Un poeta tendr´ıa mucho qu´e decir si se le diera la oportunidad con esta pregunta. Tambi´en un toc´ologo y, sin duda, muchos reci´en casados se desatar´ıan en c´anticos, inspirados por la ceguera temporal de su situaci´on.
Pero para llegar a ser un sinverg¨uenza aceptable hay que rechazar los cantos de sirena y, siempre que la configuraci´on psicol´ogica lo permita, atenerse a la m´as estricta realidad. Por ejemplo, a todos nos consta que las mujeres tienen alma, pero, ¿qu´e puede hacer un sinverg¨uenza con el alma de una mujer? ¿Ponerla en una repisa y contemplarla?
Tome nota el aprendiz: Eche un velo sobre el alma de la mujer.
Una poderosa corriente de opini´on insiste en la inteligencia de la mujer. Es temible. Cuando come una manzana -se˜nala la corriente- se las arregla para que alguien la coma con ella. Cuandodecide que su marido se tire por la ventana, apunta el t´opico, lo mejor es vivir en una planta baja.
Pero, ¿qu´e puede hacer un sinverg¨uenza, aun uno modesto, con la inteligencia de una mujer?
¿Pasarse la vida suministr´andole libros que la alimenten? ¿Emplearla como contable? ¿Y eso no ser´ıa una condenada forma de desaprovechar a la mujer en cuesti´on? En otras palabras: el sinverg¨uenza, si tal es su capricho, puede reconocer el alma y la inteligencia de la mujer, especialmente para descubrirlas a tiempo y resguardarse. Pero el sinverg¨uenza debe abstenerse de ver a la mujer bajo ese aspecto y, como ya se ha dicho, debe limitarse a lo m´as material de la persona: a cuanto se puede tocar o palpar.
Digan lo que digan algunas feministas embravecidas, una mujer es un ser maravilloso que puede distinguirse por su rostro lampi˜no y suave, por sus cabellos largos, en muchos casos te˜nidos, por su cuello delgado sin nuez y, navegando de norte a sur ojo avizor, por un sinf´ın de detalles que, tras una severa inspecci´on, no dejar´an lugar a dudas.
Para los m´as distra´ıdos, he aqu´ı una regla de oro: es el ser m´as parecido al hombre de los que se ven en la naturaleza. Anda erguido, aunque con una ondulaci´on muy peculiar, y habla. Habla mucho y la opini´on m´as extendida es que lo hace para expresar pensamientos. Por lo dem´as, Dios ha puesto en ella el don m´as poderoso de la tierra: la belleza. Cierto que hay mujeres feas, pero nunca tanto como un hombre.
Pero para llegar a ser un sinverg¨uenza aceptable hay que rechazar los cantos de sirena y, siempre que la configuraci´on psicol´ogica lo permita, atenerse a la m´as estricta realidad. Por ejemplo, a todos nos consta que las mujeres tienen alma, pero, ¿qu´e puede hacer un sinverg¨uenza con el alma de una mujer? ¿Ponerla en una repisa y contemplarla?
Tome nota el aprendiz: Eche un velo sobre el alma de la mujer.
Una poderosa corriente de opini´on insiste en la inteligencia de la mujer. Es temible. Cuando come una manzana -se˜nala la corriente- se las arregla para que alguien la coma con ella. Cuandodecide que su marido se tire por la ventana, apunta el t´opico, lo mejor es vivir en una planta baja.
Pero, ¿qu´e puede hacer un sinverg¨uenza, aun uno modesto, con la inteligencia de una mujer?
¿Pasarse la vida suministr´andole libros que la alimenten? ¿Emplearla como contable? ¿Y eso no ser´ıa una condenada forma de desaprovechar a la mujer en cuesti´on? En otras palabras: el sinverg¨uenza, si tal es su capricho, puede reconocer el alma y la inteligencia de la mujer, especialmente para descubrirlas a tiempo y resguardarse. Pero el sinverg¨uenza debe abstenerse de ver a la mujer bajo ese aspecto y, como ya se ha dicho, debe limitarse a lo m´as material de la persona: a cuanto se puede tocar o palpar.
Digan lo que digan algunas feministas embravecidas, una mujer es un ser maravilloso que puede distinguirse por su rostro lampi˜no y suave, por sus cabellos largos, en muchos casos te˜nidos, por su cuello delgado sin nuez y, navegando de norte a sur ojo avizor, por un sinf´ın de detalles que, tras una severa inspecci´on, no dejar´an lugar a dudas.
Para los m´as distra´ıdos, he aqu´ı una regla de oro: es el ser m´as parecido al hombre de los que se ven en la naturaleza. Anda erguido, aunque con una ondulaci´on muy peculiar, y habla. Habla mucho y la opini´on m´as extendida es que lo hace para expresar pensamientos. Por lo dem´as, Dios ha puesto en ella el don m´as poderoso de la tierra: la belleza. Cierto que hay mujeres feas, pero nunca tanto como un hombre.