Benzema jugó bien en Valencia, realmente bien. No marcó, o sí, según se mire, sólo que el árbitro le quitó el gol porque le plugo. Vio algo en el salto previo de Pepe frente a César y se apresuró a pitar peligro, como había hecho un mes antes en Gijón, cuando el balón dio en el pecho de Kaká y él vio mano. Hace bien Teixeira, si se mira el asunto sin aprensiones. Cada uno se gana la vida como puede, y si hay que equivocarse que sea con provecho propio, como hace Iturralde. Equivocarse al buen tun-tún, equivocarse equitativamente, no conduce a ninguna parte. Ya que te equivocas, que te sea para bien.
Pero estaba en Benzema. Ese gol le hubiera venido muy bien, pero aún sin él salió prestigiado del partido. Hasta ahora Benzema ha hecho poco, pero se le espera, y por eso se celebró su buen partido en Mestalla como una revelación. Hay algo en su apariencia que sugiere que lleva dentro de sí un gran delantero, deseoso de asomar, pero que aún no asoma. De momento, las circunstancias han apartado de su vida un obstáculo: Raúl. Se mire por donde se mire, lo rodee Pellegrini de las consideraciones que quiera, Raúl está al fondo de la cola. Ya se han terminado las 'raúltaciones'.
Sigamos, pues, a Benzema. Ahora, le demos las vueltas que le demos, se va a jugar una plaza con Higuaín. El Madrid ha quedado dibujado con tres medios (a ser posible Lass, Xabi y Marcelo), un mediapunta (Kaká o, mientras vuelve, Van der Vaart) y dos delanteros. Uno será Cristiano, sí, o sí o también, porque es el mejor jugador que hay. El otro se lo van a disputar Higuaín y Benzema, dos jóvenes que juegan bien el uno con el otro pero que se ven obligados a competir. Así es el deporte de alta competición: duro y exigente hasta lo despiadado. Ante este desafío sabremos de qué madera está hecho Benzema.
Fuente: As.com