Se acerca el treinta de Junio y Quique Martín dejará la disciplina de la Unión por la puerta de atrás como tantos otros a lo largo de la historia, diferentes épocas, diferentes directivas, diferentes responsables, pero gestos semejantes…En más o menos tiempo, habrá una placa, un saque de honor, pero no me sirve, no es suficiente…
Los homenajes sinceros son los de los aficionados, los nuestros, los de las gradas que le alentaron, los que de verdad perduran y el que Quique no tendrá…
Duele pensar que los veinte minutos que Quique Martín jugó en el horrible partido del Carlos Belmonte esta temporada, sean sus veinte últimos minutos con la camiseta blanquinegra (roja en aquel partido) y yo allí, en la grada manchega, y sin saberlo.
Dicen que las personas buscamos mitos en los vivos, para marcar referentes, para agrandar sentimientos hacia algo o alguien…Quique Martín fue el mío durante todos estos años.
Inicialmente discutido, silbado en su debut (99-00), en aquella temporada increíble en la que tiramos el ascenso por el camino (¡Todavía no me lo creo!), fue convirtiéndose por su calidad y referencia, en ese jugador que cada domingo observaba, esperando esos gestos, detalles, goles, que marcaban la diferencia, en una categoría, la 2ªA, que no le correspondía.
En todos estos años de mi vida unionista, él fue el único jugador que consiguió que quisiera tener su nombre grabado en mi camiseta, a mi espalda; ese once que he lucido por tantos lugares de España, y que nació fruto del compromiso de Quique al no marcharse al Racing en la Navidad del 2000, rechazando con un “-quiero subir con la Unión” aquella suculenta oferta de primera; y cumpliendo mi promesa de aquel: “-si no se va, me grabo la camiseta”; para sentirme hoy orgulloso de cumplir aquello, porque pasarán los años y Quique seguirá en mi espalda como símbolo del unionismo que vio nacer al siglo XXI.
En todas las etapas de idas y venidas del avilesino, muchos recuerdos y muchos partidos…tantos en casa y algunos fuera, pasajes fugaces que vuelven hoy a mi memoria, en forma de perlas de nostalgia…como aquel de Elche en la primera jornada de la 2000-01, la del debut de Juan Señor y sus pantalones rojos, la del debut de Makukula en el Martínez Valero y la expulsión de Quique y el quedarnos con nueve, y pasarlo regular entre un ambiente crispado en la grada ilicitana; Javi, Pablo y yo con nuestras camisetas; o aquel en Getafe en el que Quique se echó el equipo a las espaldas y remontamos, con aquel gol sin ángulo desde banda derecha; con su zurda , con su guante, a pie cambiado, en aquel domingo en el que el “no me rendiré” de brigadas sonó toda la segunda parte sin cesar hasta la victoria que se logró en dos minutos mágicos…o aquella noche en el Nou Estadi de Valencia, frente a un Levante líder, aquel de Mijatovic y Don Jorge en el banquillo dando instrucciones, y el golazo de Quique por la escuadra de libre directo, y la victoria, y el abrazo virtual con él de los veinte charros que estábamos en la grada, y yo con mi camiseta y su nombre, y el once a la espalda.
El retorno de Quique en segunda B reafirmó el mito, “mi mito” y en muchas ocasiones, ese “somos Quique y diez más” alimentó nuestras tertulias; porque sinceramente eso fue verdad muchas veces; él mantuvo vivo al equipo en muchos tramos de las diferentes temporadas, con su calidad, con su control de primera con la zurda, con su juego en más zonas del campo que en su origen, como decía un amigo “un jugador de primera que jugó demasiados años en segunda”…
Pero después de casi 300 partidos de liga con la blanquinegra y muchos de ellos con el brazalete de capitán; te digo: “-Quique, nos faltó un partido”, el de tu despedida en el césped, con el blanco y el negro de las bufandas al viento, tras un pitido final que nos han robado, con tu nombre en nuestras gargantas como tantas tardes, y tus brazos al aire desde el circulo central de ese campo, nuestro campo, que te pertenece, y la ovación eterna de aquellos que no querríamos que te retiraras nunca… pero ese día no existirá, no habrá despedida vestido de corto.
Así que mi despedida modesta, necesaria y justa son estas palabras que hoy escribo en el blog para agradecerte todos estos años de unionismo…
Dando gracias a ese Quique que con su vuelo levantó una época gris de la UDS, que fue diferente gracias a su figura; gracias a ese Quique que me consideró su amigo, sin conocerme, en su libro biográfico que me regaló mi madre dedicado; gracias a ese Quique que sirvió en el campo a una camiseta a la que sólo le faltó un ascenso a 1ª que merecía y gracias al fin y al cabo, por hacernos enamorar de tu zurda, que tantas tardes abrillantamos desde el sentimiento hacia el que marcó la diferencia, de la misma manera que hizo Rogerio aquel día de 1999 en el que ganamos al Sporting en el Helmántico.
Pero de igual modo que ese tren, que pasa de largo de una estación con viajeros en el andén, la Unión sigue, y nos quedamos sin mitos en el campo, en la plantilla… he pensado siempre que son necesarios, porque unen césped y grada, presente y pasado; pero desgraciadamente los símbolos no se buscan, surgen, aparecen en la historia, en el devenir de los partidos y las temporadas, a veces sin esperarlos, para en su ausencia, como ahora, quedarse grabados en los renglones de la historia para siempre, y ponerles entonces un Don delante…como a usted a partir de ahora, Don Enrique.
