Lo importante es aprender de ellos.
Atenas 1994: un inesperado punto final
Tres palabras pronunciadas por Johan Cruyff son recordadas como algo más que un prólogo a la final de Wembley: “Salid y disfrutad”. Ese imperativo contiene la esencia del fútbol liberado que caracterizó a aquel equipo y ha sido repetidamente señalado como clave del triunfo en la final del 92.
Después de aquello, el Barça tardó sólo dos años en regresar a la final de la Copa de Europa. Y esta vez lo hacía dispuesto a conquistar la supremacía europea. Un equipo menor, el CSKA de Moscú, le había apeado de la competición un año antes contra todo pronóstico, impidiéndole defender su título contra rivales de categoría que le permieran refrendar su poderío. Un nuevo triunfo, el segundo en tres años, le permitiría trasladar a Europa su indiscutible superioridad en la liga española, en la que había conquistado su cuarto campeonato consecutivo (el del penalti de Djukic) sólo cinco días antes. El rival no podía ser más estimulante: el Milan, campeón en 1989 y 1990.
Sin embargo, esta vez Cruyff no fue tan lacónico. Cambió el íntimo “Salid y disfrutad” por una parrafada ante la prensa que espoleó de entrada el orgullo de su adversario. Mal asunto:
“El Barcelona es el favorito. Es más completo, competitivo y experimentado que el que disputó la final de Wembley.[…] Futbolísticamente, el juego del Milan no es nada del otro mundo, aunque en organización sobre el césped funciona muy bien. Su juego es práctico, intentan obtener el máximo rendimiento. Su juego es poco lúcido. […] Basa su juego en la defensa mientras que nosotros en el ofensivo. Es aquí donde les podemos crear más problemas […] El problema de Capello será poder alinear a dos defensas de cierre con garantías, algo que ya veremos si lo consigue. […] Es justo decir que salimos como favoritos”.
El Barça, es cierto, llegaba lanzado a la final. En los últimos 20 encuentros, como el propio Cruyff se encargó también de recordar, había marcado más de 60 goles, y apenas había encajado 15. Todos sus jugadores estaban a disposición del técnico, que podía permitirse el lujo de tener a Michael Laudrup en la grada.
Por contra, Fabio Capello estaba obligado a improvisar una defensa inédita: Filippo Galli entró por Costacurta y, para tapar el hueco de Baresi, optó por desplazar a Maldini al centro. Confío el lateral derecho al veterano Mauro Tassoti y cambió de banda al joven Christian Panucci. Gullit, Rijkaard y Van Basten ya eran historia del club. Junto a algunos supervivientes del equipo bicampeón de Europa, como Massaro o Donadoni, formaban en el once rossonero el canterano Albertini y tres futbolistas extranjeros: Desailly, Boban y Savicevic. El portero era Sebastiano Rossi, aunque en aquella final poco se supo de él.
Y es que en Atenas, como reflejó el marcador final (4-0), hubo un solo equipo. El mismo que Cruyff despreció públicamente y que, encantado, aceptó el papel de víctima que le entregó el entrenador holandés. Desde el pitido inicial, el Milan se adueñó del balón y no lo soltó hasta el 90. El Barça fue una inesperada caricatura, incapaz de crear una mala ocasión de gol y casi de cruzar el centro del campo. Romario y Stoichkov fueron dos tristes sombras. Guardiola, Bakero y Amor fueron engullidos por el centro del campo milanista y, especialmente, por la arrolladora figura de Marcel Desailly. Savicevic bailó a la defensa y Massaro apareció en dos momentos clave para golpear donde más duele. Lo hizo a los 20 minutos, y también a los 45 para poner el 2-0. Justo después del descanso, Savicevic sorprendió a Zubizarreta con una parábola inédita desde un costado, y apenas un cuarto de hora más tarde Desailly se regalaba el 4-0 como colofón a un partido soberbio.
A la mañana siguiente, en el autocar que trasladaba al Barça al aeropuerto de Atenas, el presidente José Luis Núñez se acercó a Zubizarreta para comunicarle que Cruyff no contaba con él para la siguiente temporada. El partido que debía confirmar la supremacía del Dream Team fue, precisamente, el que puso punto final a ese ciclo.
Además, recuerdo que la liga se celebró a 3 días de la final, algo impensable hoy día.
