Hago un poco de promoción del pueblo de mi madre:
http://www.paradoresactivo.es/arteypatrimonio/index.php?at=973
Atraído por lo que ha leído de su iglesia parroquial, a la que llaman "la catedral de la Mancha", nuestro viajero llega a Yepes. Las guías turísticas se hacen eco de sus grandes dimensiones y la consideran, después de la catedral de Toledo, el monumento religioso más importante de la provincia. No puede perderse un edificio tan singular, deseoso siempre de atesorar en su retina y en su cámara fotográfica, nuevas imágenes artísticas.
Entra el caminante por la puerta de la Villa, también llamada de San Cristóbal, de la antigua muralla, que conserva sus dos torrecillas almenadas. Pero antes ha contemplado sorprendido un magnífico ejemplo de gótico isabelino: un rollo inquisitorial, o picota, que se yergue orgulloso en una rotonda. Situado fuera de la muralla, hoy presenta un aspecto incompleto, ya que le falta su remate. Sin embargo, no ha perdido un ápice de su belleza. El viajero la admira, y no se para a pensar en las terribles escenas que en tiempos más tristes tendrían lugar aquí. Tras franquear el arco, se vuelve y descubre en su cara interna una pequeña hornacina con un gracioso San Cristóbal, que parece darle la bienvenida.
Cuando se adentra en el laberinto de calles que conservan su trazado medieval, va descubriendo otros restos interesantes de la muralla de esta importante villa, cedida por Alfonso VIII al arzobispo de Toledo, Jiménez de Rada, y vendida, según le cuentan, por el rey Felipe II siglos después a su concejo ciudadano. Se trata de dos torres albarranas que han desafiado el paso de los años, y a las que se han pegado, como lapas, otras construcciones más modernas. Se suceden ante los ojos del viajero, siempre ávidos por descubrir pequeños tesoros, casonas nobles, con sus escudos heráldicos, y otras menos nobles, con grandes portadas de madera y cubierta de tejas, tan características de estas tierras manchegas. También encuentra algunas edificaciones del siglo XVII, época en la que Yepes recobró viejos esplendores perdidos, como el convento barroco de Carmelitas y los hospitales de la Concepción y San Nicolás.
Relatan al paseante leyendas de amores entre judíos y cristianos con finales siempre trágicos, que, como en tantos otros lugares de la piel de toro, tuvieron como escenario la villa de Yepes. Y es que esta localidad tuvo en la época medieval un importante censo de pobladores judíos, árabes y cristianos, que vivían en una idealizada, y no siempre cierta, convivencia pacífica. Por este motivo, y por su riqueza patrimonial, dicen al viajero con mucho orgullo que recibe este pueblo el apelativo de la "toledillo" de la Mancha.
Al final de una animada calle, divisa la impresionante y porticada plaza Mayor. Pero cuando intenta acceder a ella, una valla metálica le impide el paso. ¡Oh desilusión! Toda la plaza está en obras y solamente se puede pasear debajo de los pórticos. La plaza quedará bonita, o eso esperan los yeperos, cuando la terminen; aunque las obra parecen alargarse más de lo previsto. Dos edificios llaman la atención del caminante en esta plaza: el denominado "Edificio de las Buhardillas", del XVIII, cuya planta y trazado fue supervisado por Juan de Villanueva, y la desafiante mole de la colegiata de San Benito Abad.
Al encontrarse frente a la iglesia, y a pesar de que no puede contemplarla desde todas las perspectivas que quisiera, por culpa de las dichosas reformas -¿por qué tiene que afectar tanto el paso del tiempo a las obras humanas?- piensa que su visita a Yepes ha quedado perfectamente justificada. En su exterior examina despacio las dos portadas renacentistas y se sorprende con los sesenta metros de altura de su torre. Es una obra del siglo XVI, le explican, trazada por el más notable arquitecto de Toledo: Alonso de Covarrubias. No quiere dilatar más tiempo su ingreso en el que supone será magnífico templo. Su intuición no le engaña: al entrar por los pies de la nave principal, su mirada se pierde en el bosque de impresionantes columnas, con pilares fasciculados y bóvedas de nervaduras estrelladas, características del último gótico. El viajero las conoce bien; para algo tienen que servirle tantos estudios de historia del arte. No dejan de sorprenderle las capillas laterales, con sus rejerías platerescas. Pero algo le disgusta la capilla barroca del Cristo, del siglo XVIII: no puede impedir que le moleste la incursión de ese estilo no muy querido por él en el conjunto renacentista del templo. Pero hay algo que le atrae como un imán en la cabecera del edificio: el altar mayor; y es que sabe que alberga lienzos de gran tamaño de Luis Tristán, el que fuera el mejor alumno de Domenico Theotocopuli, más conocido como el Greco. En su contemplación pierde la noción del tiempo. Una reciente restauración -al menos eso es lo que él piensa- ha sacado a la luz los colores brillantes y las líneas que el autor dibujó. Las escenas de la vida de Cristo están contadas con un extremo realismo. Una voz hace volver a la realidad al visitante absorto en sus pensamientos: "La iglesia se cierra".
Ya está otra vez al viajero en las calles de Yepes. Está anocheciendo, pero no quiere renunciar a ver las puertas de la muralla que aún le restan: la de Toledo o del Carmen, y la Puerta Nueva o de la Lechuguina. Es hora de partir, no sin antes hacerse un firme propósito: regresar a Yepes. Habrá que ver si la plaza ha quedado bonita después de las obras.
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Aranjuez esta en Madrid, sus habitantes se consideran de Madrid y cuidadito con decirles que son de Toledo, aunque geograficamente son más de Toledo que de Madrid.
Aranjuez esta a 45 km de Toledo (ciudad) y a 45 km de Madrid(ciudad).