Nosotros, de momento hoy, huérfanos de símbolos, y en 2ªB, tendremos que esperar al siguiente…
Los homenajes sinceros son los de los aficionados, los nuestros, los de las gradas que le alentaron, los que de verdad perduran y el que Quique no tendrá…
Duele pensar que los veinte minutos que Quique Martín jugó en el horrible partido del Carlos Belmonte esta temporada, sean sus veinte últimos minutos con la camiseta blanquinegra (roja en aquel partido) y yo allí, en la grada manchega, y sin saberlo.
Dicen que las personas buscamos mitos en los vivos, para marcar referentes, para agrandar sentimientos hacia algo o alguien…Quique Martín fue el mío durante todos estos años.
Inicialmente discutido, silbado en su debut (99-00), en aquella temporada increíble en la que tiramos el ascenso por el camino (¡Todavía no me lo creo!), fue convirtiéndose por su calidad y referencia, en ese jugador que cada domingo observaba, esperando esos gestos, detalles, goles, que marcaban la diferencia, en una categoría, la 2ªA, que no le correspondía.
En todos estos años de mi vida unionista, él fue el único jugador que consiguió que quisiera tener su nombre grabado en mi camiseta, a mi espalda; ese once que he lucido por tantos lugares de España, y que nació fruto del compromiso de Quique al no marcharse al Racing en la Navidad del 2000, rechazando con un “-quiero subir con la Unión” aquella suculenta oferta de primera; y cumpliendo mi promesa de aquel: “-si no se va, me grabo la camiseta”; para sentirme hoy orgulloso de cumplir aquello, porque pasarán los años y Quique seguirá en mi espalda como símbolo del unionismo que vio nacer al siglo XXI.
En todas las etapas de idas y venidas del avilesino, muchos recuerdos y muchos partidos…tantos en casa y algunos fuera, pasajes fugaces que vuelven hoy a mi memoria, en forma de perlas de nostalgia…como aquel de Elche en la primera jornada de la 2000-01, la del debut de Juan Señor y sus pantalones rojos, la del debut de Makukula en el Martínez Valero y la expulsión de Quique y el quedarnos con nueve, y pasarlo regular entre un ambiente crispado en la grada ilicitana; Javi, Pablo y yo con nuestras camisetas; o aquel en Getafe en el que Quique se echó el equipo a las espaldas y remontamos, con aquel gol sin ángulo desde banda derecha; con su zurda , con su guante, a pie cambiado, en aquel domingo en el que el “no me rendiré” de brigadas sonó toda la segunda parte sin cesar hasta la victoria que se logró en dos minutos mágicos…o aquella noche en el Nou Estadi de Valencia, frente a un Levante líder, aquel de Mijatovic y Don Jorge en el banquillo dando instrucciones, y el golazo de Quique por la escuadra de libre directo, y la victoria, y el abrazo virtual con él de los veinte charros que estábamos en la grada, y yo con mi camiseta y su nombre, y el once a la espalda.
El retorno de Quique en segunda B reafirmó el mito, “mi mito” y en muchas ocasiones, ese “somos Quique y diez más” alimentó nuestras tertulias; porque sinceramente eso fue verdad muchas veces; él mantuvo vivo al equipo en muchos tramos de las diferentes temporadas, con su calidad, con su control de primera con la zurda, con su juego en más zonas del campo que en su origen, como decía un amigo “un jugador de primera que jugó demasiados años en segunda”…
Pero después de casi 300 partidos de liga con la blanquinegra y muchos de ellos con el brazalete de capitán; te digo: “-Quique, nos faltó un partido”, el de tu despedida en el césped, con el blanco y el negro de las bufandas al viento, tras un pitido final que nos han robado, con tu nombre en nuestras gargantas como tantas tardes, y tus brazos al aire desde el circulo central de ese campo, nuestro campo, que te pertenece, y la ovación eterna de aquellos que no querríamos que te retiraras nunca… pero ese día no existirá, no habrá despedida vestido de corto.
Así que mi despedida modesta, necesaria y justa son estas palabras que hoy escribo en el blog para agradecerte todos estos años de unionismo…
Dando gracias a ese Quique que con su vuelo levantó una época gris de la UDS, que fue diferente gracias a su figura; gracias a ese Quique que me consideró su amigo, sin conocerme, en su libro biográfico que me regaló mi madre dedicado; gracias a ese Quique que sirvió en el campo a una camiseta a la que sólo le faltó un ascenso a 1ª que merecía y gracias al fin y al cabo, por hacernos enamorar de tu zurda, que tantas tardes abrillantamos desde el sentimiento hacia el que marcó la diferencia, de la misma manera que hizo Rogerio aquel día de 1999 en el que ganamos al Sporting en el Helmántico.
Pero de igual modo que ese tren, que pasa de largo de una estación con viajeros en el andén, la Unión sigue, y nos quedamos sin mitos en el campo, en la plantilla… he pensado siempre que son necesarios, porque unen césped y grada, presente y pasado; pero desgraciadamente los símbolos no se buscan, surgen, aparecen en la historia, en el devenir de los partidos y las temporadas, a veces sin esperarlos, para en su ausencia, como ahora, quedarse grabados en los renglones de la historia para siempre, y ponerles entonces un Don delante…como a usted a partir de ahora, Don Enrique.
Nosotros, de momento hoy, huérfanos de símbolos, y en 2ªB, tendremos que esperar al siguiente…