Atenas 1994: un inesperado punto final
Tres palabras pronunciadas por Johan Cruyff son recordadas como algo más que un prólogo a la final de Wembley: “Salid y disfrutad”. Ese imperativo contiene la esencia del fútbol liberado que caracterizó a aquel equipo y ha sido repetidamente señalado como clave del triunfo en la final del 92.
Después de aquello, el Barça tardó sólo dos años en regresar a la final de la Copa de Europa. Y esta vez lo hacía dispuesto a conquistar la supremacía europea. Un equipo menor, el CSKA de Moscú, le había apeado de la competición un año antes contra todo pronóstico, impidiéndole defender su título contra rivales de categoría que le permieran refrendar su poderío. Un nuevo triunfo, el segundo en tres años, le permitiría trasladar a Europa su indiscutible superioridad en la liga española, en la que había conquistado su cuarto campeonato consecutivo (el del penalti de Djukic) sólo cinco días antes. El rival no podía ser más estimulante: el Milan, campeón en 1989 y 1990.
Sin embargo, esta vez Cruyff no fue tan lacónico. Cambió el íntimo “Salid y disfrutad” por una parrafada ante la prensa que espoleó de entrada el orgullo de su adversario. Mal asunto:
“El Barcelona es el favorito. Es más completo, competitivo y experimentado que el que disputó la final de Wembley.[…] Futbolísticamente, el juego del Milan no es nada del otro mundo, aunque en organización sobre el césped funciona muy bien. Su juego es práctico, intentan obtener el máximo rendimiento. Su juego es poco lúcido. […] Basa su juego en la defensa mientras que nosotros en el ofensivo. Es aquí donde les podemos crear más problemas […] El problema de Capello será poder alinear a dos defensas de cierre con garantías, algo que ya veremos si lo consigue. […] Es justo decir que salimos como favoritos”.
El Barça, es cierto, llegaba lanzado a la final. En los últimos 20 encuentros, como el propio Cruyff se encargó también de recordar, había marcado más de 60 goles, y apenas había encajado 15. Todos sus jugadores estaban a disposición del técnico, que podía permitirse el lujo de tener a Michael Laudrup en la grada.
Por contra, Fabio Capello estaba obligado a improvisar una defensa inédita: Filippo Galli entró por Costacurta y, para tapar el hueco de Baresi, optó por desplazar a Maldini al centro. Confío el lateral derecho al veterano Mauro Tassoti y cambió de banda al joven Christian Panucci. Gullit, Rijkaard y Van Basten ya eran historia del club. Junto a algunos supervivientes del equipo bicampeón de Europa, como Massaro o Donadoni, formaban en el once rossonero el canterano Albertini y tres futbolistas extranjeros: Desailly, Boban y Savicevic. El portero era Sebastiano Rossi, aunque en aquella final poco se supo de él.
Y es que en Atenas, como reflejó el marcador final (4-0), hubo un solo equipo. El mismo que Cruyff despreció públicamente y que, encantado, aceptó el papel de víctima que le entregó el entrenador holandés. Desde el pitido inicial, el Milan se adueñó del balón y no lo soltó hasta el 90. El Barça fue una inesperada caricatura, incapaz de crear una mala ocasión de gol y casi de cruzar el centro del campo. Romario y Stoichkov fueron dos tristes sombras. Guardiola, Bakero y Amor fueron engullidos por el centro del campo milanista y, especialmente, por la arrolladora figura de Marcel Desailly. Savicevic bailó a la defensa y Massaro apareció en dos momentos clave para golpear donde más duele. Lo hizo a los 20 minutos, y también a los 45 para poner el 2-0. Justo después del descanso, Savicevic sorprendió a Zubizarreta con una parábola inédita desde un costado, y apenas un cuarto de hora más tarde Desailly se regalaba el 4-0 como colofón a un partido soberbio.
A la mañana siguiente, en el autocar que trasladaba al Barça al aeropuerto de Atenas, el presidente José Luis Núñez se acercó a Zubizarreta para comunicarle que Cruyff no contaba con él para la siguiente temporada. El partido que debía confirmar la supremacía del Dream Team fue, precisamente, el que puso punto final a ese ciclo.
Además, recuerdo que la liga se celebró a 3 días de la final, algo impensable hoy día.