Hernán Claus (hclaus@ole.com.ar)
Ganó el Madrid. Con garra y el triple 5, contuvo al Barsa, empató con diez y le encontró un punto flojo: el juego aéreo.
Aprendió la lección de ver tantas veces la manito. Se dio cuenta de que es inferior al Barcelona, más allá de dirigir al Real Madrid, que si juega igual que siempre pierde con baile. Mourinho es un especialista en herir a Guardiola y ayer lo volvió a demostrar con su esquema 4-3-3, con Pepe jugando como volante central, con Ozil en el banco. No utilizó la táctica del Shakhtar: no le disputó la pelota ni lo atacó. El protagonismo lo dejó en el vestuario. Sabe que lo mejor del Madrid es jugar de contragolpe y no tuvo miedo al ridículo de perder por escándalo la posesión. El Real se terminó de despedir de la Liga, ya que sólo le servía el triunfo. Pero el 1-1, con el plus de haber llegado a la igualdad con uno menos, lo pone de pie pensando en los tres duelos que faltan por la Copa del Rey y la Champions. Porque ahora se viene partidos únicos, sin tabla de posiciones que te den un colchón de puntos, y el Merengue dejó en claro que creció como equipo. Claro, nunca será parecido a un team de Pep.
Mourinho salió a empiojar el juego en la mitad de la cancha. Batalla. Falta táctica. Cuando el rival dejó un hueco, contra a la velocidad de la luz. Y mucho fuego en la pelota parada. El Barsa lo siente y el Real se lo hizo sentir. Por arriba tuvo las mejores chances. La receta, mirando la de Guardiola, parece defensiva. Pero no lo es. Barcelona es el mejor del mundo. Y el Real jugó sabiendo eso. Entonces, buscó primero cómo llevar el toqueteo infernal lejos de Casillas (lo consiguió) y cuando se encontró 0-1, con uno menos, le metió confusión al match, ya con Ozil y Adebayor en cancha. Al rival le costó hacer valer el hombre de más y Marcelo encontró el premio. Los hinchas terminaron aplaudiendo un empate que hace campeón a su clásico rival.
Ganó Mourinho.
Ganó el Madrid. Con garra y el triple 5, contuvo al Barsa, empató con diez y le encontró un punto flojo: el juego aéreo.
Aprendió la lección de ver tantas veces la manito. Se dio cuenta de que es inferior al Barcelona, más allá de dirigir al Real Madrid, que si juega igual que siempre pierde con baile. Mourinho es un especialista en herir a Guardiola y ayer lo volvió a demostrar con su esquema 4-3-3, con Pepe jugando como volante central, con Ozil en el banco. No utilizó la táctica del Shakhtar: no le disputó la pelota ni lo atacó. El protagonismo lo dejó en el vestuario. Sabe que lo mejor del Madrid es jugar de contragolpe y no tuvo miedo al ridículo de perder por escándalo la posesión. El Real se terminó de despedir de la Liga, ya que sólo le servía el triunfo. Pero el 1-1, con el plus de haber llegado a la igualdad con uno menos, lo pone de pie pensando en los tres duelos que faltan por la Copa del Rey y la Champions. Porque ahora se viene partidos únicos, sin tabla de posiciones que te den un colchón de puntos, y el Merengue dejó en claro que creció como equipo. Claro, nunca será parecido a un team de Pep.
Mourinho salió a empiojar el juego en la mitad de la cancha. Batalla. Falta táctica. Cuando el rival dejó un hueco, contra a la velocidad de la luz. Y mucho fuego en la pelota parada. El Barsa lo siente y el Real se lo hizo sentir. Por arriba tuvo las mejores chances. La receta, mirando la de Guardiola, parece defensiva. Pero no lo es. Barcelona es el mejor del mundo. Y el Real jugó sabiendo eso. Entonces, buscó primero cómo llevar el toqueteo infernal lejos de Casillas (lo consiguió) y cuando se encontró 0-1, con uno menos, le metió confusión al match, ya con Ozil y Adebayor en cancha. Al rival le costó hacer valer el hombre de más y Marcelo encontró el premio. Los hinchas terminaron aplaudiendo un empate que hace campeón a su clásico rival.
Ganó Mourinho.