Tercera huelga general contra la reforma de las pensiones de Syriza
El 4 de febrero de 2016 tenía lugar la tercera huelga general contra la reforma de las pensiones decretada por el gobierno griego de Tsipras, el jefe supremo de la coalición Syriza. Incluso las burocracias sindicales de los asalariados helenos parecen distanciarse de los partidos. Los medios suelen comparar a Syriza con Podemos y por oportunismo tácito ambas formaciones aprueban la comparación ; sin embargo Syriza, cuyo núcleo principal es uno de los dos partidos comunistas griegos, guardaría más semejanzas con Izquierda Unida, la figura española más verídica del neoestalinismo. Las dos defienden una línea socialdemócrata casi idéntica a la de los partidos socialistas, son europeístas y partidarios de un modelo de capitalismo aquiescente con las clases medias, dispuesto a subvencionar a sus representantes y a reducir la agresividad hacia las masas populares.
Syriza se presentaba como la solución de recambio ante los fracasos de los partidos tradicionales en la renegociación de la deuda estatal, triunfando en unas elecciones con el 45% de abstención (no acudir a las urnas es ilegal en Grecia). Legitimados con los votos cosechados, acudieron a las negociaciones con la Troika convencidos de poseer una fuerza moral capaz de doblegar a sus acreedores y obtener condonaciones y préstamos casi sin contrapartidas. Incluso recurrieron a un referéndum para demostrar a sus prestamistas que el pueblo griego no deseaba otra cosa. La moral es muy poca cosa cuando la correlación de fuerzas es desfavorable. Tsipras se vio ante la alternativa de romper la baraja o abonar sus pagarés, es decir, salirse del euro o aceptar las políticas de auteridad que le ordenaban. Salirse del euro significaba poco menos que salir del capitalismo y disolver el Estado, especialmente las fuerzas del orden incluido los partidos fascistas, mediante la organización de una producción autogestionada y una defensa en manos de milicias populares.
En Grecia la crisis ha forzado la aparición de un incipiente movimiento autogestionario visible en la proliferación al margen de las instituciones, de viviendas ocupadas, dispensarios gratuitos, talleres, escuelas, huertos urbanos y fábricas autogestionadas, circuitos independientes de distribución de alimentos, asistencia jurídica y comedores colectivos...El dinero no se usa, y muchos son los que vuelven al campo, los que se niegan a pagar alquileres, o no abonan los recibos de la luz ni pagan el billete de autobús, los que sabotean los peajes de las autopistas, ayudan como pueden a los refugiados y plantan cara a los grupos de Amanecer Dorado... No es la revolución, pero es revolucionario. Las bases para la autogestión generalizada están presentes, pero Syriza en todo caso estaría por la estatización generalizada, nunca por la autogestión, y para eso son más útiles las finanzas internacionales que los colectivos asamblearios. La línea roja de Syriza es precisamente la autogestión. Syriza cree en las instituciones y no en la autonomía ; representa a un sector de la sociedad que lo espera todo del Estado y por eso se siente más cerca de la burguesía que del pueblo explotado. Defensora del "interés general" encarnado en el Estado griego, escoge la austeridad, los recortes y las subidas de cuotas, la reactivación de la explotación minera hipercontaminante en la Calcídica, la represión policial y la devolución de refugiados a Turquía.
Probablemente, estamos ante una gran lección de realismo político y de democracia ciudadanista, cuyas enseñanzas los líderes de Podemos, IU, Compromís, EH Bildu e IC-V no dudarán en aplicar con la mayor resolución en el caso de que la crisis española pusiera en peligro el aparato estatal y siguiera derroteros revolucionarios semejantes a los griegos.
Miguel Amorós, revista Argelaga, número 7
El 4 de febrero de 2016 tenía lugar la tercera huelga general contra la reforma de las pensiones decretada por el gobierno griego de Tsipras, el jefe supremo de la coalición Syriza. Incluso las burocracias sindicales de los asalariados helenos parecen distanciarse de los partidos. Los medios suelen comparar a Syriza con Podemos y por oportunismo tácito ambas formaciones aprueban la comparación ; sin embargo Syriza, cuyo núcleo principal es uno de los dos partidos comunistas griegos, guardaría más semejanzas con Izquierda Unida, la figura española más verídica del neoestalinismo. Las dos defienden una línea socialdemócrata casi idéntica a la de los partidos socialistas, son europeístas y partidarios de un modelo de capitalismo aquiescente con las clases medias, dispuesto a subvencionar a sus representantes y a reducir la agresividad hacia las masas populares.
Syriza se presentaba como la solución de recambio ante los fracasos de los partidos tradicionales en la renegociación de la deuda estatal, triunfando en unas elecciones con el 45% de abstención (no acudir a las urnas es ilegal en Grecia). Legitimados con los votos cosechados, acudieron a las negociaciones con la Troika convencidos de poseer una fuerza moral capaz de doblegar a sus acreedores y obtener condonaciones y préstamos casi sin contrapartidas. Incluso recurrieron a un referéndum para demostrar a sus prestamistas que el pueblo griego no deseaba otra cosa. La moral es muy poca cosa cuando la correlación de fuerzas es desfavorable. Tsipras se vio ante la alternativa de romper la baraja o abonar sus pagarés, es decir, salirse del euro o aceptar las políticas de auteridad que le ordenaban. Salirse del euro significaba poco menos que salir del capitalismo y disolver el Estado, especialmente las fuerzas del orden incluido los partidos fascistas, mediante la organización de una producción autogestionada y una defensa en manos de milicias populares.
En Grecia la crisis ha forzado la aparición de un incipiente movimiento autogestionario visible en la proliferación al margen de las instituciones, de viviendas ocupadas, dispensarios gratuitos, talleres, escuelas, huertos urbanos y fábricas autogestionadas, circuitos independientes de distribución de alimentos, asistencia jurídica y comedores colectivos...El dinero no se usa, y muchos son los que vuelven al campo, los que se niegan a pagar alquileres, o no abonan los recibos de la luz ni pagan el billete de autobús, los que sabotean los peajes de las autopistas, ayudan como pueden a los refugiados y plantan cara a los grupos de Amanecer Dorado... No es la revolución, pero es revolucionario. Las bases para la autogestión generalizada están presentes, pero Syriza en todo caso estaría por la estatización generalizada, nunca por la autogestión, y para eso son más útiles las finanzas internacionales que los colectivos asamblearios. La línea roja de Syriza es precisamente la autogestión. Syriza cree en las instituciones y no en la autonomía ; representa a un sector de la sociedad que lo espera todo del Estado y por eso se siente más cerca de la burguesía que del pueblo explotado. Defensora del "interés general" encarnado en el Estado griego, escoge la austeridad, los recortes y las subidas de cuotas, la reactivación de la explotación minera hipercontaminante en la Calcídica, la represión policial y la devolución de refugiados a Turquía.
Probablemente, estamos ante una gran lección de realismo político y de democracia ciudadanista, cuyas enseñanzas los líderes de Podemos, IU, Compromís, EH Bildu e IC-V no dudarán en aplicar con la mayor resolución en el caso de que la crisis española pusiera en peligro el aparato estatal y siguiera derroteros revolucionarios semejantes a los griegos.
Miguel Amorós, revista Argelaga, número 7