año pasado, pero más desgastado, en lo físico y lo mental. La llegada de Modric tenía esa intención, añadir una variable, aunque de momento sin el resultado esperado. Es un futbolista de reparto, no un protagonista. La mayor profundidad de Khedira supone, asimismo, un paso adelante, pero al alemán le falta la sutileza que necesita un mediapunta. Sus llegadas no son como las de Marcelo, y ésas sí que las echa de menos el equipo.
A pesar de todo, el Madrid mereció más ante el Manchester, en especial por su capacidad para producir remates en el primer tiempo. Después, bajó en su claridad e intensidad, encontró a De Gea, en estado de gracia, y acabó por arriesgar verdaderamente la eliminatoria. El 1-1 es un mal resultado, hablemos claro, pero no una condena, dada su capacidad de fuego en cualquier campo. La virtud de Cristiano, imponente en el remate del empate, tiene el reverso de un vicio a balón parado. No hay manera para Mou de detener la hemorragia. Después de las dudas vertidas sobre Casillas, ahora quien duda es Diego López, por mucho que se redimiera en el desenlace.
De los cuatro encuentros de Champions disputados en este primer turno de octavos, ninguno de los equipos ha ganado en casa, lo que quiere decir que los primeros de grupo han hecho valer su jerarquía. Barcelona y Madrid continúan como los dos equipos más referenciales del planeta, pero recrearse en esa superioridad es, en mi opinión, un error que ya cometieron el año pasado. Hemos visto al Borussia Dortmund y al Bayern Múnich ser mejores que el Madrid, en el juego y en el resultado, y hemos observado al Barcelona caer ante el Chelsea sino es capaz de convertir su posesión en gol. Por lo tanto, hablemos de dos de los mejores equipos del mundo, miremos un poco más hacia afuera y no tanto hacia adentro antes de realizar análisis, y que ambos equipos jueguen para ganar, no para demostrar que son los reyes. Si no, se les puede caer la corona. Que así sea en Old Trafford.