Un extracto de un texto de Anselm Jappe donde explica de forma concisa como se forma el paladar y el gusto en las personas. Y como la sociedad capitalista influye en esa formación del gusto y del paladar:
Anselm Jappe
EL GATO, EL RATÓN, LA CULTURA Y LA ECONOMÍAhttp://www.exit-online.org/textanz1.php?tabelle=transnationales&index=2&posnr=156&backtext1=text1.php&PHPSESSID=0e8401859cdf467c025a79488cac1bf5Como hemos visto, el acceso a la plenitud del ser humano pide una ayuda de parte de quien ya posee, al menos parcialmente, esta plenitud. Dejar el libre correr al desarrollo “espontáneo” no significa de hecho crear las condiciones para la libertad.
La “mano invisible” del mercado termina en el monopolio absoluto o en la guerra de todos contra todos, no en la armonía. Igualmente, no ayudar a alguien a desarrollar su capacidad de diferenciación significa condenarlo a un infantilismo eterno. Les doy un ejemplo que no he sacado del psicoanálisis y al cual le tengo un cariño especial.
Existen cuatro sabores fundamentales, en el sentido del gusto: dulce, salado, ácido y amargo. El paladar humano es capaz de percibir la diezmilésima parte de una gota de amargo en un vaso de agua, mientras que para los otros sabores se necesita una gota entera. En consecuencia, ningún otro sabor es tan diferenciable ni posee una multiplicidad casi infinita de sensaciones gustativas como lo amargo. Las culturas del vino, del té y del queso, estas grandes fuentes de placer en la existencia humana, se basan en estos infinitos tipos y grados de amargura. Pero los niños pequeños rechazan espontáneamente lo amargo y aceptan sólo lo dulce y, después, lo salado. Deben ser educados para apreciar lo amargo, venciendo la resistencia inicial. Desarrollarán así una capacidad de gozo que de otro modo les hubiera permanecido irrevelada. De cualquier modo, si nadie se los impone, no pedirán jamás nada aparte de lo dulce y lo salado, de los que hay pocos matices, sólo en el rango de más o menos fuerte. Y así nace el consumidor de fast food –que se basa sólo sobre el dulce y la sal- incapaz de apreciar sabores diferentes. Y todo lo que no se ha aprendido de pequeños ya no se aprenderá de grandes, si el niño que ha crecido con hamburguesas y Coca-cola se convierte en un nuevo rico y quiere ostentar cultura y refinamiento, consumiendo vinos italianos y quesos franceses, no logrará apreciarlos verdaderamente.
Diría que se puede aplicar este razonamiento sobre el “gusto” gastronómico, sin muchos cambios, también al gusto estético. Se necesita una educación para apreciar la música de Bach o la música árabe tradicional, mientras que la simple posesión del cuerpo basta para “apreciar” los estímulos somáticos de la música rock. Es verdad que la mayor parte de la población pide ahora “espontáneamente” Coca-Cola y música rock, caricaturas y pornografía en la red: pero esto no demuestra que el capitalismo, que ofrece todas estas maravillas a profusión, está en sintonía con la “naturaleza humana”, aunque haya logrado mantener esta naturaleza en su estado inicial. En efecto, ni siquiera el comer con tenedor y cuchillo hace su aparición espontánea en el desarrollo de un individuo.
Por lo tanto, el éxito de las industrias del entretenimiento y de la cultura de la “facilidad” –un éxito increíblemente mundial que sobrepasa todas las barreras culturales- no se debe sólo a la propaganda y a la manipulación, sino también al hecho de que éstos se aúnan al deseo “natural” del niño de no abandonar su posición narcisista.