Me resulta una actitud incomprensible, casi propia de miembros de una secta.
Ya no voy a entrar en la perspectiva general del aficionado medio español al que le resulta indiferente que los clubs que conforman el fútbol de su país deban más de 700 millones de euros al Estado, deuda que, ya de por si, no les obligan a pagar en los mismos términos y condiciones que al resto de los mortales.
Ahora, ante las impactantes informaciones que hoy se han sabido en torno a Leo Messi, me sorprendo con la reacción de muchos aficionados del Barça que lo defienden o esperan que, en caso de confirmarse la acusación, se le penalice lo mínimo.
Hace unas semanas comprobamos consternados como aficionados del Betis brindaban su apoyo y jaleaban, a la entrada del recinto de entrenamiento, a un jugador que el día antes había sido detenido y al que se le había impuesto una orden de alejamiento por un presunto presunto delito de malos tratos contra su mujer.
Yo soy aficionado del Real Madrid y si mañana se anuncia que cualquier jugador es condenado a dos años de prisión por conducir su vehículo con un brazo escayolado seré el primero en aplaudir y defender la medida.
Justicia, coño, justicia