Y entrando en su aposento, sacó de él una maletilla vieja, cerrada con una cadenilla, y abriéndola, halló en ella tres libros grandes y unos papeles de muy buena letra, escritos de mano. El primer libro que abrió vio que era Don Cirongilio de Tracia, y el otro, de Felixmarte de Hircania, y el otro, la Historia del Gran Capitán Gonzalo Hernández de Córdoba, con la vida de Diego García de Paredes. Así como el cura leyó los dos títulos primeros, volvió el rostro al barbero y dijo:
- Falta nos hacen aquí ahora el ama de mi amigo y su sobrina.
- No hacen - respondió el barbero -, que también sé yo llevarlos al corral o a la chimenea, que en verdad que hay muy buen fuego en ella.
- Luego ¿quiere vuestra merced quemar más libros? - dijo el ventero.
- No más -dijo el cura- que estos dos, el de Don Cirongilio y el de Felixmarte.
- Pues ¿por ventura - dijo el ventero - mis libros son herejes o flemáticos, que los quiere quemar?
- Cismáticos queréis decir, amigo - dijo el barbero-, que no flemáticos.
- Así es - replicó el ventero -. Mas si alguno quiere quemar, sea ese del Gran Capitán y de ese Diego García, que antes dejaré quemar un hijo que dejar quemar ninguno de esotros.
- Hermano mío - dijo el cura -, estos dos libros son mentirosos y están llenos de disparates y devaneos, y este del Gran Capitán es historia verdadera y tiene los hechos de Gonzalo Hernández de Córdoba, el cual por sus muchas y grandes hazañas mereció ser llamado de todo el mundo "Gran Capitán", renombre famoso y claro, y de él solo merecido; y este Diego García de Paredes fue un principal caballero, natural de la ciudad de Trujillo, en Extremadura, valentísimo soldado, y de tantas fuerzas naturales, que detenía con un dedo una rueda de molino en mitad de su furia, y, puesto con un montante en la entrada de un puente, detuvo a todo un innumerable ejército, que no pasase por ella; y hizo otras tales cosas, que si, como él las cuenta y las escribe él asimismo, con la modestia de caballero y de coronista propio, las escribiera otro libre y desapasionado, pusieran en olvido las de los Héctores, Aquiles y Roldanes.
Así se hace mención en el Quijote de Cervantes de tan ilustre figura, sobre la cual me gustaría ahondar. Te propongo que te pongas cómodo y que repasemos juntos la vida de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán.
Gonzalo de Aguilar y Fernández de Córdoba (1453-1515)
Hijo de don Pedro Fernández y de la dama Elvira de Herrera, Gonzalo creció sin una figura paterna cercana, pues su padre falleció poco después de su nacimiento. Su hermano, Alonso de Aguilar, fue su tutor y confidente durante su infancia y juventud. A la muerte de Enrique IV apoyó a Isabel en la guerra civil castellana y entró al servicio de Fernándo el Católico.
En 1486 Gonzalo participó en la guerra de Granada, destacando en el asedio de Loja, donde entró en relaciones con Boabdil, con quien parece que entabló amistad, y también en la toma de Illora. Como recompensa recibió el cargo de alcaide de Illora. En 1489 se casó con María Manrique, hija de don Fadrique Manrique, maestre de la Orden de Santiago.
Durante el asedio a Granada en 1491 se le encomendaron las negociaciones con Boabdil para rendir la ciudad; la amistad de ambos personajes fue muy conveniente para los propósitos de Isabel y Fernando. Pero, tras la toma de Granada y decepcionado por la ruptura de los compromisos dados al Rey Chico, se retiró a Illora. Más tarde, en 1493, acompañó a Boabdil a su exilio en Fez. A su regreso decidió abandonar la vida cortesana y se retiró a sus posesiones andaluzas.
A finales de 1494, tras la invasión francesa de Italia, fue asignado comandante de un cuerpo expedicionario destinado a Sicilia y Nápoles. En Italia introdujo las técnicas militares ensayadas en la guerra de Granada, apostando por dar el papel principal a la infantería, a la que dotó de arcabuces, espadas cortas y lanzas arrojadizas. Gracias a estas innovaciones y a un adiestramiento intensivo, consiguió los triunfos de Garellano y Cerignola (1503).
