El músico, escritor y pintor, Luis Eduardo Aute, se muestra contrario a la prohibición de la fiesta de los toros, que él prefiere llamar Lidia, como propone el Parlamento catalán. Aute califica la prohibición de "barbaridad" y se pregunta si se tendría que eliminar el toro que aparece en el Guernica de Picasso, o qué hacer con Lorca, Ortega, Welles y otros "amantes" de la tauromaquia y no por ello "sospechosos de 'españolismo' retrógrado".
"¿Prohibir una manifestación cultural? eso es una barbaridad y, además, un ataque a la libertad de expresión en el ámbito del arte, de la cultura. Es por ahí por donde veo que hay que parar, templar y nunca mandar al toro antitaurino (valga la contra-redundancia). Esos son los cuernos que hay que agarrar", reflexiona el artista en diariocritico.com.
Continúa preguntando "qué hacemos con Goya, ¿prohibimos su Tauromaquia'?. Y con Picasso, ¿eliminamos el toro de su Guernica?. Y con Ortega, Bergamín, Lorca, Hemingway, Welles, Bizet, Blasco Ibáñez, Barceló, Francesco Rossi, Carlos Velo... todos ellos amantes del arte de la tauromaquia y no por ello sospechosos de españolismo' retrógrado". "¿Son unos incivilizados bárbaros?", cuestiona.
Así, muestra su respeto en los "territorios de España" donde no se celebra la Lidia ("no me gusta llamarla Fiesta"), porque no hay afición, y "están en su derecho". "Pero, que yo sepa, no hay ninguna ley que prohíba las corridas, salvo en el archipiélago canario según tengo entendido", afirma.
Respondiendo a los que hablan de "tortura y muerte", asegura que "ningún aficionado va a las corridas por sadismo, a ver sangre. Todo lo contrario. Espera y desea ver una faena limpia, lo menos dolorosa posible para toro y torero". Y señala que, a pesar de los argumentos de los detractores, "ese aficionado va en busca de magia, de belleza, de eso que llaman 'instante que detiene el tiempo'; una emoción difícilmente explicable pero que hasta el más lego en la materia, también experimenta".
Admite que "muy lamentablemente", esa situación es, por motivos diversos, "poco frecuente". Reconoce también que "hay faenas terribles para el toro e insoportables para cualquiera incluso para el buen aficionado. En ese sentido, el público disgustado castiga al torero con almohadillazos e insultos casi siempre merecidos".
Por último, anima a "reflexiones profundas de gran enjundia ética y estética" sobre el tema y confía en que "el corazón no nos haga perder la razón en este apasionante debate que nunca debe ser confrontación ideológica ni patriotera ni mucho menos política sino puro e informado debate estrictamente cultural".
"¿Prohibir una manifestación cultural? eso es una barbaridad y, además, un ataque a la libertad de expresión en el ámbito del arte, de la cultura. Es por ahí por donde veo que hay que parar, templar y nunca mandar al toro antitaurino (valga la contra-redundancia). Esos son los cuernos que hay que agarrar", reflexiona el artista en diariocritico.com.
Continúa preguntando "qué hacemos con Goya, ¿prohibimos su Tauromaquia'?. Y con Picasso, ¿eliminamos el toro de su Guernica?. Y con Ortega, Bergamín, Lorca, Hemingway, Welles, Bizet, Blasco Ibáñez, Barceló, Francesco Rossi, Carlos Velo... todos ellos amantes del arte de la tauromaquia y no por ello sospechosos de españolismo' retrógrado". "¿Son unos incivilizados bárbaros?", cuestiona.
Así, muestra su respeto en los "territorios de España" donde no se celebra la Lidia ("no me gusta llamarla Fiesta"), porque no hay afición, y "están en su derecho". "Pero, que yo sepa, no hay ninguna ley que prohíba las corridas, salvo en el archipiélago canario según tengo entendido", afirma.
Respondiendo a los que hablan de "tortura y muerte", asegura que "ningún aficionado va a las corridas por sadismo, a ver sangre. Todo lo contrario. Espera y desea ver una faena limpia, lo menos dolorosa posible para toro y torero". Y señala que, a pesar de los argumentos de los detractores, "ese aficionado va en busca de magia, de belleza, de eso que llaman 'instante que detiene el tiempo'; una emoción difícilmente explicable pero que hasta el más lego en la materia, también experimenta".
Admite que "muy lamentablemente", esa situación es, por motivos diversos, "poco frecuente". Reconoce también que "hay faenas terribles para el toro e insoportables para cualquiera incluso para el buen aficionado. En ese sentido, el público disgustado castiga al torero con almohadillazos e insultos casi siempre merecidos".
Por último, anima a "reflexiones profundas de gran enjundia ética y estética" sobre el tema y confía en que "el corazón no nos haga perder la razón en este apasionante debate que nunca debe ser confrontación ideológica ni patriotera ni mucho menos política sino puro e informado debate estrictamente cultural".