Un poco tocho, pero merece la pena la lectura.
Ha sido delicado -y sigue siéndolo- hablar del Barça en estas últimas semanas. Uno entiende que la enfermedad de Tito Vilanova ha tenido un efecto sobre el juego del equipo -anímico y táctico-, pese a los admirables esfuerzos que el cuerpo técnico está haciendo para intentar que se note menos. Así que cualquier crítica que se pudiera hacer a un conjunto que, indudablemente, había bajado su nivel podía incluso traspasar algunas fronteras éticas. Si siempre es complicado -e imprudente- opinar desde fuera, más lo es cuando las decisiones tomadas vienen condicionadas por cuestiones de humanidad. La manera de afrontar las dificultades elegida por el Barcelona debe ser siempre respetada, se comparta o no se comparta. Porque pone por delante el afecto, el apoyo moral, la fidelidad en los tiempos difíciles hacia una persona que forma parte del grupo. Un club de fútbol es muy grande, y suele decirse que está por encima de cualquier individuo. Puede que lo esté en términos deportivos -el Barça sigue siendo el Barça después de Cruyff, el Madrid sigue siendo el Madrid después de Di Stéfano-, pero no creo que lo esté en términos humanos. No entiendo los problemas de juego del equipo azulgrana sin considerar la complejidad de la situación vivida. Y es por ello que considero que poca crítica se puede hacer.
El origen de la innovación: el 3-3-4 de Pep
Y sin embargo, claro, el fútbol ha continuado ocupando un espacio importante en las vidas de la gente, de modo que, como es natural, la conversación sobre el juego ha seguido estando presente en todas partes. Hablemos, pues, de algunas cuestiones tácticas interesantes del partido de ayer en el Camp Nou. Uno de los peligros a los que se enfrenta un equipo ganador es la exposición permanente al estudio de los rivales. O sea: el Barça gana, así que al Barça lo ven todos y todos se esfuerzan más en diseñar esquemas de juego especiales para derrotarlo que si se enfrentan a un equipo de nivel medio -contra el que te puede bastar ser tú mismo, preocupándote menos por los puntos fuertes del adversario-. Pep Guardiola lo tenía clarísimo. Es por ello que en su último año apostó por un esquema novedoso que desorientara a todos aquellos que habían aprendido ya a defender su 4-3-3. Recuerdo, especialmente, el equipo que sacó contra el Levante en un partido brillantísimo de la Liga BBVA que acabó 5-0. Ese día me asombró la capacidad de amenazar por dentro y por fuera de su nuevo 3-3-4. Extremos abiertos y al mismo tiempo una cantidad extraordinaria de gente llegando y tocando por dentro. Ni el equipo de Juan Ignacio Martínez, probablemente el que mejor vive cerca de su área en toda la Primera División, pudo responder ante eso. Aquel once de Pep, el 3 de diciembre de 2011, se dibujaría más o menos así:
-----------------------------Valdés----------------------------------
------------Puyol----------Mascherano---------Abidal----------
-----------------------------Busquets-------------------------------
-------------------Xavi------------------Iniesta---------------------
Alexis-----------------Messi------Fàbregas------------Cuenca
Los nombres, en algunos casos, son lo de menos. Lo interesante de aquel sistema era que estaba equilibrado defensivamente (Busquets se podía meter como central cuando el equipo rival tenía el balón, convirtiendo a Puyol y Abidal en laterales en una línea de cuatro, mientras Xavi e Iniesta se preocupaban de mantener el bloque unido acompañando ese movimiento hacia atrás), y que al mismo tiempo era casi imposible de detener en ataque: Xavi, Iniesta, Messi y Fàbregas amenazaban por dentro, pero si te concentrabas solo en cerrar estos espacios, Alexis y Cuenca te mataban por fuera. Fue una brutalidad de partido. Así que comprendí perfectamente que, ante un rival que defendía de manera bastante parecida al Levante, Guardiola sacara exactamente el mismo dibujo en la semifinal frente al Chelsea. De hecho, casi los mismos nombres. Piqué por Abidal, y los otros diez idénticos. Esa noche, increíblemente, el Barça no pudo superar en el marcador al conjunto inglés, y la historia recordará el 3-3-4 de Pep como un experimento fallido. Pero el fútbol es caprichoso, y las conclusiones sobre si un sistema funciona o no no deberían sacarse exclusivamente a partir de los resultados.