Virrey de Nápoles, en 1507 Fernando el Católico lo destituyó, aunque apreció el buen trabajo de Gonzalo. Se retiró a Loja, donde en medio de un cierto resquemor contra la monarquía murió en 1515.
La creación de los tercios y sus victorias en Italia contra los franceses le valieron el sobrenombre de El Gran Capitán.
- Falta nos hacen aquí ahora el ama de mi amigo y su sobrina.
- No hacen - respondió el barbero -, que también sé yo llevarlos al corral o a la chimenea, que en verdad que hay muy buen fuego en ella.
- Luego ¿quiere vuestra merced quemar más libros? - dijo el ventero.
- No más -dijo el cura- que estos dos, el de Don Cirongilio y el de Felixmarte.
- Pues ¿por ventura - dijo el ventero - mis libros son herejes o flemáticos, que los quiere quemar?
- Cismáticos queréis decir, amigo - dijo el barbero-, que no flemáticos.
- Así es - replicó el ventero -. Mas si alguno quiere quemar, sea ese del Gran Capitán y de ese Diego García, que antes dejaré quemar un hijo que dejar quemar ninguno de esotros.
- Hermano mío - dijo el cura -, estos dos libros son mentirosos y están llenos de disparates y devaneos, y este del Gran Capitán es historia verdadera y tiene los hechos de Gonzalo Hernández de Córdoba, el cual por sus muchas y grandes hazañas mereció ser llamado de todo el mundo "Gran Capitán", renombre famoso y claro, y de él solo merecido; y este Diego García de Paredes fue un principal caballero, natural de la ciudad de Trujillo, en Extremadura, valentísimo soldado, y de tantas fuerzas naturales, que detenía con un dedo una rueda de molino en mitad de su furia, y, puesto con un montante en la entrada de un puente, detuvo a todo un innumerable ejército, que no pasase por ella; y hizo otras tales cosas, que si, como él las cuenta y las escribe él asimismo, con la modestia de caballero y de coronista propio, las escribiera otro libre y desapasionado, pusieran en olvido las de los Héctores, Aquiles y Roldanes.
Así se hace mención en el Quijote de Cervantes de tan ilustre figura, sobre la cual me gustaría ahondar. Te propongo que te pongas cómodo y que repasemos juntos la vida de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán.
Gonzalo de Aguilar y Fernández de Córdoba (1453-1515)
Hijo de don Pedro Fernández y de la dama Elvira de Herrera, Gonzalo creció sin una figura paterna cercana, pues su padre falleció poco después de su nacimiento. Su hermano, Alonso de Aguilar, fue su tutor y confidente durante su infancia y juventud. A la muerte de Enrique IV apoyó a Isabel en la guerra civil castellana y entró al servicio de Fernándo el Católico.
En 1486 Gonzalo participó en la guerra de Granada, destacando en el asedio de Loja, donde entró en relaciones con Boabdil, con quien parece que entabló amistad, y también en la toma de Illora. Como recompensa recibió el cargo de alcaide de Illora. En 1489 se casó con María Manrique, hija de don Fadrique Manrique, maestre de la Orden de Santiago.
Durante el asedio a Granada en 1491 se le encomendaron las negociaciones con Boabdil para rendir la ciudad; la amistad de ambos personajes fue muy conveniente para los propósitos de Isabel y Fernando. Pero, tras la toma de Granada y decepcionado por la ruptura de los compromisos dados al Rey Chico, se retiró a Illora. Más tarde, en 1493, acompañó a Boabdil a su exilio en Fez. A su regreso decidió abandonar la vida cortesana y se retiró a sus posesiones andaluzas.
A finales de 1494, tras la invasión francesa de Italia, fue asignado comandante de un cuerpo expedicionario destinado a Sicilia y Nápoles. En Italia introdujo las técnicas militares ensayadas en la guerra de Granada, apostando por dar el papel principal a la infantería, a la que dotó de arcabuces, espadas cortas y lanzas arrojadizas. Gracias a estas innovaciones y a un adiestramiento intensivo, consiguió los triunfos de Garellano y Cerignola (1503).
Virrey de Nápoles, en 1507 Fernando el Católico lo destituyó, aunque apreció el buen trabajo de Gonzalo. Se retiró a Loja, donde en medio de un cierto resquemor contra la monarquía murió en 1515.
La creación de los tercios y sus victorias en Italia contra los franceses le valieron el sobrenombre de El Gran Capitán.