¡¡Venga, un hilo para positivismo, precisamente ahora que me siento como una mierda!!
Vamos a hablar de cosas que nos gustan... de cosas que nos llaman la atención, o nos resultan curiosas, o nos parecen simpáticas, o nos atraen.
Empiezo...
A veces me encanta ir sola a los bares. Me encanta sentarme en la barra, hablar con el simpático camarero que te echa un guiño, te sonríe, te invita a una copa, te habla de fútbol o te pregunta qué vas a hacer esa noche... Pero sobre todo, me encanta observar a la gente.
Me gusta ver a esa mujer de 60 años que, con tres cervezas de más, traspasa la relación cliente - camarero para sentirse más joven intentado ligar con el "chico guapo" de detrás de la barra. Me gusta verla sonreír, contonear sus sexagenarias caderas como si tuvieran el poder oculto de atraer a chicos de todas las edades, como si supieran que tienen un encanto especial y embriagador al que nadie podrá resistirse.
Me encanta escuchar las voces entremezcladas de la gente... voces que cantan, que gritan, que ríen, voces de mil tonalidades que hablan en mil idiomas, demostrando que esta ciudad milenaria, Granada, vive la confluencia de culturas y lenguas como lo más natural del mundo.
Me gusta escuchar a un chaval preguntar al camarero dónde está el hospital más cercano porque piensa que esa noche nadie lo libra del coma etílico... Estas cosas... me hacen sonreír
Vamos a hablar de cosas que nos gustan... de cosas que nos llaman la atención, o nos resultan curiosas, o nos parecen simpáticas, o nos atraen.
Empiezo...
A veces me encanta ir sola a los bares. Me encanta sentarme en la barra, hablar con el simpático camarero que te echa un guiño, te sonríe, te invita a una copa, te habla de fútbol o te pregunta qué vas a hacer esa noche... Pero sobre todo, me encanta observar a la gente.
Me gusta ver a esa mujer de 60 años que, con tres cervezas de más, traspasa la relación cliente - camarero para sentirse más joven intentado ligar con el "chico guapo" de detrás de la barra. Me gusta verla sonreír, contonear sus sexagenarias caderas como si tuvieran el poder oculto de atraer a chicos de todas las edades, como si supieran que tienen un encanto especial y embriagador al que nadie podrá resistirse.
Me encanta escuchar las voces entremezcladas de la gente... voces que cantan, que gritan, que ríen, voces de mil tonalidades que hablan en mil idiomas, demostrando que esta ciudad milenaria, Granada, vive la confluencia de culturas y lenguas como lo más natural del mundo.
Me gusta escuchar a un chaval preguntar al camarero dónde está el hospital más cercano porque piensa que esa noche nadie lo libra del coma etílico... Estas cosas... me hacen sonreír