Hervé Falciani: “Estados Unidos me avisó: Ve a España, tu vida corre peligro”
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¿Por qué vino a España si sabía que había una orden internacional de busca y captura contra usted?
— Porque mi vida corría peligro. Estados Unidos me había avisado poco antes de que sería fácil que alguien pagara para que intentaran matarme. Tuve que planear mi huida al milímetro. Y elegí España sabiendo que iría a la cárcel y que Suiza pediría mi extradición. Nada ha sido casual.
Hervé Falciani (40 años) recorre con su dedo pulgar su cuello de flanco a flanco para subrayar el riesgo que corría de ser asesinado. El exempleado francoitaliano de la sede del Hong Kong Shanghai Bank Corporation (HSBC) en Ginebra ha dejado atrás la abultada peluca y las gafas de pasta negra con las que trató de ocultar su imagen durante su juicio de extradición a Suiza del pasado lunes. Han pasado dos días desde entonces, y Falciani se muestra con su aspecto habitual, quizá modificado por una coqueta perilla.
La cita con EL PAÍS —la primera entrevista que concede a un medio español— se produce cerca del escondite en el que permanece desde que la sección segunda de la Audiencia Nacional lo dejó en libertad en diciembre. El lugar secreto desde el que colabora codo con codo y cada día con la Fiscalía Anticorrupción para seguir delatando evasores fiscales. Oculto y protegido para evitar cualquier atentado que se pueda perpetrar contra él. Porque Falciani tiene grandes enemigos: el HSBC —el cuarto banco del mundo por valor en bolsa— de cuyo sistema extrajo entre 2006 y 2008 las cuentas de 130.000 clientes; el sistema financiero suizo, siempre celoso de su opacidad; y miles de presuntos defraudadores a los que ha denunciado desde 2009, algunos con vínculos con grandes cárteles del narcotráfico, grupos de criminalidad organizada de carácter trasnacional y organizaciones terroristas.
— ¿Cuál era el riesgo del que le alertó Washington?
— El 1 de junio de 2012, un mes antes de llegar a España, comencé a trabajar de nuevo con la Justicia estadounidense desde París. Los americanos me avisaron de que el Senado de Estados Unidos iba a lanzar graves acusaciones contra el HSBC por su falta de control sobre el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo. Que el banco iba a ser declarado culpable. Me dijeron que, a partir de entonces, mi vida correría peligro. Tenía dos opciones: iniciar una nueva vida en Estados Unidos o viajar a otro lugar para ganar tiempo. Me dijeron que el único sitio seguro en Europa sería España, que había utilizado con éxito mi información en casos importantes como el de la familia Botín. Creían que sería poco probable que España aprobara mi extradición a Suiza. Así, podría seguir colaborando con la Justicia.
— ¿Sondeó a las autoridades españolas antes de partir?
— Contacté con algunos elementos.
— ¿Qué elementos?
— No se lo puedo decir, pero se lo puede imaginar…
El 1 de julio de 2012, Falciani fue detenido en el puerto de Barcelona, al que llegó a bordo de un barco procedente de Sète (Francia). Hasta hoy, se creía que su arresto, en virtud de una orden de detención internacional emitida por Berna, fue casual. Fuentes policiales aseguraron que los agentes se lo encontraron gracias a un control rutinario de documentación que se realizó al pasaje. Su salida de Francia era un misterio. Porque hasta entonces, Falciani permanecía refugiado en su casa de Castellar, el último pueblecito de la Costa Azul pegado a la frontera italiana, al que huyó el 21 de diciembre de 2008 desde Ginebra. En medio de los dos países de los que tiene pasaporte y a salvo de ser extraditado a Suiza, porque ni Francia ni Italia entregan a sus ciudadanos.
— Podría haber cogido el coche o el tren y, una vez aquí, presentarse en la primera comisaría en lugar de viajar en barco a Barcelona, ¿por qué no lo hizo?
— El barco era la manera más segura de que saltara la orden internacional de detención emitida por Suiza contra mí. A pesar de que viajaba a territorio Schengen, en el puerto de Sète me pidieron el pasaporte ya que el barco salía a aguas internacionales. Eso es lo que provocó que, a mi llegada a Barcelona, la policía española me estuviera esperando. En cuanto pisé España fui detenido.
— ¿Qué sentido tenía acabar en una cárcel española?
— La prisión era un lugar seguro. Los americanos me propusieron inicialmente dos fechas para viajar, el 1 y el 3 de julio del año pasado. Al final decidieron que debía coger el barco el 1 de julio. Sabían hasta qué juez estaría de guardia a mi llegada. Cuál sería el más favorable a nuestra estrategia. En función de ello se decidió mi salida hacia España.