Tito sabe que hay que innovar
De aquel cuerpo técnico triunfador durante cuatro años formaba parte Tito Vilanova. Él, mejor que nadie, sabía que el Barça no podía seguir agarrado a un esquema invariable, y que necesitaba sorprender a los rivales de algún modo. Ya en uno de los primeros amistosos de pretemporada, en Tánger ante el Raja de Casablanca, se observó que el comportamiento de sus interiores era ligeramente distinto al de los del Barça de Pep. En el 4-3-3 de Guardiola, Xavi e Iniesta, pese a sus evidentes diferencias, estaban en muchas fases del partido a la misma altura. En el de Tito, en cambio, no: uno iba a ayudar a Busquets en la salida de balón y el otro se acercaba mucho a Messi para buscar el mismo efecto que se conseguía con Fàbregas en el 3-3-4 anteriormente expuesto (o sea, desorientar a las zagas rivales, que perseguían con la mirada a dos falsos nueves que entraban y salían alternativamente). En ese encuentro en Marruecos, obviamente anecdótico por la diferencia de nivel con el rival y por la instrascendencia del choque, vimos que Sergi Roberto se juntaba con el medio centro -Jonathan Dos Santos- y que Rafinha aparecía en zonas cercanas a Messi. Nos preguntamos si se debía a la abundancia de chicos del filial en esa convocatoria, pero cuando empezó lo serio de verdad vimos que no. Lo que había hecho Sergi Roberto lo hacía Xavi. Y lo que había hecho Rafinha lo hacían Iniesta o Fàbregas. De este modo, el once que debutó en la presente Champions League ante el Spartak de Moscú podría dibujarse así en la fase de salida de balón:
-----------------------------Valdés------------------------------
Alves------------Piqué------------Mascherano----Adriano
-----------------------Xavi-------Busquets---------------------
------------------------Messi----Fàbregas--------------------
Pedro------------------------------------------------------Tello
Era un 4-3-3 que en realidad se convertía en un 4-2-2-2, o un 4-2-4. Más allá de los números, la idea era clara: un interior de salida de balón y un interior de llegada. Sin embargo, y pese a que el Barça arrancó ganando casi todos los partidos, quedó en el ambiente la sensación de que, por juego, era menos temible que el de Pep. Movía menos al adversario, lo sometía con una brutalidad inferior. Quizá porque el nuevo dibujo invitaba al equipo a partirse un poco y alejaba mucho a los dos centrocampistas retrasados de los dos falsos nueves. Había otro problema: si se mantenía este esquema era difícil apostar por los once jugadores más titulares a ojos de Vilanova. Porque Iniesta y Fàbregas desarrollaban a priori un rol parecido: el de intercambiar su posición con la de Messi. Y no podían hacerlo los dos. Entonces Tito modificó el esquema y buscó mucho más juego interior, dejando la banda izquierda libre para las subidas de Jordi Alba. Ya lo apreciamos el día del Madrid-Barça liguero en el Camp Nou:
----------------------------------Valdés------------------------------
Alves--------------Mascherano-----------Adriano----------Alba
--------------------------------Busquets-----------------------------
---------------------Xavi-------------Fàbregas---Iniesta----------
Pedro--------------------------Messi--------------------------------
