Raúl y Casillas, que apenas se hablan, lideran los dos grupos en que se ha dividido el vestuario del Madrid
A la izquierda, Casillas, con Sergio Ramos e Higuaín. A la derecha, Raúl, junto a Guti y Van Nistelrooy.
A la izquierda, Casillas, con Sergio Ramos e Higuaín. A la derecha, Raúl, junto a Guti y Van Nistelrooy.
Madrid, junio de 2008. Plaza de Colón. La selección española se desmelena en plena efervescencia por la Eurocopa ganada en Viena. En su casa, pegado a la televisión, Raúl aprieta los dientes. Querría haber estado ahí para levantar la copa al cielo madrileño. Pero había salido perdedor de la guerra con Luis Aragonés y él, que se había partido el pecho en 102 batallas vestido de rojo, faltaba el día de la gran fiesta. Casillas y no él es el héroe. Es la imagen que resume el divorcio entre los dos emblemas merengues.
ÁLVARO FAES Los futbolistas se desbocaron aquel día de fiesta en Madrid. Pepe Reina era el cabecilla, enlazaba chistes por el micrófono con cánticos de grada, la voz rota por una juerga sin límites. Todo lo vio Raúl sentado frente al televisor, estupefacto cuando sintió que le clavaban hasta el fondo el cuchillo de la traición. Luis Aragonés se iba, dejaba la selección a lo grande, y los futbolistas convirtieron en un bucle sin fin la clásica petición de los días de despedida. "Luis, quédate", "Nosotros nos vamos, si no sigue Luis".... Íker Casillas cantaba como el que más, las manos rojas de aplaudir, y no se cortaba ante las cámaras pidiendo la continuidad del técnico. No le importaba que del colmillo de Zapatones colgase la sangre de Raúl.
La relación entre Raúl y Casillas nunca fue estrecha. Su competencia en el vestuario –del Madrid y de la selección– representa un clásico del deporte. La vida misma. La estrella consagrada, el jefe de la tribu, se ve amenazado con la irrupción del fenómeno emergente, un joven sediento de gloria pero con los pies en el suelo; un muro en la portería; un tipo guapo, humilde, solidario, el yerno ideal.
El mayor vínculo que tenían era Ginés Carvajal, agente de campanillas, el Ronaldo de los despachos, una colección de estrellas en su cartera de clientes. En abril de 2008 se supo que Casillas había roto con él y se abrazaba al exitoso Luis García Abad, gestor de la carrera de Fernando Alonso. Los que conocen al portero susurran que detrás había una historia de celos galopantes. "Que sólo tiene ojos para Raúl, que siempre está pensando en él, que para mí ni mira", venía a ser la letanía de Íker.
La distancia entre los dos símbolos de la cantera blanca se hacía cada vez mayor. Hoy prácticamente ni se hablan. Florentino Pérez se ha decantado por el portero y prácticamente le ha encargado gestionar la jubilación del capitán. Casillas se pone el brazalete cuando Raúl y Guti no están. Es el tercero de la lista pero cada vez tiene más peso en un vestuario dividido. El "7" comanda junto a Guti a la cuadrilla de veteranos y a algunos de los extranjeros: Van Nistelrooy, Gago y Metzelder, sobre todo.
Al otro lado, Casillas y Sergio Ramos al frente de la generación señalada para ser los jefes del futuro: Marcelo, Higuaín, Pepe y Garay, principalmente. En medio, los indiferentes, ajenos a polémicas. Ahí aparecen Xabi Alonso, Albiol, Arbeloa y otros más. Conectan con Casillas pero respetan la trayectoria de Raúl y su entrega máxima desde el primer minuto de cada entrenamiento. Ruptura total en el vestidor blanco, a cuenta de un enfrentamiento de difícil solución.
Casillas es ahora el preferido de Florentino. Pero no siempre fue así. Tras ganar las primeras elecciones se lo quiso quitar de delante. Trató de fichar a Buffon, más alto, elegante en la portería, de ahí las historias que siempre han perseguido a Íker con la huida a Manchester como amenaza latente. El escenario ha cambiado de forma radical. Al presidente tampoco le gustaba Raúl, igual que le pasaba con Del Bosque, al que veía con insuficiente categoría para el banquillo blanco.