El organismo estadounidense con el que, por entonces, colaboraba Falciani era el departamento de Justicia del Gobierno de EE UU, según fuentes de la Audiencia Nacional. El exemplado del HSBC ayudaba a sus funcionarios a investigar al banco, para el que había trabajado entre 2000 y 2008 como técnico de sistemas mientras se concluía la investigación abierta un año antes por el Senado estadounidense. Dos semanas largas después de su huida a España y su detención en Barcelona, el subcomité permanente de investigaciones sobre seguridad interior de la Cámara hizo públicas sus conclusiones.
Se desató el escándalo. El HSBC y su filial estadounidense, HBUS, habían descuidado durante años sus controles sobre blanqueo de dinero, lo que permitió a muchos de sus clientes lavar fondos procedentes de actividades ilícitas. La filial mexicana del banco había transferido a la americana 7.000 millones de dólares entre 2007 y 2008, parte de los cuales procedían de la venta de droga en EE UU por cárteles del vecino del sur. El subcomité también descubrió sus transacciones con otros bancos de Arabia Saudí y Bangladesh relacionados supuestamente con Al Qaeda y organizaciones terroristas satélites, así como unas 25.000 transferencias con Irán, archienemigo de Washington.
El presidente ejecutivo del HSBC, Stuart Gulliver, tuvo que pedir disculpas públicas el 29 de octubre y aseguró sentir “vergüenza” y “dolor” por lo ocurrido. Pero eso no bastó. El banco, además, se vio obligado a provisionar 2.000 millones de dólares para hacer frente a las posibles multas que, como resultado de esa investigación, se le impusieran en Estados Unidos y otros países por facilitar el blanqueo de capitales. Algo que no se podría haber logrado sin la ayuda de Falciani que, según su abogado, Joan Garcés, había colaborado activamente con el Senado de EE UU.
Cuando la Cámara hizo público el documento, el francoitaliano ya estaba en la cárcel de Valdemoro, en las cercanías de Madrid. A salvo, como él mismo sostiene. Solo amenazado por la demanda de extradición de Suiza, que le acusa de haber intentado lucrarse con su lista de evasores. Falciani viajó a Líbano el 4 de febrero de 2008 y se presentó en las oficinas del banco Audi, en Beirut, bajo el pseudónimo de Ruben Al-Chidiak. El Gobierno suizo insiste en que su interés primordial era económico. Mantiene que quería vender la lista y que, como no lo consiguió, comenzó entonces a colaborar con la justicia de distintos países. Falciani, sin embargo, sostiene que, con ese viaje trató de provocar una alerta de Swissbank, la patronal bancaria suiza. Esa alarma saltó un mes después, en marzo, e indicaba que el tal Al-Chidiak, había ofrecido una serie de bases de datos de clientes de bancos suizos, según la demanda de extradición de Berna. Falciani, sin embargo, solo fue interrogado por la justicia suiza nueve meses después, el 20 de diciembre. Y la policía lo dejó libre tras el interrogatorio. Al día siguiente, el francoitaliano abandona Suiza y se se instala en Castellar.
— ¿Pidió dinero por sus datos?
— Yo nunca he pedido nada por ellos. Solo he tratado de ayudar a la justicia. Estoy harto de escuchar infundios procedentes de Suiza. La justicia de ese país dice una y otra vez que lo intenté porque es la única manera que tienen de acusarme del delito de espionaje industrial que me imputan. Solo si demuestran que yo intenté lucrarme con mi información podrían achacarme ese delito.
— Pero habría podido hacerlo.
— Por eso precisamente no tiene sentido lo que dice Suiza. El otro día leí en un periódico que Alemania había pagado cuatro millones de euros por un disco con información de evasores con cuentas en bancos suizos. Yo también podría vendérselos. Incluso ahora mismo. Porque sin mí, esos datos no se pueden utilizar. Y, sin embargo, no lo he hecho. La información que yo he suministrado está encriptada y asegurada. De ese modo, solo puede acceder a ella la justicia con mi ayuda. Lo hice así por mi propia seguridad. Y ahora tengo pruebas de ello.
— ¿Qué pruebas?
— Las que se expusieron en el juicio de extradición. Hasta que se celebró, el lunes, solo tenía mi palabra contra la del HSBC. En el juicio se ha demostrado que yo no traté de enriquecerme, que solo he querido colaborar con la justicia. Así lo mantuvieron tanto la fiscal española como el fiscal francés, Éric de Montgolfier, que declaró como testigo. Ambos dejaron claro que la persecución del HSBC contra mí no comenzó con mi viaje a Líbano, sino en el momento en que yo empecé a colaborar con Francia. Ahora es la justicia española, y no solo yo, quien ha demostrado que yo no quería vender mi información. La alerta de Swissbank sobre mi viaje a Beirut es de marzo de 2008, pero el HSBC no presentó su denuncia contra mí hasta marzo de 2009, cuando se sabía que yo ya trabajaba con Francia. Era eso lo que el banco quería evitar. Que colaborara. También se ha probado que ha sido imposible que la justicia suiza se ocupe de las ilegalidades que cometen sus bancos. Ellos no quisieron investigar a pesar de mis denuncias.