Con esta especie de 4-1-3-2 ha venido jugando el Barça en los últimos meses. El gran beneficiado de este esquema ha sido Jordi Alba, que ha aportado una tremenda profundidad por la izquierda. El gran perjudicado, Cesc Fàbregas. Antes, en el 3-3-4 de Pep y en el 4-2-2-2 inicial de Tito, se le pedía que intercambiara constantemente la posición con Messi y que apareciera muy a menudo en posiciones de remate. Ahora, en cambio, iniciaba la jugada por dentro... pero muchas veces la terminaba por fuera: cerca de la banda tras permutar con Iniesta. Allí, Cesc no tenía ninguna incidencia y su juego empezó a decrecer. Los rivales, además, se dieron cuenta de que el Barça lo concentraba casi todo por zonas interiores y casi se despreocuparon de las bandas -ya que la tendencia de Pedro, el único extremo teórico, también era tirar diagonales-. Así, el Milan de Allegri hizo saltar todas las alarmas con un dispositivo que puso todo el énfasis en meter muchos hombres en la zona de Xavi, Iniesta, Fàbregas y Messi. Como no había delantero centro real ni extremos abiertos, les bastaba con impedir que hubiera un milímetro libre en ese sector. Allegri salió en San Siro así:
----------------------------------Abbiati--------------------------------
-----------Abate-------Zapata--------Mexes----Constant--------
-----------------Montolivo---Ambrosini---Muntari-----------------
Boateng------------------------------------------------El Shaarawy
--------------------------------Pazzini---------------------------------
La acumulación de defensores por el medio obligó a Messi a tener que ir a buscar la pelota cerca del círculo central. El argentino es un superdotado, pero superar a cinco rivales también a él le cuesta. El Barça generó muy poco en San Siro y el Madrid de Mourinho le plantearía un desafío defensivo parecido la semana siguiente en el Camp Nou. Varane y Ramos saliendo arriba a buscar a Messi y Alonso y Khedira reduciendo esos espacios interiores con la colaboración de Özil. El antídoto contra este Barça parecía descubierto.
La contrasolución: ocupar a los rivales con distintas amenazas
Estaba claro: había que diseñar algo para la vuelta ante el Milan. El 2-0 era un resultado casi imposible de remontar y exigía asumir riesgos. El cuerpo técnico del Barcelona diseñó un esquema que recordó al 3-3-4 de Pep, pero con un matiz importante: el hombre que acompañaba a Messi arriba no era otro falso nueve como Fàbregas, sino un nueve puro (Villa). El Barça salió con defensa de tres más la ayuda de Busquets, que basculó mucho a la derecha cuando detectó que el peligro estaba en la banda de El Sharaawy y no en la de Boateng. En este sentido, el de Badía hizo un trabajo fantástico. Xavi, como en los inicios de la era Tito, bajaba muchísimo a ayudar en la salida de balón. Iniesta se juntaba con Messi, pero los rivales no podían concentrarse solo en ellos: tenían que estar pendientes de un delantero centro (Villa) y de dos extremos mucho más abiertos que habitualmente (Alves y Pedro). Hay un detalle que es interesante: Pedro jugó de extremo izquierdo, cuando normalmente lo hace de extremo derecho. Imagino que, más allá de hacerlo para acomodar a Alves, la idea también era obligarle a un esfuerzo de concentración superior: en la derecha tiene muy interiorizado que debe tirar diagonales. Colocándolo en el lado opuesto, en una posición nueva, Tito y Roura le obligaban a pensar más, y a estar muy atento en esa labor de abrir el campo. El dibujo fue, más o menos, este:
-----------------------------Valdés------------------------------
----------Piqué----------Mascherano------Alba-------------
--------------Busquets------------------------------------------
--------------------------------Xavi-------Iniesta---------------
------------------------------Messi------------------------------
Alves-------------------------Villa-----------------------Pedro
Abate y Constant, pues, no podían cerrarse tanto. Mexès y Zapata tenían que controlar a Villa. El Barça había logrado su objetivo: eliminar rivales para Messi. Y Messi no falló.
