Ríanse ustedes --todavía más-- del huracán Sandy. No hay tormenta tropical tan persistente, engorrosa y potencialmente destructiva como la que persigue a Villa desde que llegó al Barcelona en el verano de 2010. Su condición de maldito, de sospechoso habitual, es una cansina cantinela que camina al borde del absurdo pero nunca termina de precipitarse al vacío. Los argumentos que la sostienen son tan contradictorios como falaces, a saber:
--Villa no encaja en el Barça, es muy lento, chirría en el exquisito peloteo culé. Claro, igual que en la selección española, donde juega practicamente con los mismos compañeros. Los cuales le han ayudado a coronarse como el máximo goleador nacional de todos los tiempos. Se le nota desubicado, sí. Por cierto, ¿saben quién ralentizaba bastante también el juego de toque del Barça de su época? Rivaldo. Ojalá rejuveneciera diez años y viéramos sus patitas arqueadas trotar de nuevo sobre el verde del Camp Nou (suspiro).
--Villa es técnicamente limitado, falla en los controles, a menudo se deja el balón atrás. Extensión inevitable de la cuestión anterior. No sé si me equivoco, pero me parece que a Puyol no le pedimos que pinche las pelotas que bajan del cielo como Xavi o Iniesta. Sin embargo, valoramos sus virtudes tanto como las de ellos o más. Y oigan, en el fútbol hay muchas y variadas especialidades, pero tener facilidad natural para llevar el balón a la jaula es top entre las top, se mire por donde se mire. Un poquito de por favor.
--Un jugador como Villa debería marcar más goles en el Barcelona. ¿Más? En su primera temporada de azulgrana, El Guaje marcó 23 tantos --uno menos que Falcao en su primera Liga con el Atlético--, incluyendo un doblete al Madrid en el 5-0 y una suave parábola por la escuadra que certificó la cuarta Copa de Europa del Barça, la segunda en Wembley. Lo hizo, por cierto, jugando al lado de Leo Messi, máximo goleador de la Champions y segundo en el Pichichi ese año con 31 dianas. En similares condiciones más la competencia world class de Alexis y Cesc, y hasta que se lesionó en Japón, todavía lejos del ecuador de la temporada pasada, llevaba nueve. Tres de ellos en Europa. Llamar a eso "pocos goles" sólo lo explica que hayamos sido abducidos por las inhumanas prestaciones de Leo y Cristiano. Señores, marcar 60 ó 70 goles en una temporada al nivel de profesionalismo del fútbol actual era ciencia-ficción hasta hace bien poco. Otro poquito de por favor.
--Villa se lleva a matar con Messi, está sentenciado, lo quieren vender. Partimos de la premisa de que Leo es, al parecer, un tirano bananero que hace y deshace en el Barça a voluntad. Como su implacable puño de hierro deriva año tras año en un juego excelso y magníficos resultados, no sólo individuales sino también colectivos, por mí larga vida al tirano. Pero vamos, que tampoco es para tanto la cosa. En todos los vestuarios hay jerarquías, y hasta los entrenadores las respetan, incluso las favorecen para su propio interés. Dictaduras aparte, creo que el hecho de que al Guaje le esté costando aparecer por los onces azulgranas --lleva dos partidos seguidos de titular, por cierto-- se debe simplemente a que se rompió la tibia. Y el estado de alarma que ha generado su aparentemente larga convalecencia, a que casi ninguno de ustedes se ha roto la tibia nunca. Eso no es un esguince de tobillo, amigos. De hecho, ni siquiera un esguince de tobillo es tan leve como muchos pensamos que es. No es razonable pensar que, precisamente ahora que se va recuperando y el Barça no anda sobrado de delanteros con gol, anden como locos por venderlo. Sería, en efecto, cosa de ídems.
En fin, que David Villa, profesional ejemplar, sublime futbolista y goleador de época, ha sido maldecido en los últimos años de su carrera con la terrible penitencia de vivir en un proceso de adaptación continuo, cuestionado inmisericordemente, escrutado jugada a jugada, desterrado a la Premier al mínimo desliz. Mientras tanto, a trancas y barrancas, enchufa goles como quien lava y ha cosechado ya una Liga, una Champions, dos Supercopas de España, otra de Europa, un Mundial de Clubes y una Copa del Rey. Dulce condena.
P.D.1: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana
P.D.2: Viendo los primeros meses de Song en el Barça, recuerdo una historia que me contaron sobre Keita. En la primera temporada con Pep de entrenador, el maliense se encontraba muchas veces perdido sobre el campo, como un conejo paralizado en mitad de una autopista de luces, virgueo y virtuosismo. "Míster, no me entero, lo siento, no me entero", se justificaba ante Guardiola, que le tranquilizaba. Al final, Keita se enteró. Song también lo hará, aunque resulta curioso que a Cesc, también estandarte del Arsenal aunque con un nivel futbolístico muy superior, le costara igualmente un tiempo cogerle el aire al bamboleo culé. Quizá Wenger anda por el camino correcto pero en sentido contrario. No sería el primero