Cada maestrillo tiene su librillo y cada sinverg¨uenza su Enciclopedia Espasa. Aquí vamos
a hablar de una clase de sinvergüenzas, los conquistadores con o sin éxito, incluidos en el viejo
arquetipo español del Don Juan. No hablaremos de otros sinvergüenzas más peligrosos, del ladrón al
falsario, ni de los canallas que pegan a las mujeres o las explotan, ni de los locos que se dejan pegar
por ellas, ni de la enorme variedad de depravados en cuya fabricaci´on parece estar especializ´andose
nuestra codiciosa sociedad.
Los sinvergüenzas objeto de este estudio, al lado de tantos otros, son unas almas de la caridad
y, salvo en algunos aspectos, unos caballeros, amantes admiradores de la belleza y algo obsesivos
cazadores de la mujer. Claro que la caza de la mujer s´olo es el paso obligado para cumplir con el
mandato bíblico: creced y multiplicaos.
¡Ah, ¡la multiplicación! Una de las operaciones que más tinta ha hecho correr y que m´as ha
entretenido al ser humano hasta el invento y difusi´on de la televisión. Millones de años después de
descubrirse la multiplicación de la especie, sigue teniendo atractivo.
¿Quién no ha visto, en las proximidades de alguna playa mediterránea, a una rubita conduciendo
una vespa rosa y ha pensado ”Señor, señor”? Pues el sinvergÜenza del que tratamos es el
que no piensa ”Señor, señor”. El va y actúa.
a hablar de una clase de sinvergüenzas, los conquistadores con o sin éxito, incluidos en el viejo
arquetipo español del Don Juan. No hablaremos de otros sinvergüenzas más peligrosos, del ladrón al
falsario, ni de los canallas que pegan a las mujeres o las explotan, ni de los locos que se dejan pegar
por ellas, ni de la enorme variedad de depravados en cuya fabricaci´on parece estar especializ´andose
nuestra codiciosa sociedad.
Los sinvergüenzas objeto de este estudio, al lado de tantos otros, son unas almas de la caridad
y, salvo en algunos aspectos, unos caballeros, amantes admiradores de la belleza y algo obsesivos
cazadores de la mujer. Claro que la caza de la mujer s´olo es el paso obligado para cumplir con el
mandato bíblico: creced y multiplicaos.
¡Ah, ¡la multiplicación! Una de las operaciones que más tinta ha hecho correr y que m´as ha
entretenido al ser humano hasta el invento y difusi´on de la televisión. Millones de años después de
descubrirse la multiplicación de la especie, sigue teniendo atractivo.
¿Quién no ha visto, en las proximidades de alguna playa mediterránea, a una rubita conduciendo
una vespa rosa y ha pensado ”Señor, señor”? Pues el sinvergÜenza del que tratamos es el
que no piensa ”Señor, señor”. El va y actúa.