No creo que la palabra adecuada sea nostalgia, pero hay cosas que no me gustan del deporte actual. Por ejemplo en el fútbol, y hablo del fútbol porque es el gran espectáculo deportivo actual, me molesta mucho la idea de que el hincha es prescindible, que el imprescindible sea el consumidor. El hincha, el aficionado que ha tenido esa relación más apasionada con el fútbol, es prescindible porque lo que interesa es el negocio puro y duro. Y el negocio ya no te lo proporciona el hincha de toda la vida cuando va al estadio. Los estadios se están convirtiendo en lugares de reunión para ejecutivos y gente de capacidad adquisitiva alta. Comienza a segregarse a los aficionados. Se le está impidiendo participar de aquello que ellos mismos crearon a principios del siglo pasado. Los estadios están repletos de palcos VIP para ejecutivos y grandes corporaciones. Eso me decepciona. Me parece una perversión relacionada con la estructura social contemporánea y con los intereses económicos. No voy a hablar de nostalgia, pero lo que más me duele ahora mismo es el maltrato al hincha.
El argumento que se suele emplear para defender esta industrialización del fútbol es que es imprescindible para generar los ingresos necesarios para contratar a las grandes estrellas, para tener las mejores plantillas y dar el mejor espectáculo.
Tampoco lo tengo muy claro. Siempre ha habido grandes equipos, pero digamos que era un fútbol menos fracturado, donde había posibilidades reales de lograr un título para media docena de equipos. Esto se ha acabado, y no sólo en España, donde todo prácticamente se reduce al Madrid y al Barça, sino en toda Europa. Se ha generado una oligarquía en el fútbol que es decepcionante, porque está eliminando la verdadera competición, al menos en los territorios nacionales. En Europa hay ocho o diez grandes equipos que han dominado en los últimos años y que van a seguir dominando cada vez más: Manchester Utd, Chelsea, Real Madrid, Barcelona, Milán, Inter, Bayern… y poco más. El resto es un fútbol sin expectativas, sin esperanzas, equipos que intentan llegar a ese estado aristocrático y no lo consiguen. Al contrario, se endeudan y se alejan cada vez más. El fútbol va hacia una nueva aristocracia que a mí me parece muy preocupante, porque no todo el mundo es del Madrid o del Barcelona, del Milán o del Inter, del Manchester o del Chelsea. Todos esos aficionados no vinculados con los grandes acaban sumidos en la frustración. Desde el año 90 hasta 2006, cinco equipos ganaron la Liga: Real Madrid, Barcelona, Atlético, Valencia y Deportivo. En los 80, la ganaron cuatro equipos: Real Madrid, Barcelona, Real Sociedad y Athletic. Y en los setenta otros cuatro. Eso está bien. Es una proporción justa. El Madrid y el Barça siempre han sido preponderantes, pero las diferencias de puntos que estamos viendo ahora son una barbaridad. Además es algo irreversible. Los derechos de televisión hacen que el Madrid y el Barcelona ingresen 180 millones de euros por temporada, mientras el tercer equipo está en 50 ó 60. Así es imposible. En España ya no existe la competición, que es el factor principal del deporte. Es un duopolio y nada más.
¿Se podrían aplicar topes salariales, como hacen en los EE.UU para precisamente proteger la competición, y por tanto el espectáculo?
En EE.UU intentan que haya una estructura competitiva muy cohesionada mediante dos fórmulas: los topes salariales y el draft universitario, que aquí tampoco existe. Ellos tienen un potentísimo deporte universitario que sirve como trampolín para el deporte profesional. Cada año los equipos profesionales más débiles pueden elegir los mejores deportistas universitarios, que es una manera sensata de equilibrar fuerzas, o intentarlo. Es decir, salvar la competición. Pero aquí no tenemos esa estructura universitaria ni esa tradición y, francamente, de aquí a 10 ó 15 años supongo que tendremos una Superliga europea, quizá mundial, para esta nueva oligarquía futbolística. El resto a ver cómo sobrevive. Es matar la relación local del hincha, con el equipo de su ciudad, de su entorno. Por lo que parece, a la Liga de Fútbol Profesional le importa muy poco. Lo de la LFP es un disparate, no acabo de entender qué papel juega. Parece que lo único que pretende es recaudar dinero y proteger a los dos más fuertes. Es un organismo incapaz de articular medidas convenientes para el fútbol.