Ha sido delicado -y sigue siéndolo- hablar del Barça en estas últimas semanas. Uno entiende que la enfermedad de Tito Vilanova ha tenido un efecto sobre el juego del equipo -anímico y táctico-, pese a los admirables esfuerzos que el cuerpo técnico está haciendo para intentar que se note menos. Así que cualquier crítica que se pudiera hacer a un conjunto que, indudablemente, había bajado su nivel podía incluso traspasar algunas fronteras éticas. Si siempre es complicado -e imprudente- opinar desde fuera, más lo es cuando las decisiones tomadas vienen condicionadas por cuestiones de humanidad. La manera de afrontar las dificultades elegida por el Barcelona debe ser siempre respetada, se comparta o no se comparta. Porque pone por delante el afecto, el apoyo moral, la fidelidad en los tiempos difíciles hacia una persona que forma parte del grupo. Un club de fútbol es muy grande, y suele decirse que está por encima de cualquier individuo. Puede que lo esté en términos deportivos -el Barça sigue siendo el Barça después de Cruyff, el Madrid sigue siendo el Madrid después de Di Stéfano-, pero no creo que lo esté en términos humanos. No entiendo los problemas de juego del equipo azulgrana sin considerar la complejidad de la situación vivida. Y es por ello que considero que poca crítica se puede hacer.
El origen de la innovación: el 3-3-4 de Pep
Y sin embargo, claro, el fútbol ha continuado ocupando un espacio importante en las vidas de la gente, de modo que, como es natural, la conversación sobre el juego ha seguido estando presente en todas partes. Hablemos, pues, de algunas cuestiones tácticas interesantes del partido de ayer en el Camp Nou. Uno de los peligros a los que se enfrenta un equipo ganador es la exposición permanente al estudio de los rivales. O sea: el Barça gana, así que al Barça lo ven todos y todos se esfuerzan más en diseñar esquemas de juego especiales para derrotarlo que si se enfrentan a un equipo de nivel medio -contra el que te puede bastar ser tú mismo, preocupándote menos por los puntos fuertes del adversario-. Pep Guardiola lo tenía clarísimo. Es por ello que en su último año apostó por un esquema novedoso que desorientara a todos aquellos que habían aprendido ya a defender su 4-3-3. Recuerdo, especialmente, el equipo que sacó contra el Levante en un partido brillantísimo de la Liga BBVA que acabó 5-0. Ese día me asombró la capacidad de amenazar por dentro y por fuera de su nuevo 3-3-4. Extremos abiertos y al mismo tiempo una cantidad extraordinaria de gente llegando y tocando por dentro. Ni el equipo de Juan Ignacio Martínez, probablemente el que mejor vive cerca de su área en toda la Primera División, pudo responder ante eso. Aquel once de Pep, el 3 de diciembre de 2011, se dibujaría más o menos así:
-----------------------------Valdés----------------------------------
------------Puyol----------Mascherano---------Abidal----------
-----------------------------Busquets-------------------------------
-------------------Xavi------------------Iniesta---------------------
Alexis-----------------Messi------Fàbregas------------Cuenca
Los nombres, en algunos casos, son lo de menos. Lo interesante de aquel sistema era que estaba equilibrado defensivamente (Busquets se podía meter como central cuando el equipo rival tenía el balón, convirtiendo a Puyol y Abidal en laterales en una línea de cuatro, mientras Xavi e Iniesta se preocupaban de mantener el bloque unido acompañando ese movimiento hacia atrás), y que al mismo tiempo era casi imposible de detener en ataque: Xavi, Iniesta, Messi y Fàbregas amenazaban por dentro, pero si te concentrabas solo en cerrar estos espacios, Alexis y Cuenca te mataban por fuera. Fue una brutalidad de partido. Así que comprendí perfectamente que, ante un rival que defendía de manera bastante parecida al Levante, Guardiola sacara exactamente el mismo dibujo en la semifinal frente al Chelsea. De hecho, casi los mismos nombres. Piqué por Abidal, y los otros diez idénticos. Esa noche, increíblemente, el Barça no pudo superar en el marcador al conjunto inglés, y la historia recordará el 3-3-4 de Pep como un experimento fallido. Pero el fútbol es caprichoso, y las conclusiones sobre si un sistema funciona o no no deberían sacarse exclusivamente a partir de los resultados.
