Termina la temporada y una vez más (y van…) vivimos pendientes de dar
con la tecla para el año próximo. Fichajes que no rinden, directivos
que hablan mucho o no hablan nada, rumores en la prensa que creemos o
no según nos convenga y en casi todos un deseo común: “Fuego
purificador” que diria Puskitas. El madridismo “cabal” lleva demasiados
años pendiente de que en uno de nuestros frecuentes descalabros se
produzca la ansiada revolución, la catarsis definitiva, el cambio de
rumbo que necesita este club y que nunca termina de completar.
Históricamente vivimos en una autoexigencia de tal calibre que
despedimos entrenadores ganen La Champions o La Liga, malvendemos
jugadores por un año irregular, y ruedan cabezas de presidentes en
cuanto flaquea la parcela deportiva por buena que sea la gestión
institucional. Renovamos casi todo con demasiada urgencia, salvo
ciertos elementos que permanecen inalterables lastrando justamente el
área de donde nacen todos nuestros desequilibrios: la primera plantilla
de fútbol.
Con gran parte de nuestra masa social enquistada en su fervor por
los símbolos, Raúl y sus amiguitos han aguantado cerca de un lustro
chupando del bote del Real Madrid cantidades de dinero
indecentesrespecto a su rendimiento deportivo, con el beneplácito del
Bernabéu. Un estadio cada vez más aburguesado donde, lejos de ir a
presenciar un acontecimiento deportivo, acude la borregada en busca de
su dosis de pipas semanal mientras comentan la ultima bravuconada de
Roncero en Punto Pelota y se dan codazos para señalar orgullosos la
casta de "Captain" cuando lo ven salir a calentar. La transición ha
sido lenta, desesperantemente lenta, pero este capítulo de nuestra
historia esta cerca de terminar. La avalancha de fichajes arrinconó al 7
y desnudó por enésima vez las vergüenzas del 14, y ahora que se acerca
el final, "¡habrá que negociar!", dicen, haciendo gala de su
madridismo. Negociemos pues, paguémosles su ficha y que se retraten
ellos solitos; dinero bien invertido si pensamos en las consecuencias de
mitificar un poco más a semejantes tipejos. Millones para enterrarlos
en el olvido… si, definitivamente dinero bien invertido.
Pero aunque éste sea seguramente el logro más importante del club en
muchos años hace falta un paso más, no quedarnos como siempre a
medias. Renovar el club supone alcanzar una estabilidad en el proyecto.
Sí, la recurrente ESTABILIDAD. Entendamos bien el concepto para poder
construir desde él: estabilidad significa fichar a Mourinho, a
Capello, a Ancelotti… a un tío en definitiva del que tengas más
certezas que suposiciones, alguien que te dé motivos para confiar en él
pese a las circunstancias de una mala temporada, y ahí sí, resistir.
Pellegrini llegó al Madrid con un currículum lleno de “casis” y la
esperanza de que con una plantilla de primerísimo nivel esos “casis”
tornasen en títulos, y que de paso instaurase un estilo de juego. Pero
ni ha sabido manejar la plantilla, ni ha sabido resolver las batallas
tácticas decisivas, ni ha sido capaz de dotar al equipo del tono físico
apropiado cuando había que jugar miércoles y domingo ni mucho menos ha
dotado al equipo de personalidad o estilo. Pellegrini nunca cambió el
chip, siguió actuando cual entrenador del Villarreal planteando
partidos en función del rival, fuera éste el Barça o el Alcorcón (para
la historia quedará la “remontada” en el Bernabéu con Gago y Diarrá),
defendiendo su trabajo con números vanos, y entregando al vestuario la
autoridad tras un par de pulsos infructuosos que él dirá que perdió en
alguna apuesta.
La estabilidad necesita un par de cojones bien puestos, porque
ganando títulos y con el favor de la prensa vale cualquiera. Hablamos
de estabilidad para que en los malos momentos el entrenador tire del
grupo, y de este grupo tira Cristiano Ronaldo. Hablamos de estabilidad
para que se mantenga durante algún tiempo una idea de juego, y
actualmente la idea de juego es meter un gol más que el rival, por lo
civil o por lo criminal (siempre por el centro) y cuando las ideas
fallan, balón al portugués a ver qué inventa. Hablamos de estabilidad
como metáfora de algo más, de una independencia de la prensa, de una
solidez institucional, de un mensaje unificado y contundente contra los
que quieren manchar nuestro nombre.
Necesitamos estabilidad, pero sobre alguien que pueda sostenerla, un
líder. Andan los medios atemorizados con Mourinho y por una vez
prensa “nacional” y culerda aúnan esfuerzos en contra de una persona,
¿esto no os dice nada?. ¿Podríamos tener realmente estabilidad si
continúa Pellegrini sabiendo que desde el club no se confía en él, con
la sombra de sus errores de bulto de la presente campaña atenazándole
en la próxima eliminatoria de Copa o de Champions? Todo parece
encaminado, y si confirman que el hombre es Mou nadie más contento que
yo. Pero si no es él, que sea uno parecido, para que entonces sí, todos
podamos defender la estabilidad.
con la tecla para el año próximo. Fichajes que no rinden, directivos
que hablan mucho o no hablan nada, rumores en la prensa que creemos o
no según nos convenga y en casi todos un deseo común: “Fuego
purificador” que diria Puskitas. El madridismo “cabal” lleva demasiados
años pendiente de que en uno de nuestros frecuentes descalabros se
produzca la ansiada revolución, la catarsis definitiva, el cambio de
rumbo que necesita este club y que nunca termina de completar.