El patrón de ACS, imperio del ladrillo que maneja con decisión, le ha pedido a Íker que actúe ya como capitán, que coja galones, que sea el guía de los nuevos... En definitiva, que le robe cuota de pantalla al "7". Por eso Raúl rabia ahora por su suplencia. Está convencido de que hay alguien que no está jugando limpio, que hay órdenes de arriba para fulminarlo. Y no está del todo equivocado. La filtración de Luis Aragonés en las quinielas de sustitutos para Pellegrini llega directamente de la planta noble con el único objetivo de hostigar al capitán. Raúl tampoco puede con el protagonismo que disfruta Casillas.
El portero habló después de cada uno de los dos actos del "alcorconazo", igual que el capitán. Al "7" no le gustó nada que Íker estuviese en Santo Domingo la noche del 4-0. Fue el único de los no convocados que presenció en vivo –algunas versiones dicen que también anduvo por allí Xabi Alonso, pero otras lo desmienten– el histórico batacazo. Casillas sigue al pie de la letra el libro de ruta que le ha pasado Florentino. "Si mi presidente dice que no sería un fracaso no ganar ningún título, está claro que no lo es", dijo hace unos días tras unas declaraciones del jefe en televisión.
Leña a la hoguera para seguir cercando a Raúl, con otra temporada más de contrato. El capitán se agarra a Guti, a su confidente el fisioterapeuta Pedro Chueca y a que su peso entre los empleados es todavía grande. Los hay que dicen que en el club manda Florentino y, después, Raúl. Es una guerra fría, una batalla silenciosa para la que el portero tiene un aliado muy importante. El tiempo. Su rival acabará la Liga con 33 años y él ahora tiene 28. Mientras tanto, el portero prepara su llegada a la capitanía plena. Ya lo es en la selección. Y por eso Raúl nunca le perdonará no haber hecho nada por él cuando la pelea con Luis. Ni sus cánticos hacia Villa, coreado en Colón como "el siete de España". Una camiseta que Raúl no quería quitarse tan pronto.
Por eso el Madrid no es el verdadero Madrid, vivimos divididos entre forofos Raulistas y gente realmente madridista al que le preocupa la institución como club. Así es imposible ganar títulos, remar todos juntos en una dirección: el futuro del Real Madrid con un nuevo proyecto deportivo.
Hasta que Raúl se eche a un lado no habrá unión en el madridismo y por eso no hay estabilidad.
A la izquierda, Casillas, con Sergio Ramos e Higuaín. A la derecha, Raúl, junto a Guti y Van Nistelrooy.
A la izquierda, Casillas, con Sergio Ramos e Higuaín. A la derecha, Raúl, junto a Guti y Van Nistelrooy.
Madrid, junio de 2008. Plaza de Colón. La selección española se desmelena en plena efervescencia por la Eurocopa ganada en Viena. En su casa, pegado a la televisión, Raúl aprieta los dientes. Querría haber estado ahí para levantar la copa al cielo madrileño. Pero había salido perdedor de la guerra con Luis Aragonés y él, que se había partido el pecho en 102 batallas vestido de rojo, faltaba el día de la gran fiesta. Casillas y no él es el héroe. Es la imagen que resume el divorcio entre los dos emblemas merengues.
ÁLVARO FAES Los futbolistas se desbocaron aquel día de fiesta en Madrid. Pepe Reina era el cabecilla, enlazaba chistes por el micrófono con cánticos de grada, la voz rota por una juerga sin límites. Todo lo vio Raúl sentado frente al televisor, estupefacto cuando sintió que le clavaban hasta el fondo el cuchillo de la traición. Luis Aragonés se iba, dejaba la selección a lo grande, y los futbolistas convirtieron en un bucle sin fin la clásica petición de los días de despedida. "Luis, quédate", "Nosotros nos vamos, si no sigue Luis".... Íker Casillas cantaba como el que más, las manos rojas de aplaudir, y no se cortaba ante las cámaras pidiendo la continuidad del técnico. No le importaba que del colmillo de Zapatones colgase la sangre de Raúl.
La relación entre Raúl y Casillas nunca fue estrecha. Su competencia en el vestuario –del Madrid y de la selección– representa un clásico del deporte. La vida misma. La estrella consagrada, el jefe de la tribu, se ve amenazado con la irrupción del fenómeno emergente, un joven sediento de gloria pero con los pies en el suelo; un muro en la portería; un tipo guapo, humilde, solidario, el yerno ideal.
