Raúl, en El Molinón. (Foto: AFP)
24 de octubre.- El Real Madrid es ya un equipo en regresión, como la economía española. Un equipo en estado de catarsis, quizá otra vez camino del psicólogo y de tumbarse en un diván.
Era muy previsible con la desaparición de Ronaldo, Benzema y Lass, sus tres mejores jugadores. Pellegrini tendrá otra justificación para su indolente estrategia de auto-compasión, una vía recurrente en personajes tan deprimentes.
Pero esa depresión a la chilena se la ha contagiado a todo el equipo. La gran mayoría parece que han sido víctimas de una trafusión de sangre a horchata. Sólo basta tomar el ejemplo de que sólo intentaron ganar al Sporting cuando ya no había más remedio. Un toque frugal de agresividad cuando ya no quedaba tiempo. Patético.
El Sporting ni siquiera pudo aguantar su tren en el segundo periodo. Fundidos los plomos, las ideas y el físico, se fajó en su área y dejó pasar el tiempo como un válvula del tiempo o un reloj de lluvia, que es lo que caía en Gijón.
Si preguntan por Kaká la respuesta ni siquiera es optimista. Fue el único jugador con algún disparate que se saliera de la rutina, pero se parece mucho al Kaká de la temporada pasada en el Milan, cuando Berlusconi y Galliani pensaron que había que hacer caja antes de la eclosión de un jugador anteriormente sin parangón.
Ni hablar de Granero, nunca vi talento en este jugador más bien apático ni la genuflexión ante esperpentos como Drenthe, Van de Vaart, Garay, otra vez se lesionó, y Marcelo, el peor defensa lateral de los aspirantes al título europeo.
Al final, Raúl y diez más. Lo digo, porque el Madrid está acostumbrado a jugar con diez jugadores. Sobre todo, cuando Raúl juega lejos de su querido Chamartín.
Me decía un técnico que el Madrid jamás será el Madrid campeón mientras Raúl haga luz de gas a todos los segundas puntas que le metan en la plantilla o tenga cogido de los testículos a todos los técnicos que osen suspender su oligarquía en el vestuario.