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Atraído por lo que ha leído de su iglesia parroquial, a la que llaman "la catedral de la Mancha", nuestro viajero llega a Yepes. Las guías turísticas se hacen eco de sus grandes dimensiones y la consideran, después de la catedral de Toledo, el monumento religioso más importante de la provincia. No puede perderse un edificio tan singular, deseoso siempre de atesorar en su retina y en su cámara fotográfica, nuevas imágenes artísticas.
Entra el caminante por la puerta de la Villa, también llamada de San Cristóbal, de la antigua muralla, que conserva sus dos torrecillas almenadas. Pero antes ha contemplado sorprendido un magnífico ejemplo de gótico isabelino: un rollo inquisitorial, o picota, que se yergue orgulloso en una rotonda. Situado fuera de la muralla, hoy presenta un aspecto incompleto, ya que le falta su remate. Sin embargo, no ha perdido un ápice de su belleza. El viajero la admira, y no se para a pensar en las terribles escenas que en tiempos más tristes tendrían lugar aquí. Tras franquear el arco, se vuelve y descubre en su cara interna una pequeña hornacina con un gracioso San Cristóbal, que parece darle la bienvenida.
Cuando se adentra en el laberinto de calles que conservan su trazado medieval, va descubriendo otros restos interesantes de la muralla de esta importante villa, cedida por Alfonso VIII al arzobispo de Toledo, Jiménez de Rada, y vendida, según le cuentan, por el rey Felipe II siglos después a su concejo ciudadano. Se trata de dos torres albarranas que han desafiado el paso de los años, y a las que se han pegado, como lapas, otras construcciones más modernas. Se suceden ante los ojos del viajero, siempre ávidos por descubrir pequeños tesoros, casonas nobles, con sus escudos heráldicos, y otras menos nobles, con grandes portadas de madera y cubierta de tejas, tan características de estas tierras manchegas. También encuentra algunas edificaciones del siglo XVII, época en la que Yepes recobró viejos esplendores perdidos, como el convento barroco de Carmelitas y los hospitales de la Concepción y San Nicolás.
Relatan al paseante leyendas de amores entre judíos y cristianos con finales siempre trágicos, que, como en tantos otros lugares de la piel de toro, tuvieron como escenario la villa de Yepes. Y es que esta localidad tuvo en la época medieval un importante censo de pobladores judíos, árabes y cristianos, que vivían en una idealizada, y no siempre cierta, convivencia pacífica. Por este motivo, y por su riqueza patrimonial, dicen al viajero con mucho orgullo que recibe este pueblo el apelativo de la "toledillo" de la Mancha.
Al final de una animada calle, divisa la impresionante y porticada plaza Mayor. Pero cuando intenta acceder a ella, una valla metálica le impide el paso. ¡Oh desilusión! Toda la plaza está en obras y solamente se puede pasear debajo de los pórticos. La plaza quedará bonita, o eso esperan los yeperos, cuando la terminen; aunque las obra parecen alargarse más de lo previsto. Dos edificios llaman la atención del caminante en esta plaza: el denominado "Edificio de las Buhardillas", del XVIII, cuya planta y trazado fue supervisado por Juan de Villanueva, y la desafiante mole de la colegiata de San Benito Abad.
Al encontrarse frente a la iglesia, y a pesar de que no puede contemplarla desde todas las perspectivas que quisiera, por culpa de las dichosas reformas -¿por qué tiene que afectar tanto el paso del tiempo a las obras humanas?- piensa que su visita a Yepes ha quedado perfectamente justificada. En su exterior examina despacio las dos portadas renacentistas y se sorprende con los sesenta metros de altura de su torre. Es una obra del siglo XVI, le explican, trazada por el más notable arquitecto de Toledo: Alonso de Covarrubias. No quiere dilatar más tiempo su ingreso en el que supone será magnífico templo. Su intuición no le engaña: al entrar por los pies de la nave principal, su mirada se pierde en el bosque de impresionantes columnas, con pilares fasciculados y bóvedas de nervaduras estrelladas, características del último gótico. El viajero las conoce bien; para algo tienen que servirle tantos estudios de historia del arte. No dejan de sorprenderle las capillas laterales, con sus rejerías platerescas. Pero algo le disgusta la capilla barroca del Cristo, del siglo XVIII: no puede impedir que le moleste la incursión de ese estilo no muy querido por él en el conjunto renacentista del templo. Pero hay algo que le atrae como un imán en la cabecera del edificio: el altar mayor; y es que sabe que alberga lienzos de gran tamaño de Luis Tristán, el que fuera el mejor alumno de Domenico Theotocopuli, más conocido como el Greco. En su contemplación pierde la noción del tiempo. Una reciente restauración -al menos eso es lo que él piensa- ha sacado a la luz los colores brillantes y las líneas que el autor dibujó. Las escenas de la vida de Cristo están contadas con un extremo realismo. Una voz hace volver a la realidad al visitante absorto en sus pensamientos: "La iglesia se cierra".
Ya está otra vez al viajero en las calles de Yepes. Está anocheciendo, pero no quiere renunciar a ver las puertas de la muralla que aún le restan: la de Toledo o del Carmen, y la Puerta Nueva o de la Lechuguina. Es hora de partir, no sin antes hacerse un firme propósito: regresar a Yepes. Habrá que ver si la plaza ha quedado bonita después de las obras.
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Aranjuez esta en Madrid, sus habitantes se consideran de Madrid y cuidadito con decirles que son de Toledo, aunque geograficamente son más de Toledo que de Madrid.
Aranjuez esta a 45 km de Toledo (ciudad) y a 45 km de Madrid(ciudad).
Última edición por Elias Grodin el Dom Mayo 01, 2011 11:57 pm, editado 1 vez