No tuvo ningún reparo, la noche en que su club perdía la más clara oportunidad de luchar por "La décima", para hablar de sus éxitos personales en media Europa (Yo, mi, me). Recordó sus saltos de alegría en el Bernabéu como entrenador del Inter para explicar que ganó la final al Bayern, felicitó al Chelsea por eliminar al Barça, aseguro que Cristiano es mejor que Messi, dijo que él se quedaba (mensaje para Guardiola) y repartió carnets de madridismo, utilizando el mismo argumento que su jefe; "Si no estás conmigo estas contra mí". Huir de la realidad y mostrarse enigmático fue su solución.
Ni una sola referencia a las decisiones técnicas, al suicidio después del 2-0, al repliegue táctico, a la falta de soluciones, a los cambios, a la falta de preparación de la serie de penaltis. Su única obsesión era acusar a los que hacían el calendario y a los pseudomadridistas. Bendito vocablo en el discurso del "presidente en funciones". Me solidarizo con este grupo, en el que ha metido Mou a todos sus detractores, porque de ellos será el reino de los cuerdos. El líder de la secta ha dictado una fatua (fatwa) para aniquilar a los que no piensan como él. Según su "libro de estilo", de lectura obligada y aceptación ineludible, solo siente los colores del equipo aquellos que comparten su criterio, incluido los periodistas. Muchos compañeros le desnudaron hace tiempo pero para deshonra de la profesión sigue teniendo el coro que facilita sus soliloquios perturbados cuando le viene bien aparecer.
Soy un blasfemo de ese nuevo dios pagano del fútbol que como todos los profetas son una mentira. En la rueda de prensa aseguró que hay madridistas que se entristecieron el sábado (ganar al Barça) y se alegraron el miércoles (perder con el Bayern). Cruel, lamentable y permitido por la autoridad. Los pseudomadridistas no son gente mala, ni perversos enemigos pese a que Mou quiera demonizarlos. Como socios, aficionados o seguidores del Real Madrid eran madridistas antes de que llegara Mourinho y lo seguirán siendo cuando se vaya o le echen. Hay que ser muy necio para no descubrir la demagogia, la falta de autocritica y la carencia de responsabilidades que adornan a este individuo que fue capaz de estar más preocupado en la banda por los gritos de ánimo de la afición que por poner orden y dirigir al equipo. Se comporta como los trileros y utiliza gente en su entorno para que actúen como ganchos. Mourinho tiene la desfachatez de remarcar que además todo lo han "hecho solos", sin el apoyo de nadie.
El Real Madrid ha terminado su temporada. Le quedan cuatro faenas de aliño en la Liga y a casa, a descansar hasta el año que viene. No faltará quién apunte que el tercer año de Mourinho es el mejor. El primero, "la mejor Copa de la historia"; el segundo, "la mejor Liga de la historia" y quién sabe si el tercero "la mejor Champions de la historia". El balance del portugués es pobre, siete títulos disputados en dos años y dos victorias. El de Florentino, en su segunda etapa, es peor, dos de diez. Estamos ante un proyecto que por la inversión realizada necesita más rédito. Ganar la competición local no es un problema para el Real Madrid y el FC Barcelona, ambos triplican en presupuesto y plantillas a sus rivales. Los dos equipos están hechos para ganar en Europa y si no ganan o juegan la final fracasan.
Los futbolistas ganan y pierden los partidos. Sus aciertos les llevan a la victoria y los fallos a la derrota. Cuando un entrenador usurpa la personalidad de sus jugadores y los convierte en marionetas debe asumir que él empieza a ser un problema. El Bayern no jugará la final por tener más suerte. Pasó porque fue más valiente, tuvo más el balón y remató más. El resto, hay que preguntárselo a Mourinho.
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