por Cani1710 Jue Feb 18, 2010 1:09 am
El Madrid tiene un problema muy serio: sus grandes figuras están exentas de responsabilidad, que es todo lo contrario de lo que se espera de las grandes figuras. Pero el Madrid es un equipo curioso. Las estrellas sólo son responsables de la victoria, incluso cuando sus méritos son más que sospechosos. El sábado, en Jerez, Arbeloa marcó el primer gol del encuentro, bien entrada la segunda parte, cuando las cosas pintaban muy feas. La clase de gol, en definitiva, que cambia radicalmente el signo de un partido. Las portadas se las llevó Ronaldo, autor de los siguientes goles. Con ligeras variantes, la temporada ha sido así: la infantería sostiene al Madrid, pero los laureles se los llevan otros. Las estrellas mediáticas.
A los grandes jugadores les distingue una cualidad: marcan la diferencia. Aparecen donde no alcanzan los demás. Nadie pide a Derek Fisher, Ron Artest o Jordan Farmar que protagonicen los partidos decisivos de los Lakers. Ni tan siquiera se lo piden a Gasol. Es un jugador importante, crucial, pero la exigencia máxima pesa sobre Kobe Bryant. Por eso es una estrella. Por eso la responsabilidad en el Barça corresponde a Messi, Iniesta, Xavi, Ibrahimovic y Henry. Sí, Henry. Llegó al Barça como figura y se le ha medido como figura. Ya no lo es: no ha estado a la altura de su cartel. A Piqué, Busquets, Abidal, Puyol y compañía se les pide otra clase de garantía: la solidez, la consistencia, el oficio. Son importantes, desde luego, pero en los momentos dramáticos el foco está puesto en las estrellas. Son los que generalmente ganan los partidos, y sobre todo los partidos más complicados, o los que parecen perdidos. Es lo que ha hecho especiales a Messi, Iniesta y Xavi, lo que encumbró a Etoó en tantas finales, lo que no ha logrado confirmar Henry en el Barça. De ahí las críticas.
Lo mismo ocurre en el Manchester United con Rooney, en el Chelsea con Lampard y Drogba o en el Liverpool con Gerrard y Fernando Torres. Se les considera figuras con todas las consecuencias. Juegan con la máxima exigencia. Se les espera en los grandes partidos para que lo demuestren. En el Madrid, no. O al menos esta temporada. Las figuras tienen bula. Si Cristiano Ronaldo sale expulsado, se buscan los argumentos más retorcidos y las coartadas más peregrinas para exculparlo. Tampoco hay problema con Kaka. No arranca ni a tiros, pero encuentra la simpatía y la comprensión que no reserva a los demás. Es intocable. Cualquier excusa sirve: la difícil adaptación, su posición como supuesto cuarto centrocampista en lugar de segundo delantero, la pubalgia, etc. Cualquier topicazo sirve. El caso es eximirle de responsabilidad y festejarle por cuatro detalles. Seis meses después de comenzar la temporada, ha marcado cinco goles, dos de ellos de penalti. No importa. Es Kaká.
El Madrid decepcionó en Lyon, donde se volvió a utilizar la coartada de costumbre: Pellegrini. Y todo porque utilizó a Mamadou Diarrá en lugar de Lass Diarra, que si no son lo mismo, lo parece. Es decir, se enfoca el problema a través del entrenador y dos jugadores secundarios. Lo son porque acompañan, no porque se les pida que ganen un partido de este calibre. Como mucho, que no lo pierdan. De ganarlo deberían encargarse las figuras. Para eso se les contrató. Pues no. El mismo equipo –los arbeloas, por definirles de alguna manera- que ha llevado al Madrid hasta aquí, con menos ayuda de la prevista y con un rendimiento magnífico, aparece como responsable del fiasco de Lyon. No se llevaron las portadas cuando lo merecieron y se les pone en duda ahora, en la derrota. Típico del Madrid y su entorno mediático.
Es cierto que el partido se le complicó al Madrid más de la cuenta. Suele pasar en Europa. Suele sucederle en Lyon, donde perdió 3-0 (con Vanderlei Luxemburgo en el banco) y 2-0 (con Capello). La diferencia es que esta vez había estrellas para revertir la situación. Era un partido para ellos. Para Cristiano Ronaldo y Kaká, para comprobar el olfato goleador de Higuaín en Europa y para medir a Benzema en la adversidad. Su trabajo consistía en reparar daños y demostrar la categoría que se les supone. De lo contrario, el mayor fracaso sería el suyo. Esta vez fracasaron. No estuvieron a altura de lo que espera de unas figuras de verdad. Ni tan siquiera dieron la impresión de intentarlo. Pero saben que tienen bula. La feria nunca va con ellos.
El caso más sangrante es el de Kaká, que no está ni de lejos en el papel que se le suponía. Cristiano Ronaldo jugó francamente mal en Lyon, pero ha tenido momentos toreros en su breve trayectoria en el Madrid. Ha ganado partidos difíciles y rara vez se ha arrugado. Por el camino ha marcado 17 goles. A veces se ha tomado tan a pecho su condición de estrella que se ha olvidado de lo básico: conviene pensar que hay un compañero al lado. Cristiano Ronaldo hizo muy poco por solucionar el problema de Lyon. Kaká hizo menos. El equipo sufría en el medio campo porque no podía mover la pelota con criterio, pero Kaká nunca apareció por allí. Como cuarto centrocampista, no existió. En el capítulo defensivo, tampoco. Eso ya se sabe y se tolera con una naturalidad asombrosa. Ni siquiera molestó en el tráfico del Lyon. Terminó de palomero, en la izquierda.
El Lyon no se alteró. No le bloqueó con un doble marcaje. No utilizó al Gouvou para ayudar a Reveilliere, que no es Berti Vogts. Cuatro veces se midió con el lateral. Eran situaciones perfectas para marcar diferencias, para inventar, para sacar del agujero al equipo, para hacer lo que rara vez ha logrado esta temporada: proclamarse figura de verdad. Fracasó en tres de las cuatro ocasiones. Le faltó tanta fe como energía. Fue más problema Kaká que Diarrá. Estas cosas pasan en el fútbol, pero se toma nota y se exige el correspondiente peaje crítico. En el Madrid, no. Las estrellas no se tocan. A ellos sólo les corresponde el éxito, incluso cuando no lo protagonizan. En la derrota, la culpa siempre es de los otros. De Pellegrini y de los que no disfrutan del cartel de figuras. De favoritos del régimen.