bueno leii un articulo en un blog, de otro foro, y me gusto bastante, y quisiera compartirlo por aqui.
Ayer mismo, horas antes del partido, Florentino lo dejó claro: si no ganamos hoy al Barcelona no será un fracaso. No lo es, claro. Aunque suponga despedirse de la Liga. Como tampoco fue un fracaso caer eliminado estrepitosamente ante el Alcorcón, un 2ª B, con partido de vuelta en el Bernabeú incluido, ni quedarse un año más a las primeras de cambio fuera de la Champions contra el primero que pase por allí.
Este es uno de los grandes males que azotan al club: la displicencia, la falta absoluta de exigencia con los jugadores. El no pasa nada se ha asentado peligrosamente desde hace años en el seno de la entidad ante la incomprensible complicidad de su máximo mandatario. Como si no explicar el rosario de entrenadores que han desfilado sin pena ni gloria, entrenadores de dudoso nivel y mano muy ancha con los jugadores. Cualquiera que haya visto entrenamientos en la época de Queiroz, López Caro, Luxemburgo, etc sabe que aquello era la fiesta de tócame Roque. Tipos que llegan tarde a los entrenos, que empiezan a las 10:00 y que es lo único que tienen que hacer en sus medias jornadas de trabajo. Tipos que viven pendientes de su agenda publicitaria y promocional en muchos casos proporcionada por el propio club. Curiosamente solo Del Bosque, quizá por pertenecer a la vieja escuela, supo sacar un mínimo de rendimiento a la plantilla que tuvo en sus manos.
Y en este punto, toca hablar del Barcelona, porque ¿alguien se ha preguntado por qué Guardiola ha perdido tan pocos partidos desde que está en el banquillo? La respuesta es sencilla: exigencia. El que se duerme o se acomoda sale del equipo, después de un mal partido toca reunión y análisis y se trabaja tácticamente (ese gran desconocido merengue). Imagínense por un momento a un tipo como Guardiola con la plantilla que tuvo el Madrid entre las temporadas 2001, 2002 y 2003. Da vértigo pensar lo que se pudo ganar y lo que nos hemos dejado en el camino. Ojalá alguien en el club hiciera una profunda reflexión al respecto, antes de gastar otros 300 millones este verano.
Otro día hablamos de los fichajes galácticos y su tremendo rendimiento.
Ayer mismo, horas antes del partido, Florentino lo dejó claro: si no ganamos hoy al Barcelona no será un fracaso. No lo es, claro. Aunque suponga despedirse de la Liga. Como tampoco fue un fracaso caer eliminado estrepitosamente ante el Alcorcón, un 2ª B, con partido de vuelta en el Bernabeú incluido, ni quedarse un año más a las primeras de cambio fuera de la Champions contra el primero que pase por allí.
Este es uno de los grandes males que azotan al club: la displicencia, la falta absoluta de exigencia con los jugadores. El no pasa nada se ha asentado peligrosamente desde hace años en el seno de la entidad ante la incomprensible complicidad de su máximo mandatario. Como si no explicar el rosario de entrenadores que han desfilado sin pena ni gloria, entrenadores de dudoso nivel y mano muy ancha con los jugadores. Cualquiera que haya visto entrenamientos en la época de Queiroz, López Caro, Luxemburgo, etc sabe que aquello era la fiesta de tócame Roque. Tipos que llegan tarde a los entrenos, que empiezan a las 10:00 y que es lo único que tienen que hacer en sus medias jornadas de trabajo. Tipos que viven pendientes de su agenda publicitaria y promocional en muchos casos proporcionada por el propio club. Curiosamente solo Del Bosque, quizá por pertenecer a la vieja escuela, supo sacar un mínimo de rendimiento a la plantilla que tuvo en sus manos.
Y en este punto, toca hablar del Barcelona, porque ¿alguien se ha preguntado por qué Guardiola ha perdido tan pocos partidos desde que está en el banquillo? La respuesta es sencilla: exigencia. El que se duerme o se acomoda sale del equipo, después de un mal partido toca reunión y análisis y se trabaja tácticamente (ese gran desconocido merengue). Imagínense por un momento a un tipo como Guardiola con la plantilla que tuvo el Madrid entre las temporadas 2001, 2002 y 2003. Da vértigo pensar lo que se pudo ganar y lo que nos hemos dejado en el camino. Ojalá alguien en el club hiciera una profunda reflexión al respecto, antes de gastar otros 300 millones este verano.
Otro día hablamos de los fichajes galácticos y su tremendo rendimiento.