Históricamente vivimos en una autoexigencia de tal calibre que
despedimos entrenadores ganen La Champions o La Liga, malvendemos
jugadores por un año irregular, y ruedan cabezas de presidentes en
cuanto flaquea la parcela deportiva por buena que sea la gestión
institucional. Renovamos casi todo con demasiada urgencia, salvo
ciertos elementos que permanecen inalterables lastrando justamente el
área de donde nacen todos nuestros desequilibrios: la primera plantilla
de fútbol.
Con gran parte de nuestra masa social enquistada en su fervor por
los símbolos, Raúl y sus amiguitos han aguantado cerca de un lustro
chupando del bote del Real Madrid cantidades de dinero
indecentesrespecto a su rendimiento deportivo, con el beneplácito del
Bernabéu. Un estadio cada vez más aburguesado donde, lejos de ir a
presenciar un acontecimiento deportivo, acude la borregada en busca de
su dosis de pipas semanal mientras comentan la ultima bravuconada de
Roncero en Punto Pelota y se dan codazos para señalar orgullosos la
casta de "Captain" cuando lo ven salir a calentar. La transición ha
sido lenta, desesperantemente lenta, pero este capítulo de nuestra
historia esta cerca de terminar. La avalancha de fichajes arrinconó al 7
y desnudó por enésima vez las vergüenzas del 14, y ahora que se acerca
el final, "¡habrá que negociar!", dicen, haciendo gala de su
madridismo. Negociemos pues, paguémosles su ficha y que se retraten
ellos solitos; dinero bien invertido si pensamos en las consecuencias de
mitificar un poco más a semejantes tipejos. Millones para enterrarlos
en el olvido… si, definitivamente dinero bien invertido.
Pero aunque éste sea seguramente el logro más importante del club en
muchos años hace falta un paso más, no quedarnos como siempre a
medias. Renovar el club supone alcanzar una estabilidad en el proyecto.
Sí, la recurrente ESTABILIDAD. Entendamos bien el concepto para poder
construir desde él: estabilidad significa fichar a Mourinho, a
Capello, a Ancelotti… a un tío en definitiva del que tengas más
certezas que suposiciones, alguien que te dé motivos para confiar en él
pese a las circunstancias de una mala temporada, y ahí sí, resistir.
Pellegrini llegó al Madrid con un currículum lleno de “casis” y la
esperanza de que con una plantilla de primerísimo nivel esos “casis”
tornasen en títulos, y que de paso instaurase un estilo de juego. Pero
ni ha sabido manejar la plantilla, ni ha sabido resolver las batallas
tácticas decisivas, ni ha sido capaz de dotar al equipo del tono físico
apropiado cuando había que jugar miércoles y domingo ni mucho menos ha
dotado al equipo de personalidad o estilo. Pellegrini nunca cambió el
chip, siguió actuando cual entrenador del Villarreal planteando
partidos en función del rival, fuera éste el Barça o el Alcorcón (para
la historia quedará la “remontada” en el Bernabéu con Gago y Diarrá),
defendiendo su trabajo con números vanos, y entregando al vestuario la
autoridad tras un par de pulsos infructuosos que él dirá que perdió en
alguna apuesta.
La estabilidad necesita un par de cojones bien puestos, porque
ganando títulos y con el favor de la prensa vale cualquiera. Hablamos
de estabilidad para que en los malos momentos el entrenador tire del
grupo, y de este grupo tira Cristiano Ronaldo. Hablamos de estabilidad
para que se mantenga durante algún tiempo una idea de juego, y
actualmente la idea de juego es meter un gol más que el rival, por lo
civil o por lo criminal (siempre por el centro) y cuando las ideas
fallan, balón al portugués a ver qué inventa. Hablamos de estabilidad
como metáfora de algo más, de una independencia de la prensa, de una
solidez institucional, de un mensaje unificado y contundente contra los
que quieren manchar nuestro nombre.
Necesitamos estabilidad, pero sobre alguien que pueda sostenerla, un
líder. Andan los medios atemorizados con Mourinho y por una vez
prensa “nacional” y culerda aúnan esfuerzos en contra de una persona,
¿esto no os dice nada?. ¿Podríamos tener realmente estabilidad si
continúa Pellegrini sabiendo que desde el club no se confía en él, con
la sombra de sus errores de bulto de la presente campaña atenazándole
en la próxima eliminatoria de Copa o de Champions? Todo parece
encaminado, y si confirman que el hombre es Mou nadie más contento que
yo. Pero si no es él, que sea uno parecido, para que entonces sí, todos
podamos defender la estabilidad.