Tito sabe que hay que innovar
De aquel cuerpo técnico triunfador durante cuatro años formaba parte Tito Vilanova. Él, mejor que nadie, sabía que el Barça no podía seguir agarrado a un esquema invariable, y que necesitaba sorprender a los rivales de algún modo. Ya en uno de los primeros amistosos de pretemporada, en Tánger ante el Raja de Casablanca, se observó que el comportamiento de sus interiores era ligeramente distinto al de los del Barça de Pep. En el 4-3-3 de Guardiola, Xavi e Iniesta, pese a sus evidentes diferencias, estaban en muchas fases del partido a la misma altura. En el de Tito, en cambio, no: uno iba a ayudar a Busquets en la salida de balón y el otro se acercaba mucho a Messi para buscar el mismo efecto que se conseguía con Fàbregas en el 3-3-4 anteriormente expuesto (o sea, desorientar a las zagas rivales, que perseguían con la mirada a dos falsos nueves que entraban y salían alternativamente). En ese encuentro en Marruecos, obviamente anecdótico por la diferencia de nivel con el rival y por la instrascendencia del choque, vimos que Sergi Roberto se juntaba con el medio centro -Jonathan Dos Santos- y que Rafinha aparecía en zonas cercanas a Messi. Nos preguntamos si se debía a la abundancia de chicos del filial en esa convocatoria, pero cuando empezó lo serio de verdad vimos que no. Lo que había hecho Sergi Roberto lo hacía Xavi. Y lo que había hecho Rafinha lo hacían Iniesta o Fàbregas. De este modo, el once que debutó en la presente Champions League ante el Spartak de Moscú podría dibujarse así en la fase de salida de balón:
-----------------------------Valdés------------------------------
Alves------------Piqué------------Mascherano----Adriano
-----------------------Xavi-------Busquets---------------------
------------------------Messi----Fàbregas--------------------
Pedro------------------------------------------------------Tello
Era un 4-3-3 que en realidad se convertía en un 4-2-2-2, o un 4-2-4. Más allá de los números, la idea era clara: un interior de salida de balón y un interior de llegada. Sin embargo, y pese a que el Barça arrancó ganando casi todos los partidos, quedó en el ambiente la sensación de que, por juego, era menos temible que el de Pep. Movía menos al adversario, lo sometía con una brutalidad inferior. Quizá porque el nuevo dibujo invitaba al equipo a partirse un poco y alejaba mucho a los dos centrocampistas retrasados de los dos falsos nueves. Había otro problema: si se mantenía este esquema era difícil apostar por los once jugadores más titulares a ojos de Vilanova. Porque Iniesta y Fàbregas desarrollaban a priori un rol parecido: el de intercambiar su posición con la de Messi. Y no podían hacerlo los dos. Entonces Tito modificó el esquema y buscó mucho más juego interior, dejando la banda izquierda libre para las subidas de Jordi Alba. Ya lo apreciamos el día del Madrid-Barça liguero en el Camp Nou:
----------------------------------Valdés------------------------------
Alves--------------Mascherano-----------Adriano----------Alba
--------------------------------Busquets-----------------------------
---------------------Xavi-------------Fàbregas---Iniesta----------
Pedro--------------------------Messi--------------------------------
