La España de Quevedo, y mucho antes la de Felipe el segundo, era un hervidero de truhanes, vividores, hidalgos de boquilla y vagos señoreados. Entre unos que vivían de las rentas y del uso del caciquismo como bien pecunario, y otros que buscaban la suerte esquiva del vago vividor dejaron a España en cueros y tocada de por vida; no por crear crisis chupando del herario público o por no adecuarse al progreso europeo de la época que también, sino por desarrollar en toda su crudeza el llamado "adn español", el "spain is different" que muchos llevan por medalla cual pavo sin plumas.
Y es que el citado "adn español" aflora en las peores circunstancias, en los peores eventos, y así hace que mientras algunos usen las instituciones para robar en todo el término peyorativo de la palabra con guante de cáñamo, los demás miremos de puro tonto cómo se nos comen las pocas habichuelas que reservábamos en el plato para la cena.
Ese "adn español" tiene dos cromosomas muy característicos: uno el del sinvergüenza, que ya siendo juez, político, banquero o puta de abastos convierte a su portador en vividor sin descaro, auspiciado en sus fechorías en todo caso por esas instituciones creadas para su disfrute, dirigidas por otro español de turno de su misma ralea. El otro cromosoma es el del pánfilo, el obrero de boquilla que sueña con la bonoloto mientras le comen la merienda delante de sus bigotes, el que se deja sodomizar con un cara al sol necesario y justificado, ése que moriría por Dios, la patria y el Rey aunque éste último fuese Fernando VII.
Y es que no tenemos término medio, o todos santos o todos putas. ¿Que el presidente del CGPJ se larga a Marbella con los dineros del personal? Pues cambio de canal y me echo mis risas con la jauría de soplapollas del Sálvame. ¿Que los de Bankia van a dejar un agujero en el país del tamaño del cañón del colorado? Pues pongo el partido de fútbol y rebuzno como un atolondrado. ¿Que se rien en mi puta cara? Pues pongo el culo a ver si me lo dilatan.
Definitivamente ese adn forma parte de nuestra idiosincrasia, forma parte de nuestra historia; antes condes, duques, obispos y reyes se defecaban en la plebe mientras ésta aplaudía de éxtasis; ahora son políticos, banqueros, jueces y aficionados a salvajes safaris quienes lo hacen, mientras, cómo no, volvemos a aplaudir con lisonjera complacencia.
Es el ADN español...demasiados siglos para cambiarlo.
Y es que el citado "adn español" aflora en las peores circunstancias, en los peores eventos, y así hace que mientras algunos usen las instituciones para robar en todo el término peyorativo de la palabra con guante de cáñamo, los demás miremos de puro tonto cómo se nos comen las pocas habichuelas que reservábamos en el plato para la cena.
Ese "adn español" tiene dos cromosomas muy característicos: uno el del sinvergüenza, que ya siendo juez, político, banquero o puta de abastos convierte a su portador en vividor sin descaro, auspiciado en sus fechorías en todo caso por esas instituciones creadas para su disfrute, dirigidas por otro español de turno de su misma ralea. El otro cromosoma es el del pánfilo, el obrero de boquilla que sueña con la bonoloto mientras le comen la merienda delante de sus bigotes, el que se deja sodomizar con un cara al sol necesario y justificado, ése que moriría por Dios, la patria y el Rey aunque éste último fuese Fernando VII.
Y es que no tenemos término medio, o todos santos o todos putas. ¿Que el presidente del CGPJ se larga a Marbella con los dineros del personal? Pues cambio de canal y me echo mis risas con la jauría de soplapollas del Sálvame. ¿Que los de Bankia van a dejar un agujero en el país del tamaño del cañón del colorado? Pues pongo el partido de fútbol y rebuzno como un atolondrado. ¿Que se rien en mi puta cara? Pues pongo el culo a ver si me lo dilatan.
Definitivamente ese adn forma parte de nuestra idiosincrasia, forma parte de nuestra historia; antes condes, duques, obispos y reyes se defecaban en la plebe mientras ésta aplaudía de éxtasis; ahora son políticos, banqueros, jueces y aficionados a salvajes safaris quienes lo hacen, mientras, cómo no, volvemos a aplaudir con lisonjera complacencia.
Es el ADN español...demasiados siglos para cambiarlo.