Puede que una provocación verbal no justifique una determinada reacción física pero sin duda ayuda a contextualizarla. Es evidente que José Mourinho se equivocó con su acto reflejo voluntario ante Tito Vilanova. El entrenador portugués se dejó agitar por la adrenalina, y las bravatas rivales, y el enfado le pudo con un gesto prescindible en medio de una tangana totalmente absurda.
Sin embargo, resultan paradójicas las diferentes e hipócritas varas de medir que se aplican para dimensionar los hechos futbolísticos en función de quien sea el protagonista de los mismos. Si es Mourinho el que comete un error, la hipersensiblidad se eleva a cotas cercanas al Everest y lo ocurrido se sitúa en la categoría de una catástrofe nuclear o una amenaza DEFCON 1. En cambio, si es alguien como Pep el que intenta pegarse con un entrenador rival en un encuentro de Champions League, o llama mentiroso a un árbitro, o vacila a Cristiano Ronaldo negándole el balón en mitad de un partido, o rompe el cristal de un banquillo a codazos, la volatilidad de la polémica es acompañada de coros celestiales.
FARISEOS DE SALÓN. Desde el Barcelona algunos han aprovechado el suceso para arremeter contra Mou intentando convertirle en el origen de todos los males del fútbol universal en el pasado, presente y futuro inmediato. Críticas y descalificaciones que, en estos casos, construyen y despliegan quienes carecen de autoridad moral e intelectual para ello. Los directivos del Barcelona, que ahora se rasgan las vestiduras como fariseos de salón, son los que hace unos meses llegaban a mentir públicamente, sin enrojecerse, cuando aseguraban que Sergio Busquets no había llamado "mono" a Marcelo sino que había dicho "mucho morro".
Uno de ellos, Carles Vilarrubí, vicepresidente, concluye que el entrenador luso es "una lacra para el mundo el fútbol", que el club blanco no puede apoyarle y que Casillas está trastornado al estilo Doctor Jekyll y Mister Hyde. Las cuestiones en este caso se agolpan: ¿Apoya el Barça el puñetazo de David Villa a Mesut Özil? ¿Apoya los insultos racistas que volvieron a escucharse en el Camp Nou? ¿Apoya los balonazos a los aficionados del equipo contrario o los salivazos a un rival?
Vamos, que si aplicamos la inteligencia, la lucidez y la mesura, muy pocos deberían adjudicarse aquí el hábito de predicador de moral y de buenas costumbres a menos que esté dispuesto a asumir las numerosas vigas que también podemos hallar en el interior de sus ojos. Y entre ellos Guardiola, que en el campo insulta a los jugadores del Real Madrid al grito de "sois una banda" y después, en rueda de prensa ante los periodistas, resalta que "si esto no se frena, va a acabar mal". Pues que cada uno empiece por donde le toca. Y sin hipocresía.
Sin embargo, resultan paradójicas las diferentes e hipócritas varas de medir que se aplican para dimensionar los hechos futbolísticos en función de quien sea el protagonista de los mismos. Si es Mourinho el que comete un error, la hipersensiblidad se eleva a cotas cercanas al Everest y lo ocurrido se sitúa en la categoría de una catástrofe nuclear o una amenaza DEFCON 1. En cambio, si es alguien como Pep el que intenta pegarse con un entrenador rival en un encuentro de Champions League, o llama mentiroso a un árbitro, o vacila a Cristiano Ronaldo negándole el balón en mitad de un partido, o rompe el cristal de un banquillo a codazos, la volatilidad de la polémica es acompañada de coros celestiales.
FARISEOS DE SALÓN. Desde el Barcelona algunos han aprovechado el suceso para arremeter contra Mou intentando convertirle en el origen de todos los males del fútbol universal en el pasado, presente y futuro inmediato. Críticas y descalificaciones que, en estos casos, construyen y despliegan quienes carecen de autoridad moral e intelectual para ello. Los directivos del Barcelona, que ahora se rasgan las vestiduras como fariseos de salón, son los que hace unos meses llegaban a mentir públicamente, sin enrojecerse, cuando aseguraban que Sergio Busquets no había llamado "mono" a Marcelo sino que había dicho "mucho morro".
Uno de ellos, Carles Vilarrubí, vicepresidente, concluye que el entrenador luso es "una lacra para el mundo el fútbol", que el club blanco no puede apoyarle y que Casillas está trastornado al estilo Doctor Jekyll y Mister Hyde. Las cuestiones en este caso se agolpan: ¿Apoya el Barça el puñetazo de David Villa a Mesut Özil? ¿Apoya los insultos racistas que volvieron a escucharse en el Camp Nou? ¿Apoya los balonazos a los aficionados del equipo contrario o los salivazos a un rival?
Vamos, que si aplicamos la inteligencia, la lucidez y la mesura, muy pocos deberían adjudicarse aquí el hábito de predicador de moral y de buenas costumbres a menos que esté dispuesto a asumir las numerosas vigas que también podemos hallar en el interior de sus ojos. Y entre ellos Guardiola, que en el campo insulta a los jugadores del Real Madrid al grito de "sois una banda" y después, en rueda de prensa ante los periodistas, resalta que "si esto no se frena, va a acabar mal". Pues que cada uno empiece por donde le toca. Y sin hipocresía.