Mis ojos vieron con las pupilas bien dilatadas la exhibición firmada por la tropa de Messina en Oldenburgo. Nombre desconocido, pero alemanes al fin y al cabo. Fue un acoso y derribo como el del Muro que cayó en aquellas tierras hace veinte años. Un hijo del zar Sabonis, Lavrinovic, y ese Casillas de la canasta, Sergio Llull, dibujaron una lección de basket total, dinámico, con ayudas continuas en defensa, contraataques explosivos y selecciones de tiro inmejorables. Messina le dijo a Guasch que no quería que se hablase de él. Míster, entiéndalo. Usted levantará la Novena. Sólo un detalle negativo, ayer no sacó usted a Raul Gonzalez Blanco, no hay derecho , es el Gran Capitan, debe ser el base titular siempre.
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