Por esa razón ha decidido hablar. Porque ahora no es solo él quien mantiene su versión. Las fiscalías de la Audiencia Nacional y la francesa han defendido en un proceso judicial, el de su entrega a Suiza, que su intención solo fue la de colaborar. También Anticorrupción, con quien trabaja desde el 17 de septiembre, ha adjuntado a las diligencias de extradición un certificado en que asegura que su cooperación con las autoridades españolas es completamente desinteresada. Que lo hace gratis.
Montgolfier, el fiscal francés que declaró en el juicio, es un personaje clave en la trayectoria de Falciani. El exjefe de la fiscalía de Niza, actualmente destinado en la Corte de Apelación de Bourges, fue quien judicializó por primera vez la información suministrada por el exempleado del HSBC. Es su número dos el que, el 20 de enero de 2010, se presenta en la casa del informático en Castellar con un retén de policía para detenerlo y requisar “una serie de datos personales robados” que reclamaba la justicia suiza. Falciani explica al fiscal francés y a los agentes que se presentan en su domicilio que, en realidad, lo que busca Berna son las identidades de miles de evasores fiscales que están en su poder. Montgolfier, ante la importancia del hallazgo —“la información podría llenar varios trenes de mercancías”, dijo el lunes en el juicio—, abre su propia investigación contra los defraudadores.
De la mano de Montgolfier, Falciani empieza a colaborar con la Gendarmería para desencriptar su lista. Y Francia, tras algunos titubeos, decide no devolverla a las autoridades helvéticas. El Gobierno de Nicolas Sarkozy envía copias a los países con los que tiene tratado de cooperación en materia fiscal, entre ellos España. Hacienda los recibe el 24 de mayo de ese mismo año. Comienza “la mayor regularización de la historia de España”, como recordó en el juicio del pasado lunes Carlos Ocaña, secretario de Estado de Hacienda en el Ejecutivo de Zapatero, que intervino como testigo en la causa. De los 1.500 nombres que envía Francia, Hacienda identifica a 659. Así recupera 260 millones de euros supuestamente evadidos al fisco. La lista contiene nombres como el del presidente del Santander, Emilio Botín, y su familia. También el empresario catalán Manuel Lao. O una sociedad de Francisco Correa, el cabecilla de la trama Gürtel y su cómplice y exalcalde de Boadilla, Arturo González Panero.
— ¿Podría darme algunos nombres de los españoles de su lista?
— No. De ninguna manera. Se ha hablado mucho de la lista Falciani, pero los datos que yo he proporcionado no son solo listas de evasores. La información que yo tengo demuestra que los bancos suizos libran una guerra económica. Ellos son el enemigo. Y se trata de un enemigo que no es estático sino dinámico. Se adapta a cualquier directiva contra la evasión fiscal o el blanqueo de dinero para seguir haciendo caja. Además, los distintos paraísos fiscales funcionan en red.
— Está diciendo que, los bancos suizos se saltan la normativa sistemáticamente…
— En esa adaptación de los bancos a los límites que se les imponen juega un papel fundamental la tecnología. Cada vez que aparece una nueva norma o directiva se crea un nuevo proyecto estratégico para sortearla. Sin expertos en esos proyectos tecnológicos la justicia será incapaz de desarrollar su propia estrategia contra el fraude. Es ahí donde yo puedo echar una mano.
— ¿En qué colabora ahora con la Fiscalía Anticorrupción?
— Trabajamos en el tema de los intermediarios, de los gestores. Se trata de personas que se dedican a captar clientes para los bancos suizos en España, Francia, Italia, Alemania… Los supuestos defraudadores tratan con ellos para entrar en contacto con los bancos suizos. Con el rescate europeo a Chipre, muchos de ellos tratan ahora de captar a los ciudadanos rusos que tenían su dinero en ese paraíso fiscal. También ayudo a España y Francia en la creación de un órgano multidisciplinar dedicado a la vigilancia de la evasión fiscal y el blanqueo de dinero con personas que tengan conocimientos tecnológicos similares a los míos.
Falciani, sin embargo, ha sufrido hasta llegar aquí la detención, la cárcel, la separación de su esposa y su hijo... ¿Ha valido la pena?
— Ahora podría vivir tranquilo en Estados Unidos. ¿Por qué no aceptó su oferta?
— América puede ayudarnos en esta lucha, pero no podemos dejar todo este trabajo en sus manos. Francia, España, Europa en general, también tienen que librar esta guerra. Porque es la gente normal la que está sufriendo sus consecuencias.
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