Pocos repararon en su importancia en aquel invierno de la temporada 2006-2007, cuando el Madrid de Capello se desplomaba frente a lo que parecía un Barça triunfal: ganador de las dos últimas Ligas, vencedor de la Copa de Europa, trufado de estrellas como Ronaldinho, Etoo, el emergente Messi y muchos de los que cuatro años después formarían el núcleo esencial de la selección campeona de Europa y del Mundo, gente como Xavi, Iniesta y Puyol. En ese ambiente desesperanzado aterrizó Higuaín junto a Gago y Marcelo. De los tres era el que despertó menos atención mediática. Gago era el medio centro de Boca Juniors, internacional perseguido por varios equipos europeos. Marcelo, el más joven de todos, venía con el sello de su fama juvenil y el plus que suele acreditar a los laterales brasileños. Higuaín era una incógnita. Lo más curioso es que algunos sectores del periodismo no le han retirado la etiqueta. 122 partidos y 66 goles después –un excelente promedio de 0,5 goles por partido, bastante mayor aun cuando se ha instalado en la titularidad-, los prejuicios contra Higuaín son casi los mismos que en sus primeros partidos. Ningún jugador del Madrid ha tenido que demostrar más para recibir el aprecio que merece. Durante estos cuatro años ha coincidido con Ronaldo, Raúl, Van Nistelrooy, Huntelaar y Benzema. Unos han sido ídolos históricos. Otros, jóvenes precedidos por la fama que Higuaín no tenía y por el prestigio mediático que suelen producir los fichajes millonarios. En estas condiciones el desafío del jugador argentino resultaba más que complicado, tanto por la competencia como por los recelos que provocaba. Se hicieron chistes, algún periodista señaló que no estaba en condiciones de jugar en Segunda División y se dedicó mucho más tiempo a airear sus presuntos defectos –el más comentado era su imprecisión en el remate- que a elogiar sus cualidades. No es nada fácil emerger en este paisaje, y mucho menos en un Madrid atacado por las urgencias y por una crisis que convirtió al club en un territorio de luchas banderizas.Había algo de insólito en la negación a Higuaín. Recién cumplidos los 19, a una edad que sólo permite el fulgor a delanteros excepcionales, Higuaín comenzó a producir. Marcó su primer gol en el Manzanares, tanto de la victoria además, en un partido que invirtió la Liga. Lejos de derrumbarse, como se había previsto, el Madrid se resistió a conceder el campeonato al Barça. Volvió a manifestar muchas de sus cualidades –la potencia, el tiro, su capacidad para barrer todo el frente del ataque- en algunos de los partidos finales, incluido el decisivo frente al Mallorca, donde se comportó como un veterano sin miedo. Desde ahí, las estadísticas explican con frialdad su impacto: 2 goles (2006-07), 8 (2007-08), 22 (2008-09), 27 (2009-10) y siete en los doce partidos que ha disputado esta temporada, a pesar de expresarse con menos rotundidad en sus acciones.
El efecto de la hernia discal estaba claro, lo que multiplica el mérito de sus actuaciones. Los números explican con nitidez la progresión de un delantero que cumplirá 23 años la próxima semana. Pero los números no lo dicen todo, ni mucho menos, de lo que significa Higuaín. En primer lugar, es uno de los futbolistas más competitivos del fútbol actual. Lo es en su equipo, donde ha tenido que imponerse a figuras de talla mundial, y también lo ha manifestado en la selección argentina, donde el grado de competencia es brutal. Gente como Tévez, Agüero o Diego Milito, por citar a las estrellas más relevantes, representan un obstáculo insalvable. Higuaín tardó en llegar a la selección, pero fue titular en el Mundial –cuatro goles en cuatro partidos- y está ahí para quedarse. Las resistencias a Higuaín forman parte del carácter subjetivo del fútbol, pero en algunos casos son prejuicios ciegos o interesados. Muchos de los reproches que se la hacen –su escaso impacto en los grandes partidos- son discutibles, o son más convenientes para jugadores con mayor protección mediática. Todos los partidos son trascendentales para el Madrid, pero especialmente en esta época, donde el Barça no permite un respiro a nadie. Antes del duelo del Camp Nou, Higuaín no sólo había marcado su habitual cuota de goles, sino que anotó el primero de su equipo en San Siro, frente al Milán, en El Molinón, frente al Sporting, y en el Bernabéu, ante el Athletic. Jugador de primeros goles, no de los que se suma a la fiesta de los partidos ganados. Este dato es impagable en un delantero, y, más aún, en los delanteros de los equipos sometidos a enormes exigencias.Si los goles suelen definir esencialmente a los delanteros, la producción no admite demasiadas quejas. Menos aún en esta temprana fase de su carrera. Pero a su apetito en el área añade algunas cualidades imprescindibles, especialmente en el Madrid de esta época. Los equipos de Mourinho suelen definirse por su orden defensivo –el trastazo del Camp Nou no niega el estimable apaño defensivo de sus equipos- y por su facilidad para generar y aprovechar el caos en los rivales. Pocos jugadores están mejor perfilados para un equipo de Mourinho que Higuaín. De ahí que su previsible baja signifique un grave problema para el Madrid. ¿Qué ofrece Higuaín a Mourinho? La capacidad para convertirse en un jugador difícilmente detectable por las defensas. En sí misma es una cualidad siempre importante. Lo es mucho más en un equipo que dispone de delanteros tan eléctricos como Cristiano y Di María, que pueden aprovecharse del desconcierto que produce la actividad de Higuaín en todo el frente del ataque y en zonas que parecen prohibidas a los delanteros. También es un jugador perfecto para Ozil, pasador letal cuando tiene campo por delante y mucha gente en movimiento. El segundo gol frente al Athletic define muy bien lo que prefiere Mourinho y lo que más conviene a sus delanteros. Fue un contragolpe que inició Higuaín como lateral derecho, con una conducción vertiginosa, el desconcierto de los defensas del Athletic y el pase perfecto a Ozil. Del resto se ocuparon el alemán y Cristiano: aceleración, campo abierto, caos defensivo y el gol. La intervención de Higuaín pasó inadvertida, pero en realidad definió sus características como delantero, uno de los pocos que amenazan seriamente desde cualquier parte del campo. El argentino es un delantero sin posición, un cometa fulgurante necesario para este Madrid. No parecería estar hecho para el Barça de Guardiola, donde la referencia de la posición es sagrada.
Sin Higuaín, el equipo dispondrá todavía de un gran arsenal de recursos ofensivos, especialmente en la Liga, pero su baja evitará la ventaja de la sorpresa que siempre proporciona este delantero singular: aparece como un ciclón desde cualquier parte, desde lugares imprevistos en muchas ocasiones, a veces desde detrás del medio campo, con un vigor, una aceleración y un apetito por el gol que atormenta a los defensas. En ese sentido, no tiene sustituto. Y esa es una pésima noticia para el Real Madrid.
para mi un +1 para Segurola, es increible que aun escriba para Marca.