El mayor vínculo que tenían era Ginés Carvajal, agente de campanillas, el Ronaldo de los despachos, una colección de estrellas en su cartera de clientes. En abril de 2008 se supo que Casillas había roto con él y se abrazaba al exitoso Luis García Abad, gestor de la carrera de Fernando Alonso. Los que conocen al portero susurran que detrás había una historia de celos galopantes. "Que sólo tiene ojos para Raúl, que siempre está pensando en él, que para mí ni mira", venía a ser la letanía de Íker.
La distancia entre los dos símbolos de la cantera blanca se hacía cada vez mayor. Hoy prácticamente ni se hablan. Florentino Pérez se ha decantado por el portero y prácticamente le ha encargado gestionar la jubilación del capitán. Casillas se pone el brazalete cuando Raúl y Guti no están. Es el tercero de la lista pero cada vez tiene más peso en un vestuario dividido. El "7" comanda junto a Guti a la cuadrilla de veteranos y a algunos de los extranjeros: Van Nistelrooy, Gago y Metzelder, sobre todo.
Al otro lado, Casillas y Sergio Ramos al frente de la generación señalada para ser los jefes del futuro: Marcelo, Higuaín, Pepe y Garay, principalmente. En medio, los indiferentes, ajenos a polémicas. Ahí aparecen Xabi Alonso, Albiol, Arbeloa y otros más. Conectan con Casillas pero respetan la trayectoria de Raúl y su entrega máxima desde el primer minuto de cada entrenamiento. Ruptura total en el vestidor blanco, a cuenta de un enfrentamiento de difícil solución.
Casillas es ahora el preferido de Florentino. Pero no siempre fue así. Tras ganar las primeras elecciones se lo quiso quitar de delante. Trató de fichar a Buffon, más alto, elegante en la portería, de ahí las historias que siempre han perseguido a Íker con la huida a Manchester como amenaza latente. El escenario ha cambiado de forma radical. Al presidente tampoco le gustaba Raúl, igual que le pasaba con Del Bosque, al que veía con insuficiente categoría para el banquillo blanco.
El patrón de ACS, imperio del ladrillo que maneja con decisión, le ha pedido a Íker que actúe ya como capitán, que coja galones, que sea el guía de los nuevos... En definitiva, que le robe cuota de pantalla al "7". Por eso Raúl rabia ahora por su suplencia. Está convencido de que hay alguien que no está jugando limpio, que hay órdenes de arriba para fulminarlo. Y no está del todo equivocado. La filtración de Luis Aragonés en las quinielas de sustitutos para Pellegrini llega directamente de la planta noble con el único objetivo de hostigar al capitán. Raúl tampoco puede con el protagonismo que disfruta Casillas.
El portero habló después de cada uno de los dos actos del "alcorconazo", igual que el capitán. Al "7" no le gustó nada que Íker estuviese en Santo Domingo la noche del 4-0. Fue el único de los no convocados que presenció en vivo –algunas versiones dicen que también anduvo por allí Xabi Alonso, pero otras lo desmienten– el histórico batacazo. Casillas sigue al pie de la letra el libro de ruta que le ha pasado Florentino. "Si mi presidente dice que no sería un fracaso no ganar ningún título, está claro que no lo es", dijo hace unos días tras unas declaraciones del jefe en televisión.
Leña a la hoguera para seguir cercando a Raúl, con otra temporada más de contrato. El capitán se agarra a Guti, a su confidente el fisioterapeuta Pedro Chueca y a que su peso entre los empleados es todavía grande. Los hay que dicen que en el club manda Florentino y, después, Raúl. Es una guerra fría, una batalla silenciosa para la que el portero tiene un aliado muy importante. El tiempo. Su rival acabará la Liga con 33 años y él ahora tiene 28. Mientras tanto, el portero prepara su llegada a la capitanía plena. Ya lo es en la selección. Y por eso Raúl nunca le perdonará no haber hecho nada por él cuando la pelea con Luis. Ni sus cánticos hacia Villa, coreado en Colón como "el siete de España". Una camiseta que Raúl no quería quitarse tan pronto.
Por eso el Madrid no es el verdadero Madrid, vivimos divididos entre forofos Raulistas y gente realmente madridista al que le preocupa la institución como club. Así es imposible ganar títulos, remar todos juntos en una dirección: el futuro del Real Madrid con un nuevo proyecto deportivo.
Hasta que Raúl se eche a un lado no habrá unión en el madridismo y por eso no hay estabilidad.