Es el precio a pagar cuando has vendido tu alma. En un solo año, un club centenario que presumía más de señorío que de títulos, ha pasado a ser un vulgar equipucho que se queja de los árbitros, de los horarios de las televisiones, de las alineaciones de los rivales de tu rival, del Villarato, del Platinato, de UNICEF... Y esto último no es una imagen gratuita. Valga una anécdota que presencié en la pasada Final Four de baloncesto en Barcelona. Los merengones ocupábamos una esquina del Palau Sant Jordi. Cuando, de pronto, un chaval (repito, un chaval) paseaba por las gradas ofreciendo camisetas, gorras y llaveros de UNICEF (es decir, era un currante), una lluvia de insultos y amenazas le llegaron desde el sector blanco. Tuvo que salir por patas. Un chaval, que estaba currando... y que ofrecía productos de ¡¡¡una institución benéfica!!!
Y todo porque el señor Mourinho, entre otras muchas de sus excusas para justificar la derrota por 0-2 contra el Barça en la ida de las semifinales de la Copa de Europa, citó como una de las hipotéticas causas a UNICEF, que patrocina al Barcelona... Eso ya motiva, instantáneamente, que la masa madridista, idiotizada hasta producir espasmos, declare como peligrosa a una institución que trata de ayudar a los niños que, en todo el mundo, pasan hambre y no tienen escuelas... ¡Pero qué locura es ésta!
¿Cómo va a sentir esperanza en un día como hoy un madridista antimourinhista? Cuando el Barça ganó en 2009 su última Champions, declaré aquí el Año del Orgullo Madridista. Soportábamos la Maligna Dictadura Culé, pero, al menos, me sentía orgulloso de mi equipo. El ciclo Ramón Calderón (el presidente más rufián de nuestra historia) concluía entonces, dando paso a un Florentino que hablaba de revertir la situación volviendo a los principios de toda la vida del Madrid. Y con un modelo claro de club: un presidente que sólo se encargaba de la gestión económica, un director general fuerte (Valdano) y sendos directores deportivos para fútbol (Pardeza) y baloncesto (Maceiras). Los entrenadores, Pellegrini (fútbol) y Messina (baloncesto), eran elegidos en virtud a ese concreto proyecto.
Dos años después, todo ha cambiado: en baloncesto, Messina, el mejor entrenador del mundo, se fue harto de ser ninguneado por un club, ya casi exclusivamente, de fútbol. Maceiras, un fiasco, se había marchado en junio. En fútbol, Pellegrini (masacrado por una prensa deportiva madrileña injusta, hipócrita y vendida a los intereses del Florentinato) dio paso a Mourinho (el Gran Dictador). Valdano ha sido cesado ahora por orden expresa del entrenador (un director general destituido por un subalterno). ¿Pardeza? A Pardeza nadie ha vuelto a mencionarlo. ¿Existe el director de fútbol del Madrid?
Dos años después, el modelo ha cambiado. Radicalmente. Ahora seguimos el “sistema inglés”: un entrenador fuerte que gestiona todo lo deportivo. El poderoso Florentino ha decidido ponerse al mando de Mourinho. Ha optado por ser el chulo bis que pone a cuatro patas a la mocita madrileña que antes iba alegre y risueña a ver a su Madrid. Ahora, la música es otra. Un nuevo bandazo más, y por el peor camino: el del mal perdedor. Mientras, el Barça del modelo de la excelencia machacando con la Maligna Dictadura Culé.
Y ya no quedan Años del Orgullo Madridista. Somos una puta. Aunque lo ganemos todo.