Patético partido de los andaluces que comenzaron con una alineación de vergüenza. Sólo Palop dio la cara. Un Barcelona sin ideas, eso sí, tuvo que ver cómo el primer gol lo hacía Escudé en su propia puerta.
Actualizado: 17/01/2010 | 00:37
Por: I.L
No hay forma ni manera de definir la alineación y el planteamiento de Manolo Jiménez en el Campo Nuevo. El entrenador sevillista tiró el partido y lo regaló sacando a una serie de jóvenes jugadores que, normalmente, no hubieran jugado ni un partido de entrenamiento.
Los grandes Lolo, Valiente o José Carlos se vieron en el Campo Nuevo en una alineación de chiste. Normal que luego Jiménez escuche pitos en los partidos que juega como local. Su alineación fue patética y, como tal, lo pagó caro.
Y no lo hizo precisamente porque el Barcelona fuera un cúmulo de virtudes futbolísticas, que no lo fue para nada. La primera parte fue penosa. Muy aburrida. Un Barcelona sin ideas y enfrascado en la nada no pasaba de dar tres pases en corto ante un Sevilla del que se dudaba su presencia en el estadio. El pasotismo que les inculcó Jiménez fue palpable también sobre la hierba, y el choque se convirtió en un partido insulso.
Sólo Palop parecía estar pensando en el partido
La presencia de Koné en la delantera del Sevilla dejó bien a las claras que el club hispalense había llegado a Barcelona a cualquier cosa menos a ganar. Sin ganas y con muy poca fuerza, entregó el partido desde el primer minuto. Era sólo cuestión de tiempo que fueran cayendo los goles, por más que el Barcelona no dejara de ser un equipo ramplón y tostón.
Por más que Palop, el único jugador del Sevilla que se tomó el partido en serio, estirara sus 36 años sobre la hierba, los andaluces se fueron descosiendo como un balón de mercadillo. Así, sólo podían empezar a caer los goles. Eso sí, el primero llegó al estilo del súper campeón, esto es, en propia puerta. Escudé, fiel amigo de Laporta, se enfundó de forma encubierta la casaca azulgrana para marcar ese gol, que el equipazo de los títulos conseguidos estaba viendo imposible marcar. Con la clásica ayuda ajena, el martido murió. Los goles de Pedro y Messi no fueron más que simples adornos Navideños a un partido de chiste. Y es que el Sevilla recreó el 28 de diciembre, día de los inocentes, con un partido de risa.