Con esta especie de 4-1-3-2 ha venido jugando el Barça en los últimos meses. El gran beneficiado de este esquema ha sido Jordi Alba, que ha aportado una tremenda profundidad por la izquierda. El gran perjudicado, Cesc Fàbregas. Antes, en el 3-3-4 de Pep y en el 4-2-2-2 inicial de Tito, se le pedía que intercambiara constantemente la posición con Messi y que apareciera muy a menudo en posiciones de remate. Ahora, en cambio, iniciaba la jugada por dentro... pero muchas veces la terminaba por fuera: cerca de la banda tras permutar con Iniesta. Allí, Cesc no tenía ninguna incidencia y su juego empezó a decrecer. Los rivales, además, se dieron cuenta de que el Barça lo concentraba casi todo por zonas interiores y casi se despreocuparon de las bandas -ya que la tendencia de Pedro, el único extremo teórico, también era tirar diagonales-. Así, el Milan de Allegri hizo saltar todas las alarmas con un dispositivo que puso todo el énfasis en meter muchos hombres en la zona de Xavi, Iniesta, Fàbregas y Messi. Como no había delantero centro real ni extremos abiertos, les bastaba con impedir que hubiera un milímetro libre en ese sector. Allegri salió en San Siro así:
----------------------------------Abbiati--------------------------------
-----------Abate-------Zapata--------Mexes----Constant--------
-----------------Montolivo---Ambrosini---Muntari-----------------
Boateng------------------------------------------------El Shaarawy
--------------------------------Pazzini---------------------------------
La acumulación de defensores por el medio obligó a Messi a tener que ir a buscar la pelota cerca del círculo central. El argentino es un superdotado, pero superar a cinco rivales también a él le cuesta. El Barça generó muy poco en San Siro y el Madrid de Mourinho le plantearía un desafío defensivo parecido la semana siguiente en el Camp Nou. Varane y Ramos saliendo arriba a buscar a Messi y Alonso y Khedira reduciendo esos espacios interiores con la colaboración de Özil. El antídoto contra este Barça parecía descubierto.
La contrasolución: ocupar a los rivales con distintas amenazas
Estaba claro: había que diseñar algo para la vuelta ante el Milan. El 2-0 era un resultado casi imposible de remontar y exigía asumir riesgos. El cuerpo técnico del Barcelona diseñó un esquema que recordó al 3-3-4 de Pep, pero con un matiz importante: el hombre que acompañaba a Messi arriba no era otro falso nueve como Fàbregas, sino un nueve puro (Villa). El Barça salió con defensa de tres más la ayuda de Busquets, que basculó mucho a la derecha cuando detectó que el peligro estaba en la banda de El Sharaawy y no en la de Boateng. En este sentido, el de Badía hizo un trabajo fantástico. Xavi, como en los inicios de la era Tito, bajaba muchísimo a ayudar en la salida de balón. Iniesta se juntaba con Messi, pero los rivales no podían concentrarse solo en ellos: tenían que estar pendientes de un delantero centro (Villa) y de dos extremos mucho más abiertos que habitualmente (Alves y Pedro). Hay un detalle que es interesante: Pedro jugó de extremo izquierdo, cuando normalmente lo hace de extremo derecho. Imagino que, más allá de hacerlo para acomodar a Alves, la idea también era obligarle a un esfuerzo de concentración superior: en la derecha tiene muy interiorizado que debe tirar diagonales. Colocándolo en el lado opuesto, en una posición nueva, Tito y Roura le obligaban a pensar más, y a estar muy atento en esa labor de abrir el campo. El dibujo fue, más o menos, este:
-----------------------------Valdés------------------------------
----------Piqué----------Mascherano------Alba-------------
--------------Busquets------------------------------------------
--------------------------------Xavi-------Iniesta---------------
------------------------------Messi------------------------------
Alves-------------------------Villa-----------------------Pedro
Abate y Constant, pues, no podían cerrarse tanto. Mexès y Zapata tenían que controlar a Villa. El Barça había logrado su objetivo: eliminar rivales para Messi. Y Messi no falló.